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Atawallpa Oviedo Freire, Escuela Alteridad de Altos Estudios y Centro de Estudios del Buen Vivir.
En la teoría política y social de la modernidad, Occidente distingue la oposición y contradicción entre los conceptos denominados de “derecha” e “izquierda”, con sus respectivos intermedios y extremos. Sin embargo, desde otras tradiciones y lógicas, como por ejemplo, la andina, se habla además desde otras interrelaciones: arriba y abajo, adelante y atrás, adentro y afuera.
Últimamente, en la disputa política, particularmente los zapatistas en México, introdujeron la propuesta de “luchar por la izquierda y desde abajo”, para incorporar a actores que no se identifican totalmente con la izquierda pero que no son de derecha.
Esto quiere decir que hay otros grupos, especialmente los pueblos y las comunidades indígenas, que no han sido validadas o reconocidas, los que parten desde otras racionalidades, ontologías y epistemologías; o que son diferentes o que difieren de aquellas que han sido establecidas o delimitadas como las científicas, legales, reales y posibles, y que son estrictamente las creencias occidentales o eurocéntricas.
De una u otra manera, la “izquierda” y los “de abajo” luchan al interior del sistema oficial o legalizado, por reivindicaciones particulares dentro del mismo sistema construido o batallan por la toma del poder del Estado. Pero, hay quienes se han mantenido fuera, como informales o aislados, y que no les interesa integrarse o asimilarse dentro de la legalidad y la institucionalidad establecida, ya que están en desacuerdo con los paradigmas habituados por la sociedad dominante. Esto es, que están afuera o al exterior de la racionalidad impuesta.
Esta racionalidad absolutista ha sido promovida y aplicada principalmente por Europa y EEUU, como que son irrefutables o superiores, y hasta hace muy poco como la única, en una actitud y una posición monocultural que se asumía como universal. Es la onto-epistemología patriar-capitalista que se reconoce, en su pensamiento lineal y progresivo, como la más avanzada y desarrollada de toda la humanidad y de todos los tiempos históricos. Es la razón antropocentrista que pone al hombre (no: la mujer) como centro y medida de todo y de todas las culturas del planeta.
En diferencia o en diversidad a esta monovisión existen otras co-racionalidades[1] que provienen de fuera de Occidente y del Asia Occidental, las que no parten o tienen a la razón como única o la sola forma de conocimiento; sino que interrelacionan múltiples inteligencias, donde el pensamiento no es el único ni necesariamente el mejor elemento para interiorizarse en el redescubrimiento o en el despejar de la “realidad”, a partir de la toma de conciencia.
Esta es una conciencia policultural que respeta y reconoce las diversas formas de la existencia, y las diferentes expresiones de vivir la vida por parte de los seres humanos. Es una coracionalidad que intercomunica lo masculino y lo femenino, el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro, el nivel de arriba y el nivel de abajo, y otras reciprocidades y correspondencias, como parte del equilibrio o de la armonía complementaria, como principio natural del poliverso o del caosmos (caos + cosmos).
Es una filosofía que entiende al ser humano como parte de la naturaleza, esto es, que el ser humano es naturaleza que vive en el continuum y reproducción de lo natural, y por ende, sus saberes y conocimientos no provienen exclusivamente de sí mismo sino de toda la naturaleza o de la vida en su conjunto. El ser humano no es un ser privilegiado ni particular, sino que es la expresión o el resultado comunal de todo lo que llamamos la coexistencia.
Los saberes de la tierra o ambientales o naturales o cósmicos (terrasofía[2]), están mucho más allá de la ciencia positivista y objetivista del pensamiento occidental o eurocentrado. La ciencia oficial está limitada y circunscrita al nivel de inteligencia del científico y de sus métodos, mientras que el saber vital o terrasofía se expresa desde la conciencia infinita provenientes de todas las fuerzas y saberes de la vida.
Esta epistemología vital emerge como una totalidad (aunque no totalizadora o totalitaria) en su sentido de integralidad y de relacionalidad entre todo y con todo, a diferencia de la epistemología científica que divide, separa, esquematiza, y hasta juzga y sentencia, al punto de haberse convertido en otra religión o en la moderna religión monoteísta.
La gnoseología ambiental es una comprensión de tipo espiral, que sube y baja, que se expande y se achica, que se abre y se cierra, que se mueve y se estabiliza, entendiendo a la vida desde la variedad y la multiplicidad. No entiende a la vida como una contradicción ni como una negación de lo opuesto, tal como lo plantea la dialéctica; sino como el de un “saber de la complejidad” que abraza la oposición y lo diferente, como la forma en que la vida encuentra su armonía y equilibrio entre fuerzas dispares, para su estabilidad dinámica y la reproducción infinita en la coexistencia.
El racionalismo o la razón instrumental nacida en occidente ha pretendido negar y anular otros saberes o ha buscado reducirlos a sus intereses económicos y geopolíticos, para que estén al servicio de la dominación y domesticación como forma de vida, empezando por todos los seres de la naturaleza hasta los seres humanos no-blancos, no-judeocristianos, no-ricos, etc.
Mientras la mono racionalidad busca la homogeneización y uniformización en el pensamiento único o monocromático, la conciencia coracional de la terrasofía promueve la heteregoneidad entre todos los senti-pensares provenientes de los seres humanos, como también de cada uno de los seres que constituyen la vida, que son parte de la cosmo-espiritualidad de la existencia.
Entendiendo que cada manifestación o capacidad vital del ser humano, como las emociones, sensaciones, intuiciones, etc, no existen vanamente ni han aparecido como algo secundario o subestimado, sino que tienen su función y cumplen su parte para que sea posible la vida, si faltara una de ellas ya no sería la vida infinita que se ha recreado milenariamente en esas condiciones. Incluso, en la etapa de la Ilustración, en Occidente pretendieron anular u obstruir las otras facultades y solo deificar a la mente: pienso luego existo (Descartés). Hasta que Jung planteó la noción de “aliarse con la sombra”, antes que pretender acabarla o liberarse de ella.
El Saber de la Tierra llama y convoca a abrirse a la multidimensionalidad e interseccionalidad, para provocar un diálogo entre saberes naturales y culturales. No solo un diálogo entre ciencias, sino un diálogo entre múltiples formas de conocimiento, en la cual la ciencia es una parte, valiosa y necesaria, pero no la única ni la mejor. Afortunadamente, ahora en el propio Occidente, desde la física relativista de Einstein hasta la física cuántica, hay un cuestionamiento a estas creencias.
La Terrasofía se fundamenta en las leyes de la naturaleza o de todos los ecosistemas vitales, como por ejemplo, la entropía, la sinergia, la simbiosis, la homeostasis. Todo lo cual se lo aplica a lo social, económico, político, cultural, espiritual, medicinal, etc. para recrear un sistema comunitario que reproduce en escala humana a la naturaleza en su diversidad y complejidad.
Esto se resume principalmente en principios como la complementariedad, la reciprocidad, la armonicidad, el equilibrio, la equidad, la correspondencia, la polaridad, la ciclicidad, la espiralidad. Paradigmas muy diferentes a los principios monológicos, especialmente de la racionalidad económica y productiva, que cree únicamente en la competencia, la lucha de clases, el libre mercado, el extractivismo, las guerras de conquista, etc.
En este sentido, la propuesta desde la Terrasofía es rebasar las visiones unicistas y universalistas, para caminar con la sabiduría de la vida que se expresa en todas sus manifestaciones llamadas Tierra, Cosmos, Universo, resumidas en Poliverso, como las formas de conocimiento más viejos y más profundos de la existencia, pues de todos ellos, el ser humano es el último y más joven en haber aparecido, y principalmente, porque él es el resultado de todos ellos o todos los anteriores son sus ascendientes o sus progenitores.
Esto conlleva la dimensión de saberse “Hijos de la Tierra” y no el de matricidas que la asesinan paulatinamente, sin comprender que ello nos está llevando al suicidio colectivo como especie. Si queremos sobrevivir, tenemos que superar a las visiones políticas de derecha e izquierda, que son las que dirigen este mundo, para recrear y criar otra humanidad que rehaga o renazca otro mundo.
La “Vía del Buen Vivir” se convierte en el paraguas que aglutina a diferentes pensa-sientos de todas las culturas, que han recreado por miles de años sistemas de vida en conjunción y respeto con la Madre Tierra o la Pachamama. No se trata de ir a nuevos experimentos o modas como se ha acostumbrado a lanzar la modernidad, sino en continuar tejiendo los saberes construidos colectivamente por los pueblos, y no seguir el camino de las élites intelectuales o económicas que ahora están formando un gobierno mundial para controlar a toda la población bajo el pretexto de que son el mal, la oscuridad, el diablo, terroristas, atrasados, subdesarrollados, etc.
La Terrasofía o Yachay Pacha (en idioma kichwa) como Filosofía del Buen Vivir invita a que nos reconozcamos que somos “Tierra que Camina” y andemos amorosa y sabiamente por la naturaleza o la vida, para poder llamarnos seres racionales o sabios, pues ahora como estamos viviendo somos totalmente irracionales.
Y todo eso implica, no solo una acción “desde abajo” sino principalmente una recreación “desde afuera”, desde la exterioridad a todo lo establecido como válido y mejor. Desde la Terrasofía, el camino para redirigir el horizonte es desde el Buen Vivir, construyéndolo “desde abajo”, y principalmente “desde afuera” a lo estatuido o determinado.
Alteridad y alternatividad
[1] Utilizamos el prefijo CO en la formación de palabras que significan: ‘unión’, ‘participación conjunta’, ‘compañía’. Y también en referencia o analogía con el corazón, como órgano que tiene su propio cerebro y que también tiene connotación con los afectos, la sensibilidad, los sentimientos, las emociones.
[2] “Terrasofía” es un neologismo nuestro o que hemos acuñado este término, que integra y reconoce a la Tierra (y en general a todo el poliverso) como un ser con su propia sabiduría y conocimientos, del cual el ser humano es una expresión o manifestación de ella.