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El fascismo, el nazismo y todas las concepciones colonialistas, nacionalistas, racistas, clasistas, etc., han vuelto nuevamente a cobrar vigencia en el mundo, especialmente en occidente, en donde nacieron y a quienes se deben, desde los remanentes de la época medieval más cruenta y dura que ha padecido la humanidad en su conjunto o, al menos el pueblo europeo.

La extrema derecha quiere “reconquistar” (término propio de ellos) la época monárquica más conservadora para poner a todos nuevamente en manos de los reyes y/o de las élites millonarias. Para ello, se apoyan principalmente en el fracaso de la izquierda, especialmente a nivel económico en los países (llamados por ellos) como el “tercer mundo”. Y luego su bandera de acción es el enfrentamiento a las políticas de igualdad sexuales, culturales, raciales, de género, etc., empujadas por grupos feministas, ecologistas, indigenistas, etc.

Políticas todas ellas loables pero insuficientes para un cambio estructural, en tanto, se quedan en las ramas, sin ni siquiera llegar al tronco o meollo, y ni remotamente a las raíces de todo lo que representa este paradigma a nivel ontológico y epistémico. Políticas parches que terminan reajustando y reacomodando el sistema, es decir, la derecha con sus políticas neoliberales le ha puesto en jaque al capitalismo, y la izquierda le ha arreglado con reformitas para que no se hunda.

La izquierda reformadora, mesiánica, prebendalista, no ha comprendido que hay que dejar que el capitalismo se caiga, y empezar a construir el “nuevo mundo” desde nuevas bases y no desde el mismo sistema que cuestionan. El “hombre nuevo” no debe (ni va a surgir) esperando a que un día el capitalismo se vuelva cenizas, y peor levantarlo desde sus cenizas como dicen otros; sino, promoviendo aquí y ahora una economía autonómica, cooperativa y asociativa (no dependiente del Estado), y fortaleciendo a las comunidades y unidades económicas milenarias desde adentro y/o desde fuera del Estado.

Si al menos, la izquierda hubiera logrado resultados económicos positivos se tendría esperanza, sin olvidar, que en algunos países (autodenominados como primer mundo) hubo un realce o repunte material, éste ha sido con un alto precio ecológico, que ha implicado un empobrecimiento general del planeta como tal y principalmente de los países dependientes o colonizados. Quienes paradójicamente son los que tienen los llamados “recursos naturales” en sus territorios, pero que no les sirve para su beneficio propio sino para las corporaciones mundiales y unas migajas para las élites locales, con las que crean “falsos-positivos” en las poblaciones más pobres.

Esto nos deja ver que las tácticas y estrategias de la izquierda están fallando, en la medida que la derecha y la extrema derecha se reconfiguran y remontan en una buena parte de la población mundial, no solo en la occidental, y ni siquiera solamente entre las élites no-occidentales, sino también entre los pobres de todo el planeta, quienes votan por la derecha en su desesperación y por el desencanto que ha generado la izquierda y demás movimientos sociales afines. Pero la izquierda culpa a los pobres de la remontada de la derecha, diciendo que no tienen conciencia de clase, como que ellos fueran máquinas que adquieren naturalmente la conciencia de clase. Sí así pensará la derecha no estarían en el nivel en el que está, por el contrario, saben cómo generar expectativas, algo que a la izquierda le falta.

La lucha contra las discriminaciones, sin la resolución material y, principalmente, sin una formación política de la población, solo ha provocado que una élite de mujeres, de personas lgtbi, de sectores racializados, de grupos inmigrantes, etc., accedan a sitios de poder y, algunos de ellos hasta sean más conservadores que propios personajes oficiales. Por ejemplo (solo para nombrar unas pocas figuras actuales), la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von der Layen, que viene llamando a una guerra contra Rusia y que no ha hecho nada por Palestina. La derechista Kaja Kallas jefa de la diplomacia Europa y quien dice que no hay que temer a las bombas atómicas. La extrema-derechista presidenta italiana Giorgia Meloni. El ex primer ministro del Reino Unido el inmigrante hindú Rishi Sunak. Los portavoces en Naciones Unidas de EEUU son de origen africano, y han votado varias veces en contra de Gaza y Palestina. La portavoz de Joe Biden, la mujer de origen africano Karine Saint Pierre. Etc., etc.

Toda esta gente no tiene conciencia de género, ni de clase, ni cultural, ni identitaria, ni ecológica, ni descolonial. Quieren convertirse en nuevos ricos, en nuevos famosos, en nuevos patrones, en nuevos empresarios, etc. Es decir, la izquierda ha trabajado para abrir derechos, los mismos que son criticados por la derecha, pero a la final, un grupo de estos beneficiados trabaja para la derecha. Muchos de ellos se han dado cuenta que con la política se puede hacer mucho dinero sirviendo a los intereses de la derecha, y de los cuales reciben buenos aguinaldos. De hecho, casi todos los políticos de la derecha vienen de sectores medios y pobres, que han hecho de la política su catapulta para hacerse ricos rápidamente, pues las élites les recompensan muy bien.

Si bien, con los derechos logrados también se han abierto las puertas a gente de izquierda y de los movimientos sociales, su acción termina básicamente en el estado y en lo legal, creyendo que lo principal son ganar en derechos a nivel parlamentario. Lo cual, en la práctica resulta ínfimo y mas bien les da argumentos a la derecha que controla los medios de comunicación mundial para imponer su agenda conservadora, cuando hay una población que en su mayoría no está lista ni abierta para aceptar o acoger ciertos derechos, especialmente de los gltbi, incluso, muchas mujeres rechazan las visiones feministas. Lo que en vez de constituirse en una avanzada se convierte en un frenazo. Cuando lo más importante es concentrarse en lo ecológico y lo de clase, para ahí ganar en conciencia en la población. Por el contrario, la derecha pone énfasis en lo femenino, gltbi, migración, racial, religioso, como puerta de entrada en la conciencia de la gente.

En este sentido, abrir el Estado y todo su aparataje institucional, es abrir las posibilidades para que sean utilizados por las élites coloniales, quienes directamente o sino a través de “felipillos” o de capataces las utilizan para someter a las mayorías poblacionales. Por ejemplo, hoy existen algunos profesionales universitarios que provienen del pueblo pobre, que se han beneficiado de los derechos estudiantiles conseguidos, pero que luego no trabajan para cambiar la situación de pobreza de quienes no han logrado aprovechar de una educación universitaria, y más bien se convierten en críticos de ellos o se transforman en neo y/o recolonizadores de su gente, por ende, sirviendo a la derecha. Es decir, recibir una educación oficial no los vuelve de izquierda, ni revolucionarios, ni con conciencia de clase; todo lo contrario.

Todos ellos viven un proceso de arribismo, de aburguesamiento, de individualismo, es decir, terminan formateados en los cánones del sistema consumista, depredador, colonizador, impuestos al mundo por los paradigmas monoteístas, políticos y religiosos, todos ellos nacidos en occidente. Entonces, el problema es más profundo, es occidente como tal, es decir toda la estructura monárquico-republicana eurocéntrica globalizada. Lo que quiere decir que otro mundo será posible fuera del pensamiento y modelo greco-latino que rige en su mayoría al mundo actual, dicho de otra manera, saliendo del actual sistema institucional “democrático” y “libre” que dirige el mundo, y generando uno totalmente diferente al creado por la modernidad.

Cuando las izquierdas apuntaban solamente a lo clasista le iba mejor, aunque si bien era necesario tener presente los otros tópicos que van más allá de la clase, tampoco han comprendido que lo fundamental está más allá de todo ello, que es lo cultural, filosófico, cósmico, espiritual.  

La izquierda y los movimientos sociales siguen sin comprender lo estructural y en su noción de avanzar poco a poco (cortoplacismo) solo logran que el propio sistema se vaya robusteciendo y subsistiendo con los arreglos que logran hacerle al sistema que dicen cuestionar o que queiren cambiar. Entonces, el asunto orgánico no es la discriminación o la igualdad como tal, sino las instituciones que constituyen y sostienen el régimen, pues dichas instituciones pueden ser dirigidas por viejas o nuevas élites conservadoras, ahora de distintos fenotipos o culturas o géneros.

El Estado como sistema de dominación (como dicen los marxistas) es simplemente asimilado por estas nuevas élites multicolores, que en unión con las viejas blancas sostienen el mismo patrón. La noción de lo igualitario o de iguales derechos no sirve para abrir otro mundo, sino más bien para reconsolidar el capitalismo o hacerlo más democrático, es decir, para hacer un capitalismo más suave. En la práctica la derecha resulta ser contra capitalista y la izquierda pro capitalista, esto es, la derecha en su voracidad acumulativa le tambalea al sistema (que quieren mantener), y la izquierda en su misión salvadora le estabiliza al sistema (que quiere cambiar).

La izquierda no comprende que el ser parte del Estado, le conduce innegablemente a convertirse en un dominador, consciente o inconscientemente, pues el Estado no está conformado por gente de izquierda, ni sus instituciones en su constitución y configuración tiene una estructura de izquierda. Por eso, las izquierdas en el poder han llegado a ser igual de autoritarias, dictatoriales, y corruptas que la derecha.

Entonces, no se trata de cambiar por arriba o por las ramas sino por abajo o por las raíces, pero no desde las raíces del sistema que se quiere tumbar, sino sembrando otras raíces para que den otros frutos. Por tanto, el problema central no es la falta de acceso a los beneficios de lo público o del Estado, sino que el problema es el Estado como tal. En este sentido, el inconveniente no es la falta de democratización para que acceda más gente al poder institucional o al Estado, sino que el problema es la existencia de la democracia como tal, especialmente la electoral, la que sirve para dividir y confrontar a la población a través de los partidos políticos, como la forma más segura de mantener el status quo.

Poder institucional que ahora está también dirigido por privilegiadas mujeres, inmigrantes, minorías sexuales, ecologistas, indigenistas de derecha; quienes confunden y crean “falsos positivos” en la población y la que también aspira a devenir como ellos. Hasta antes del acceso a estos derechos, todos ellos estaban unidos bajo las distintas discriminaciones, ahora todos están separados y peleados por el control del poder económico y políticos para sus grupos particulares.

Y lo mismo podemos decir de las demás instituciones creadas o existentes, llámese el parlamento, el derecho o la justicia, los partidos políticos, las fuerzas represivas, la iglesia, las escuelas, las universidades, etc. Todas estas instituciones formales cumplen el propósito de mover al sistema para que perviva indefinidamente. De ahí, que la salida fundamental a todo ello es por fuera del estado o por fuera del sistema en su conjunto.

Por tanto, confirmamos una vez más, que no es un cambio positivo el que ahora haya mujeres en las fuerzas represivas, todo lo contrario, estas instituciones se han robustecido con la presencia de mujeres, y más todavía con mujeres no-blancas. Los grandes ejércitos occidentales están conformados por inmigrantes o por sectores empobrecidos, quienes pasan a ser los defensores militares de los estados-nación racistas, clasistas, sexistas; y en caso de guerra, son los primeros y los más en morir. Irónicamente, el pueblo matando al propio pueblo, defendiendo a las élites mundiales de los “terroristas”, antes decían de los “guerrilleros”.

De que serviría que haya una Juana Paula II en la iglesia católica, la misma que podría ser más conservadora que el difunto papa polaco Juan Pablo II. Y así con muchas mujeres, en diferentes órganos e instituciones. Ahora la derecha y la extrema derecha tienen parlamentarias, juezas, alcaldes, presidentas, etc., muchas de las cuales trabajan mucho mejor que hombres de izquierda y hasta varones de derecha para reanimar y prolongar el sistema estatuido.

Todos los intelectuales de izquierda se esfuerzan en cómo mejorar y ampliar el estado, la democracia, el derecho, los partidos políticos, y demás instituciones u organismos. Todos ellos se plantean un cambio en lo económico, en aumentar derechos a los trabajadores, en mejorar ciertas condiciones de vida, pero ninguno de ellos se plantea algo paraestatal o pos-sistémico. Por el contrario, buscan más intervención estatal, por ende, menos participación comunitaria, que es el otro modelo o paradigma de vida, al que deberían promover o despejar como alternativa profunda.

Es decir, la derecha se plantea más privatismo o menos intervención estatal, y la izquierda al revés, cuando la experiencia mundial, milenaria, y cultural, ha sido lo comunitario. De lo cual, la izquierda actual ya ni siquiera se lo plantea, al menos la vieja izquierda lo planteaba, aunque se equivocó en su implementación, que devino en un totalitarismo y no en algo verdaderamente comunitario. Su equivocación no se debió a la noción de lo comunitario sino a su visión estatista, verticalista, centralista, partidista, todo lo cual es anti-comunitario.

Ambos grupos han polarizado el debate en más o en menos intervención estatal, pero nadie de ellos se plantea otro sistema desde otras instituciones con otros paradigmas. La izquierda dice que busca otro sistema, al que le llaman socialismo, pero con las mismas instituciones. Es decir, más de lo mismo, pero supuestamente serán más justas. No son conscientes que la dominación se ha vuelto cada vez más sutil, en que ahora el llamado “hombre libre” se auto esclaviza voluntariamente, cuando se impone a sí mismo largas jornadas de trabajo y hasta muere por exceso laboral por su propia auto explotación.

Entonces no se trata de montarse o tomarse el Estado para servir al pueblo, pues en la práctica se transforma en burocracia y corrupción. Los diputados y demás funcionarios de izquierda en los distintos organismos, en su mayoría, pierden tiempo, energía, recursos, en peleas insustanciales, cuando lo primario es dedicar todo el esfuerzo a organizar y educar a la población para que haga su propia transformación, no para que les den haciendo desde el estado y desde el gobierno.

Por tanto, se trata de sobrepasar o de superar al Estado, grande o pequeño, por un sistema confederado de comunas, como existió por miles de años en todo el mundo. El sistema actual tiene unos 2.000 años de existencia y apenas 400 años de consolidación con el capitalismo privatista como tal, mientras el sistema de propiedad comunal tiene miles de años.

Tenemos la experiencia acumulada milenaria que nos da luces y guías para una nueva etapa, para ajustar las debilidades del sistema comunitario y no caer en los experimentos comunistas, los que solo han dado argumentos y pretextos para que la derecha se fortalezca.

Consecuentemente, no es suficiente con querer otro mundo y buscar otros horizontes, pues, sin desearlo o quererlo, se puede estar trabajando para el enemigo que para los ideales que se anhelan. No se trata de terminar con las discriminaciones y desigualdades por vía legal, sino en superar el sistema que lo genera y promueve, sin pretender hacerlo más justo, pues en el fondo terminará siendo más injusto, cuando se da la vuelta en lo mismo o se perenniza el círculo vicioso.

Todo esto conlleva saber cómo lograrlo pues puede resultar que el tiro salga por la culata, de hecho, eso ha sido la experiencia de la izquierda, la que, en su visión mesiánica, salvadora, cortoplacista, foquista, guerrillera, etc. han puesto, sin quererlo, la alfombra roja para que lleguemos al nivel en que estamos, en todos los órdenes, especialmente a nivel ambiental.

Mas allá, de sí están de acuerdo o no con lo que planteamos, lo cierto es que la izquierda está en crisis, y debería reflexionar con todos los movimientos anti sistema y contra sistema, como los zapatistas y otros grupos autonómicos, quienes ya están construyendo el “mundo nuevo” y hasta viviendo el “hombre nuevo”. Es hora de bajarse de la nube y pisar la tierra, si quieren ser parte de la nueva historia que ya se está escribiendo.

Atawallpa Oviedo Freire

Por Alteridad

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