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Atawallpa Oviedo Freire
El nivel de colonialismo alcanzado es tal, que incluso los defensores de los incas hablan de incario (imperio inca), incanato (sultanato inca), reyes, princesas, estado, dios, religiones y un sinfín de otras categorías o componentes de las instituciones occidentales propias de sus ontologías y epistemologías específicas. Incluso, intelectuales y escritores de renombre extrapolan estas características tan fácil y mecánicamente, reflejando el hecho de que el colonialismo ha sido interiorizado, digerido y asimilado, hasta el punto de que sin darse cuenta se han convertido en neocolonizadores y recolonizadores. La única diferencia radica en el grado de colonización presente en cada uno de ellos.
Es más, muchos de ellos tienen un fenotipo indígena o son de origen amerindio, pero reproducen los modelos coloniales establecidos por los primeros invasores, como cronistas, sacerdotes y autoridades. Leen las crónicas de forma literal, acrítica y sin discernir los contextos y subtextos culturales de quienes escribieron desde sus propias lógicas y juicios.
Incluso figuras como Guaman Poma, Santacruz Pachakuti, Fray Varela, Inca Garcilazo de la Vega, entre otros, de padre español y formados en el catolicismo, deben ser leídos con ojo crítico. Por lo tanto, todos los primeros escritores que narraron sus historias, así como los más recientes, deben ser leídos desde la perspectiva de su condición personal y de la formación académica formal e informal en la que fueron criados en sus familias y educados académicamente.
Occidente ha tenido su propio proceso de construcción que le ha llevado a configurarse de la manera que lo ha hecho y que todos conocemos. América o Abya Yala también tuvo su propio proceso, muy diferente al europeo, que generó un sistema de principios y valores radicalmente diferente al occidental; y sólo a partir de la invasión monárquica europea se ha introducido violentamente en el esquema occidental que todos hemos vivido y conocido.
Si América hubiera sido idéntica o similar a Europa en sus ontologías y epistemologías, los pueblos de estos dos continentes se habrían integrado fácilmente, pero como todos sabemos, ha habido 500 años de desencuentros, porque se trata de dos pueblos muy diferentes, como se puede comprobar todavía hoy a pesar de cinco siglos de imposición de la cultura occidental. Por consiguiente, tomar las instituciones occidentales y superponerlas o asimilarlas a las instituciones amerindias es un acto de colonialismo puro y duro. Igual que hicieron los primeros invasores cuando introdujeron sus propios sistemas, anulando o destrozando los existentes; y lo mismo hacen los intelectuales o estudiosos de hoy cuando aceptan estas categorías occidentales para referirse a las andinas. No se trata de términos ni de encontrar palabras para explicar, sino de sustancia y estructura.
Por supuesto, en todo proceso de colonización es normal que haya un colonialismo absorbido, y es bastante comprensible que a muchas personas les cueste ver las dependencias que se encarnan. Sin embargo, a estas alturas del conocimiento y de la ciencia, ya no hay justificación para no proceder a una descolonización amplia, urgente y profunda. A continuación vamos a demostrarlo. Sin dejar de señalar, que en nuestro caso seguimos descolonizándonos y posiblemente hayan errores en lo que vamos a exponer.
El proceso occidental tiene a la propiedad privada como origen o eje central de su aparición como tal, es decir, cuando reemplazaron o superpusieron la propiedad comunal que había existido por miles de años en la Europa indígena, para dar lugar a un sistema totalmente diferente que confluiría en la construcción de lo que hoy llamamos Occidente. La propiedad privada nunca apareció en América, y sólo cuando los invasores monárquicos europeos la impusieron apareció el privatismo en este continente.
Históricamente, el tipo de propiedad ha sido el elemento central que establece dos tipos de ontologías y epistemologías muy diferentes. Incluso en Europa, cuando el modelo comunitario desapareció para dar paso al sistema privatizado. El primero en una estrecha relación con la tierra que lo nutre, mientras que el segundo domesticó la naturaleza hasta cosificarla.
En otras palabras, el paradigma de la relación con la naturaleza determina prototipos de mundos, pueblos que viven en comunión con la Madre Naturaleza y, por otro lado, pueblos que han roto con ella (matricidio). Esta ruptura dio lugar a las categorías de salvaje y primitivo (aún presentes hoy en día), que fueron establecidas o determinadas por quienes se separaron de la naturaleza y se autodenominaron civilizados.
La categoría civilizado / salvaje es una invención occidental y está ligada a otra serie de binarismos o dualismos, como: ser humano / naturaleza, cultura / naturaleza, sagrado / profano, etc. En América, esta ruptura o división nunca se produjo; tenían (y tienen) una visión integral e interdependiente de la existencia y de la «realidad». Además, como ya hemos dicho, los pueblos indígenas de Europa también tuvieron una visión integral, que perdieron como consecuencia de la colonización logocrática que sufrieron, al igual que América y Abya Yala lo han experimentado en los últimos 500 años.
La propiedad privada es el proceso de apropiación sucesiva de la naturaleza, incluidos los seres humanos, que pasan a ser esclavos o propiedad de los patriarcas y luego de los monarcas. Esta apropiación ha conducido a la progresiva descomunalización de la vida y, al mismo tiempo, a su desacralización, ya que antes se la consideraba sagrada. Durante miles de años, hubo una relación sagrada con todo lo que existía, hasta que la noción de lo profano apareció por primera vez en la historia de la humanidad, siendo ésta otra dicotomía más.
La mercantilización de la naturaleza tiene su origen en la desacralización de la madre tierra, que pasó de ser proveedora a mercancía y fuente de enriquecimiento, proceso que continúa hasta nuestros días. Afortunadamente, se ha iniciado un proceso de reajuste, con el despertar de las conciencias vitales o biocéntricas que han situado la vida al principio y al final de todo, como en la era comunitaria y en el continuum de la naturaleza.
La privatización de la vida ha dado lugar al concepto de individualidad en relación con la comunidad o lo grupal. El individuo nace y se sitúa por encima de los demás, situación totalmente diferente a la de la comunidad, donde podía haber un líder o director general, que era un gestor con ciertos privilegios y no el único propietario de todo lo que existe.
Lo comunitario fue un sistema con características propias en diferentes partes del mundo, que mantuvo como eje central el espíritu de grupo o asociación; en cambio, lo poscomunitario o privatista surge en oposición y diferencia a esto. Esta individuación generará una serie de categorías, valores e instituciones, que se concentrarán y centralizarán en un único individuo. Esto es muy diferente de la comunidad, donde, aunque existe una jerarquía, no hay una visión de personalización ni de fragmentación.
Muchas personas piensan que en toda jerarquía, la dominación se centraliza en una sola persona. Según la perspectiva andina, en la naturaleza existen jerarquías dimensionales, el mundo de abajo sostiene al mundo de arriba y el mundo de arriba sostiene al mundo de abajo, son interdependientes y se necesitan mutuamente. La visión igualitaria es una visión eurocéntrica de izquierda, porque en la comunidad también hay jerarquías, que funcionan en red y se corresponden entre sí. El mundo andino no tiene el concepto de horizontalismo ni de igualitarismo, porque busca el equilibrio entre lo horizontal y lo vertical. Esto es muy diferente de las jerarquías privatizadoras donde se pierde la complementariedad y todo se concentra en un solo actor, hasta llegar al extremismo neoliberal que glorifica al individuo.
En el sistema establecido en el Tawantinsuyu, el Inca existía como organizador de todos sus miembros, de modo que funcionaban orgánicamente y en beneficio de todos sus habitantes, aunque con diversos grados de diferencia. Un poco como el presidente de hoy, que no es dueño de un territorio, sino que lo administra. La diferencia es que las repúblicas actuales funcionan con un sistema de propiedad privada, mientras que en el Tawantinsuyu eran una confederación de comunidades, lo que permitía a todos disfrutar de un alto nivel de vida.
Los cronistas no afirman haber encontrado pobreza en toda América, sino grandes riquezas y ninguna gran desigualdad. A diferencia de Europa, que vivió en una gran desigualdad tras más de 1.000 años de guerras, lo que generó una gran pobreza y, en consecuencia, la aparición y exacerbación de la delincuencia, grandes enfermedades (plagas, epidemias), mucho sufrimiento, etc. Esto es muy diferente de las Américas, que eran pueblos sanos, que solo cuando llegó el invasor enfermó con bastante facilidad y fueron aniquilados por las «enfermedades blancas». Había tanta riqueza en América que las monarquías se la llevaron consigo, lo que les permitió salir de la pobreza y del periodo medieval, sin el cual este periodo oscurantista se habría prolongado y no se habría producido el renacimiento europeo.
El sistema de privatización o individualización consistió en generar figuras únicas de señor o soberano sobre enormes territorios bajo los nombres de reyes, monarcas, césares, majestades, zares, sultanes, etc. en Europa y Asia occidental. Todos ellos tienen su origen en esta última región, concretamente en Mesopotamia, y luego fueron impuestos por los babilonios en todo lo que se conoce hoy como Oriente Próximo y Oriente Medio. Pero fueron los persas quienes impusieron este sistema a los griegos, que a su vez lo impusieron a los romanos, y los romanos a toda Europa. Por eso los propios europeos dicen que Mesopotamia es la cuna de la civilización occidental.
En el caso americano o abyayalano, no había señores ni soberanos sino, como ya hemos explicado, administradores con ciertos poderes. En la confederación del Tawantinsuyu, los incas seguían las recomendaciones del consejo de los cuatro suyus (regiones), que a su vez escuchaban los consejos de las markas (subregiones), hasta llegar al consejo de los ayllus (comunidades).
Este sistema en red permitió a los tawantinsuyanos convertirse en una potencia económica, cultural, agrícola, hidráulica, arquitectónica, vial y sanitaria admirada por la ciencia moderna, lo que les llevó a ser considerados como grandes culturas de la humanidad. Su nivel de vida era tal que no desarrollaron armas sofisticadas, lo que posteriormente resultó ser su desventaja cuando llegaron los invasores realistas, quienes, por el contrario, habían desarrollado armas sofisticadas porque su modo de vida giraba en torno a la guerra, con todo lo que ello implica. Si los Incas hubieran sido un imperio, habrían desarrollado armas acordes con su alto nivel de conocimientos en diversas ciencias.
Dicho esto, los Incas (ni nadie en América) eran reyes, monarcas ni nada por el estilo, por lo que no existieron imperios ni sultanatos, como para llamarlos incario o incanato, respectivamente. Sería absurdo que alguien en Europa inventara y hablara de una «europinca» o en Oriente Medio de una «musulminca» o algo por el estilo. Sólo una mentalidad colonizada y acomplejada podría inventar tales asociaciones. Sólo faltó que se inventaran la palabra «incésar» o «incazar».
Dentro de las autoridades incas, no todos los miembros de las familias incas podían llegar a ser autoridades, sino sólo los más instruidos o los más cualificados. Los incas tenían varios hijos, pero sólo los más capacitados podían ascender hasta el rango de Inca Sapan. El sistema inca, que en algo se puede comparar al europeo, es que eran una especie de aristocracia, o, con la India una variedad de casta, en el sentido de que eran familias cerradas que gobernaban, pero no podemos hablar de una «nobleza inca», porque no gestionaban los territorios según la lógica de la propiedad privada y no eran absolutistas. Tanto es así que los incas cultivaban sus propios vegetales. Los ayllus (grupos de comunidades) desempeñaron un papel fundamental; constituyeron el núcleo básico para el funcionamiento eficaz de la red organizativa del Tawantinsuyu.
Tan cierto es esto, que aún hoy, después de 500 años, en ciertos lugares remotos donde la civilización no ha alcanzado el individualismo, sigue existiendo el espíritu comunitario, donde el individuo como tal no tiene anclaje ni valor. El individuo no existe solo, sino que existe o se manifiesta en relación con todo lo demás, de modo que nunca ha existido un carácter individual separado y exaltado, sino siempre integrado en la red comunitaria. El individuo no existe en un nivel jerárquico, sino siempre en interdependencia con el sistema en su conjunto y no por encima de él.
Al mismo tiempo que aparecían los reyes, aparecían los esclavos, dando lugar al sistema esclavista, en el que todo el mundo se convertía en esclavo, súbdito o vasallo de la nobleza. El rey era el dueño absoluto de la tierra y de todos sus habitantes, incluida la nobleza, aunque ésta conservaba ciertos privilegios de clase. La esclavitud nunca surgió en América como sistema social o modo de producción, como dicen los marxistas. De hecho, el marxista francés Piketty explica muy bien la esclavitud. Una cosa es un sistema DE esclavos, que es lo que es la esclavitud, y otra es un sistema CON esclavos, que en el caso del sistema comunal podía tener grupos de esclavos, pero eran elementos accesorios o desviaciones parciales del sistema comunal, sin que esto fuera esclavitud en sentido estricto.
Los mitimaes no eran grupos de esclavos, sino pueblos que eran trasladados de un lugar a otro con fines de expansión; eran grupos que llevaban el conocimiento a otros pueblos, una especie de emisarios para la promulgación del sistema incaico (incaico: propio de los Incas) de conocimiento y de vida, con el fin de extender el Tawantinsuyu.
Los cronistas afirman que los Incas respetaban las creencias de los pueblos incorporados al Tawantinsuyu, y que la violencia sólo se producía cuando alguien se resistía a formar parte de la gran confederación Inca. La expansión se logró más a través de acuerdos y matrimonios que de la guerra, y esto habla de un tipo de expansión diferente, que no era imperial, la que utiliza la fuerza y el deseo de dominar a los pueblos vencidos, sino que, por el contrario, los Incas compartían todos sus conocimientos para elevar el nivel de vida de estos pueblos.
Europa fue también un territorio comunal o comunitario, tanto que aún hoy existen los nombres de los pueblos como comunas, pero después de ser invadidos por el Imperio Romano, se convirtieron en esclavos e integraron la esclavitud romana como un sistema social postcomunitario. Con la invasión romana pasaron de una etapa de comunas CON esclavos a una etapa en que dejaron de ser comunas y se convirtieron en sociedades, para finalmente convertirse en una sociedad DE esclavos. La sociedad es un sistema de individuos, la comunidad es un sistema de familias ampliadas. La comuna CON reyes se convirtió en una sociedad DE reyes, para devenir finalmente en una sociedad DE esclavos o sistema esclavista.
América nunca vivió bajo un sistema esclavista, ni siquiera cuando llegaron los invasores europeos, porque para entonces el feudalismo ya había aparecido en Europa e impuso en América ese sistema. En el feudalismo había grupos esclavizados, pero ya no era un sistema esclavista, sino un sistema feudal CON esclavos. Y cuando invadieron América esclavizaron a sus pueblos, pero no impusieron un sistema esclavista, sino un sistema feudal CON esclavos. Incluso el capitalismo es un sistema CON esclavos, en la medida en que sigue habiendo grupos esclavizados, que son los pobres, pero ya no es un sistema esclavista como tal.
Con la aparición de la monarquía vino acompañada también del surgimiento de la ciudad-estado, el aparato necesario para consolidar al rey y mantener el control sobre la población. La ciudad-estado iba acompañada de un cuerpo de leyes y de una serie de instituciones encargadas de mantener el dominio de los esclavos. Uno de los códigos más antiguos es el de Hammurabi, en la antigua Mesopotamia, cuna de la monarquía y la esclavitud. En ningún lugar del mundo surgió un sistema judicial y penal tan elaborado como en Mesopotamia, porque en ningún lugar había surgido la esclavitud como tal. Sólo cuando la esclavitud se extendió desde Mesopotamia aparecieron otros códigos en otras partes de Eurasia, pero en América sólo aparecieron con la llegada de los invasores monárquicos.
Otra forma de individualización fue la creación del dios único o monoteísta. En la etapa comunitaria de la humanidad, había varios dioses, e incluso, al principio, un mundo poblado de dioses, donde todo era divino, entendido como fuerzas vitales. Por ejemplo, el dios del sol, la diosa de la luna, el dios de la montaña, la diosa del océano, etcétera. Era una visión sagrada de la vida y todos sus poderes eran sagrados, por ejemplo el poder de las nubes, los truenos, los eclipses, la lluvia, etc.
Se trata de un periodo que definimos como espiritual, hasta la aparición de las religiones cuando Dios es enviado al más allá o retirado de la vida y enviado al cielo. En la era espiritual, todos los dioses o poderes del cosmos y la naturaleza están presentes y constituyen la vida misma. En la etapa religiosa, Dios ya no es la vida misma, puesto que la naturaleza y el cosmos se consideran paganos, y el cielo sobrenatural el lugar sagrado donde fija su residencia el «único dios verdadero».
Durante millones de años, Dios como individuo tampoco existió, y lo que es peor, como entidad creadora externa a todo lo que existe. Nunca ha existido la visión de que alguien haya creado todo lo que existe, y peor aún que tenga forma humana (antropocentrismo), y mucho peor que sea un hombre (androcentrismo), y más aún que sea un hombre blanco o de fenotipo europeo (blancocentrismo o racismo).
Nada accidental o gratuito, todo obedece o se delimita en torno a las categorías de individuación generadas por la visión monoteísta, que estaba en reciprocidad con la monarquía, el monopolio, el monólogo, la monogamia, la monocultura, el monocultivo, y una serie de deformaciones monomaníacas, que hoy han alcanzado su apogeo. Pero, al mismo tiempo, se están derrumbado con el renacimiento de las espiritualidades chamánicas en todo el mundo. De ahí, la persecución de las iglesias, sinagogas, mezquitas, es decir, del dios monoteísta a todas las expresiones comunitarias espirituales o chamánicas en todo el planeta.
En América y entre los Incas no existía la noción de un dios único y universal, menos aún que sea el creador y que esté fuera de la existencia. Pachakamak, Illia Tixi, Wirakocha, Pachayachachachik y otros nombres, eran la definición sagrada del cosmos como multiverso, lo que significaba que todo lo que existía en su condición divina o dadora de vida era denominado como tal. Esta totalidad o unidad completa podría llamarse Dios, aunque este término es controvertido por las connotaciones que le da la religión y difiere de la espiritualidad.
Esta totalidad no es monoteísta, sino diversa y multidimensional; considerarla única sería una visión totalitaria. El cosmos es una unidad en la diversidad, por eso para el mundo andino no existe el universo sino el multiverso o pluriverso. Desde el punto de vista occidental, el universo existe, pero desde el punto de vista amerindio y ahora desde la física cuántica, es una caracterización del multiverso. Por lo tanto, decir que los Incas adoraban al dios Pachakamak (y otros nombres sagrados) es una visión individualizada y única, porque el mundo andino tiene conciencia de complejidad, con la percepción de diferentes mundos en diferentes niveles o dimensiones. Además, no «adoraban», sino que rendían homenaje, celebraban, festejaban su existencia y su capacidad de contener, mantener y sostener la vida.
De otra parte, la visión andina es dual (NO es dualista o separatista), en cuya fuente hay una energía masculina generadora de vida y una energía femenina productora de vida, que son diferentes pero complementarias entre sí, y de cuya unión se reproduce la vida. La mayoría de las manifestaciones de la vida siguen esta matriz, con la excepción de las especies que se reproducen por sí mismas (partenogénesis), demostrando así esta diversidad.
En esta dimensión sagrada, hay dioses y diosas, o fuerzas masculinas y femeninas, y en el mundo andino, hay Pachakamak como fuerza o poder masculino, y Pachamama como fuerza o poder femenino. Hablar de un único dios andino es, por tanto, otra distorsión colonial. Tampoco las interpretaciones de los cronistas o las definiciones de los lingüistas europeos pueden tomarse como prueba de que los pueblos andinos tenían un dios único o una visión monoteísta de la divinidad.
De esta manera, podríamos seguir y seguir con ejemplos que demuestran que América era muy diferente de Europa y Asia Occidental (pero no muy diferente del Asia Oriental), por lo que no es apropiado utilizar parámetros y modelos occidentales para referirse a los pueblos de Abya Yala. Seguir hablando en estos términos es colonialismo. Seguir refiriéndose a Cuzco o Potosí como ciudades imperiales, y enorgullecerse de ello, como dicen algunos habitantes de Cuzco y Potosí, es colonialismo enraizado.
Eso nos pasa a todos los que formamos parte de estados coloniales. Si queremos otras naciones, otro mundo, otra humanidad, tenemos que empezar por descolonizar nuestras mentes, porque esa es la causa de la situación actual en la que vivimos. Un pueblo que no ha sanado su pasado es un pueblo susceptible de ser colonizado una y otra vez. Cambiando la noción del pasado, cambiamos el presente, que construirá un futuro diferente. Por eso la derecha y el fascismo persisten en no reescribir la historia, sino en promover sus fantasiosas visiones para mantener el statu quo.
El Tawantinsuyu no está muerto, está latente en ciertos lugares poco contaminados por la civilización. Y tal como los antepasados dijeron que después de 500 años volvería el Inca (Incarri), ya se está manifestando y volviendo poco a poco, hasta que vuelva por millones.
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