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Ponencia presentada en la Universidad de Berkeley, California (marzo 2024)

Atawallpa Oviedo Freire

Se puede querer una transformación, pretender un cambio, o proponer una revolución, pero el resultado final puede ser que no se consiga nada de lo deseado y que no haya ningún cambio (gatopardismo). Incluso, obtener que ese cambio o mudanza resulte peor o que termine en contra de lo aspirado.

Dicho de otra forma, que a nombre de revolución se puede obtener una contrarrevolución. Siendo este el caso de los procesos empujados por el progresismo, particularmente en el caso del Ecuador a nombre de “revolución ciudadana”, y en el de Bolivia bajo el membrete de “revolución cultural”.

En este último país, el auto denominado “proceso de cambio” se ha convertido en el proceso de mayor colonización que están viviendo los pueblos milenarios en 500 años, y el que ahora está empujado por propios indígenas colonizados. El único cambio es que antes el proceso de colonización era dirigido por la derecha y por la izquierda criolla, ahora son los propios descendientes de las poblaciones originarias los que formateados en el eurocentrismo de izquierda están llevando a cabo una neo y recolonización.

Se está produciendo un proceso de desindigenización o desculturización brutal, el mismo que ni siquiera se dio en esta magnitud en los casi 5 siglos de presencia del pensamiento eurocéntrico conservador empujado por la monarquía española y luego por la derecha boliviana.

Vamos a dar un ejemplo para ilustrar, pero podríamos dar miles. Procedieron a traducir el himno boliviano a diferentes idiomas indígenas, lo que fue considerado como un logro de recuperación cultural o de interculturalidad. Se quedaron atrapados en la forma y no vieron el fondo. La forma es el idioma indígena y lo de fondo es el contenido del mismo. El himno de Bolivia es un canto criollo o “kh´ara” (como dicen en Bolivia), el mismo que no es producto y que peor reivindica a los pueblos indígenas.

Es más, no hubo ninguna independencia de Bolivia (ni de Latinoamérica en general), sino la continuación de la colonización por otros medios y formas, por parte del mismo pensamiento monárquico invasor.

No hubo independencia en tanto se mantuvieron las mismas ontologías y epístemes del eurocentrismo, antes dirigido por la monarquía y luego por los criollos, pero todos descendientes de las mismas fuentes y estructuras de la filosofía occidental. Paradigma éste, que es totalmente diferente a las cosmoconciencias indoamericanas, y a las que todos ellos las consideraban (y las siguen considerando) como atrasadas, primitivas, y hasta bárbaras y salvajes. Solo se dio una ruptura administrativa con la monarquía, pero la cultura y las instituciones occidentales se siguieron abriendo paso y se mantienen hasta el día de hoy. Y actualmente nos encontramos en su cumbre o en su etapa mayor.

Otra cosa habría sido, que se impulse la creación de otro himno, es decir, un canto descolonizado en su letra y en su música, escrito en idiomas nativos y, también traducido y cantado en castellano. El mismo que hubiera sido incorporado al estado boliviano, y que sea aprendido por la población criolla, esto es, por todos los bolivianos. Es decir, un proceso totalmente al revés de lo que hicieron.

Y esto, es lo que está pasando en todos los órdenes y en todas las instancias de la “revolución cultural”, simplemente al sistema y estado colonial lo han maquillado de indígena, y con ello se han convencido de que están haciendo un proceso de descolonización. Cuando en realidad se está haciendo un proceso de recolonización, ahora dirigido y empujado por un grupo de indígenas colonizados que consideran que la incorporación o integración de los indígenas al mundo criollo y a la modernidad es revolución y descolonización, bajo el eufemismo de interculturalidad y plurinacionalidad.

Es más, han creado un “Ministerio de Descolonización” que es un ente burocrático que básicamente sirve de pantalla para decir que están haciendo una descolonización. Pero en el fondo están haciendo un proceso de inserción del mundo indígena dentro del mundo criollo. No hay tal descolonización, sino una occidentalización a nombre de descolonización. Es un “proceso rábano”, rojo por fuera pero blanco por adentro, es decir, puro folclorismo con palabras, símbolos y categorías andinas al exterior, y el blanqueamiento estructural, en la esencia, y en la base.

Y casi todos en Bolivia se han creído propuesta, pero en el fondo se está haciendo la mayor colonización que ha habido en 500 años, encontrándose en la cúspide o en el clímax de ello. Todo esto, a pretexto o a nombre de eufemismos, como incorporación, integración, inclusión, progreso, desarrollo de las poblaciones marginadas por el estado y sociedad boliviana, es decir, por el estado colonial y la sociedad criolla.

Las poblaciones indígenas que guardaron por casi 500 años su cultura milenaria en el campo y en forma de comunidades, están viviendo un proceso de aburguesamiento, individualización, urbanización, evangelización, domesticación, burocratización, y todas las taras del eurocéntrico capitalismo decadente y de su socialismo frustrado.

Dicho de otra forma, un proceso de descomunalización, desindigenización, desnaturalización, desculturación, desespiritualización, y todos los “des” de lo que fueron las ricas y sabias culturas milenarias del “Kolla Suyu” (nombre precolombino de lo que actualmente se llama Bolivia, nombre éste que ni siquiera ha sido incorporado en la constitución boliviana, aunque podría convertirse en otro folclorismo más).

Ni en la colonia ni en la república se dio tanto este proceso de neocolonialización, como se ha dado con la izquierda marxista folclórica, bajo el membrete de soberanía, independencia, libertad, inserción, unificación, etc. Así por ejemplo, creen que es un logro la sindicalización alcanzada, cuando ello ha significado un proceso acelerado de descomunalización.

Los pueblos indígenas por miles de años vivieron en un sistema comunitario, el cual ha sido abandonado rápidamente y reemplazado con el sistema de la sindicalización. Lo que ha generado una lucha encarnizada entre sindicatos por sitios de poder y por prebendas económicas, tanto con las empresas privadas y ante el estado boliviano. Estado éste, que ahora está dirigido por burócratas indígenas que no pueden o que no tienen los recursos suficientes para atender todas las demandas y exigencias de la población, por lo que hay una gran disputa entre “sindicatos indígenas” y también en contra del “gobierno indígena”.

Hasta antes del “proceso de cambio” las comunidades y poblaciones indígenas estaban todavía bastante unidas, organizados en formas propias en los ayllus y markas, y más que todo guardando elementos importantes de su cultura y espiritualidad, desde donde habían venido enfrentando al estado colonial por casi 5 siglos. Ahora están divididos, peleándose por ciertos botines que tiene el estado y sociedad colonial boliviana. Por ejemplo, se disputan el mercado de la hoja de coca, especialmente por todo lo que representa en el mercado internacional la cocaína. Aquella noción milenaria de que la hoja de coca es sagrada, ha sido reemplazada por el nuevo dios que es el dinero, y que eso es lo que más les interesa.

Esto mismo podríamos decir de la madre tierra o pachamama, en que ahora es tan solo un recurso o un medio de producción para enriquecerse lo más rápidamente posible. La pachamama ya no es la madre tierra, a quién se la cuida y se la respeta, ahora se busca ansiosamente sus minas para destruirla lo más apresuradamente. Llegando al extremo de hacer rituales a la pachamama para que los “apus” (espíritus de la naturaleza) les indiquen donde hay minas y poder aprovecharlas al máximo.

Todo esto ha dado surgimiento a los denominados “kamiris” o indígenas ricos, quienes han logrado almacenar ciertas fortunas, y que son ejemplo para los demás, quienes aspiran a aburguesarse igual que ellos. Mientras unos poquísimos indígenas se han hecho ricos, una cierta cantidad se han convertido en clase media, pero la mayoría siguen siendo pobres, y algunos hasta son mendigos que piden caridad en las ciudades.

Lo irónico, es que algunos de estos indígenas pobres se han convertido en sirvientes de los kamiris. Esta servidumbre, solo cambió del patrón blanco o kh´ara al patrón kamiri, y eso es lo que está pasando en todos los órdenes y niveles de Bolivia con su “proceso de cambio”.

Mientras eso sucede, el campo se encuentra cada vez más despoblado por la falta de atención del “gobierno indígena”, por lo que la inmensa mayoría han optado por ir a las ciudades a vivir el “sueño revolucionario”. Migración ésta, que en algunos casos terminan como delincuentes, prostitutas, sirvientes, aunque también como policías y militares, quienes desde esa posición reprimen a todos, ya sea que estén organizados en sindicatos o en cualquier otro ente en los que ahora se encuentran fragmentados, y se pasan peleándose entre ellos por obtener algún pedazo mayor de la torta.

La prueba es que la ciudad de El Alto en apenas 15 años le superó en población a la antigua ciudad de La Paz. Esto significa, que hoy tiene mucho más habitantes el sistema urbano y colonial, y muchos menos el sistema comunitario y milenario. Los neocolonizados ahora defienden y promueven al sistema criollo y reniegan o desprecian al sistema propio milenario. Y a este ritmo son cada vez más los que abandonan el campo y su sistema de vida, con sus concepciones y creencias culturales y espirituales de miles de años.

Tanto es así, que los idiomas milenarios se encuentran en proceso de desaparición, cada vez son menos los que las hablan. Pero los indígenas colonizados, de izquierda o de derecha, y de otros tipos que han surgido, están convencidos de que están haciendo un proceso de descolonización al integrarse al mundo moderno, es decir, de inclusión al sistema burgués, estatista, democrático, y con ello, paralelamente desapareciendo el sistema milenario organizativo de comuncracia, con sus propias formas de funcionamiento, de elección, de autoridades, etc.

Es más, los indígenas nacidos o que viven en las ciudades ahora se autodenominan “mestizos” y minimizan a los que se han quedado en el campo y a los cuales los llaman indígenas, originarios, campesinos. Es un proceso de des-etnización o inculturación atroz, aspirando a blanquearse de distintas maneras o el de hacer méritos para no ser vistos como indígenas. Hoy el “mestizo” es el signo de orgullo del “proceso revolucionario” del Movimiento al Socialismo. El censo del 2012 que organizó Evo Morales lo reflejó claramente, los indígenas disminuyeron ostensiblemente y los mestizos aumentaron enormemente.

El propio ex vicepresidente García Linera ha reconocido de este proceso de aburguesamiento, de haber generado una clase media, pero sin que él sea consciente que esto además es un proceso de neo y recolonización. Tan solo se lamenta que esta población ya no vota por ellos y cuestiona que ya no solo quieren ser clase media sino clase alta. Efectivamente, algunos reniegan del “socialismo” como conciben al proyecto del MAS, y se han dejado atrapar por el discurso de la derecha que les ofrece la posibilidad de devenir kamiris, es decir, nuevos ricos.

Sin embargo, García Linera se siente orgulloso de haberles sacado de la pobreza, sin que sea consciente de que también les sacó de su cultura, de su sistema comunitario, de sus tradiciones, de sus formas ancestrales de organización, etc. Aunque eso para él es positivo, pues han dejado de ser comunarios para convertirse en sindicalistas, con los cuales construirá el socialismo y el comunismo, en donde nuevamente volverán a ser comunarios, pero esta vez, científicos.

El gran neocolonizador de Bolivia se llama Álvaro García Linera. El colonizador de izquierda, que tiene a Lenin de cabecera (como él mismo lo dice), que desprecia a la filosofía y pensamiento indígena, pues los considera atrasados, ya que únicamente el marxismo-leninismo es lo más avanzado del pensamiento en toda la historia humana y en todos los rincones de este planeta.

Entonces, confirmamos que no ha existido ninguna independencia de Europa como sostienen los criollos de derecha e izquierda. La colonización continuó de otra manera, y ahora nos encontramos en la etapa en que la colonización antes dirigida por la derecha criolla actualmente lo hace la “izquierda indígena”, la que ha obtenido o logrado una colonización impresionante, bajo el argumento de que están haciendo un cambio profundo, a través de un proceso de interculturalidad y de plurinacionalidad. Las mismas que son muletillas para proceder a la acelerada neo y recolonización, encontrándonos actualmente en la etapa de la muerte lenta por mano propia, es decir, en el período o proceso de suicidio colectivo cultural. De esto, no se dan cuenta o no son conscientes ni el 1% de los bolivianos.

Todo lo anotado anteriormente nos lleva a sostener lo siguiente (no solo para el caso boliviano sino para todo el mundo), que la izquierda es pro-capitalista y pro-colonial, mucho más que la derecha.

A la derecha boliviana (y latinoamericana en general) por 500 años básicamente les interesó evangelizarles a las poblaciones milenarias para meterles el miedo del dios cristiano, con el propósito de que se mantengan pasivos y aceptantes de que están haciendo lo necesario para ganarse un puesto en el cielo junto al Señor. Por ello, ingenuamente incorporaron en la constitución boliviana el ama sua (no robar) ama llulla (no mentir) y el ama quella (no ser ocioso). Mandamientos que fueron introducidos por la iglesia católica, para que los indios no les roben, no les mientan y trabajen duro para enriquecer a sus patrones. Y ahora los colonizados indígenas les hacen pasar como principios andinos milenarios.

Es decir, a la monarquía ni a los criollos les interesaba alfabetizarles, escolarizarles, educarles, profesionalizarles, etc. En cambio, la izquierda, la teología de la liberación, y otras posturas paternalistas y mesiánicas, con el proceso de alfabetización y escolarización han procedido a una voraz colonización epistémica y ontológica, en el que el “pensasiento” andino milenario ha sido reemplazado por el pensamiento occidental en la casi totalidad de la población indígena. El indígena civilizado y escolarizado, hoy es el neocolonizador que reniega de sus tradiciones y conocimientos, y que además se encarga de colonizar o criollizar a los que faltan. Todo ello, repetimos una vez más, a nombre de incorporación, inclusión, integración, de los pobres y marginados.

Mientras la derecha mundial en su afán desaforado por acumular riqueza le ha puesto siempre en aprietos al capitalismo, por su parte, la izquierda con sus reformitas, derechos y demás parches, le ha vuelto a levantar al capitalismo, evitando que se caiga.

Todos los “derechos” alcanzados por la izquierda, en última instancia le han pulido al capitalismo haciéndolo más efectivo y permanente. La explotación se ha vuelto cada vez más sutil, evitando que los obreros sean sobreexplotados y consecuentemente pongan en peligro la existencia del capitalismo. Las reformas impulsadas no han logrado salir del capitalismo sino por el contrario han procedido a su afincamiento y perfeccionamiento.

Hoy nos encontramos en la forma mejor pulida del capitalismo, y en el que los llamados socialistas, como China, solo han recreado un alto capitalismo o súper capitalismo de estado, que hoy compite por el mercado mundial con EEUU y otras potencias. El capitalismo está en su mejor momento, no como cree la izquierda que está en su peor situación, sin que ellos sean conscientes que esto es gracias a las políticas de la izquierda y no básicamente a las de la derecha. La izquierda del “estado de bienestar” ha logrado enrumbarle al capitalismo a su forma más productiva y eficaz, al contrario de la ultra derecha que siempre le pone al capitalismo en apuros, con sus altos niveles de concentración y acumulación (neoliberalismo).

Es decir, en la práctica la izquierda ha sido pro-capitalista aunque dicen ser anti capitalistas, y la derecha ha resultado ser contra capitalista, aunque no anti capitalista pues creen en el capitalismo.

Dicho de otra forma, la derecha con sus políticas concentradoras, y últimamente mucho más en su etapa neoliberal, le han puesto al sistema en la cuerda floja, pero la izquierda se ha encargado de evitar su caída con sus políticas prebendalistas y asistencialistas, que solo disminuyen los efectos negativos o extremos del capitalismo, pero que no empujan ni sirven para salir del capitalismo. Por ello, sostenemos que la izquierda es pro capitalista y la derecha contra capitalista, así su pretensión sea otra.

Ello no significa que estemos de acuerdo en “profundizar la lucha de clases” como sostiene otra parte de la izquierda eurocentrada, y con lo cual, aspiran a construir el socialismo en el futuro y poco a poco, por el contrario, desde la alteridad la propuesta es salir paulatinamente del capitalismo, aquí y ahora, recreando miles de formas nuevas/ancianas de vida. Las mismas que tienen que tener como fundamento principal al milenario sistema comunitario, para no comenzar a inventar el agua tibia ni meterse a nuevas aventuras ni modas, como lo ha hecho la izquierda.

De hecho, ya hay grupos que están construyendo el nuevo mundo, sin que aspiren a la toma del poder ni quieran hacerlo desde el Estado o desde arriba. Más bien, no les interesa esa vía y han optado por una autonómica, por ejemplo, el movimiento zapatista, el confederalismo kurdo, la red de ecoaldeas, las biocomunidades, las cooperativas integrales, y otros grupos de ese tipo.

Es decir, están haciendo lo contrario a lo que han hecho en Bolivia, procediendo a profundizar el milenario sistema comunitario con sus propias instituciones y aprovechando de las ventajas y beneficios de la ciencia y tecnología moderna. Sin que estas experiencias sean perfectas y totalmente descolonizadas, pero están haciendo algo diferente al capitalismo o experimentando como es vivir fuera del capitalismo, y no teorizando o luchando contra el capitalismo.

Esto no significa que estén desentendidos o no cuestionen a la derecha y al imperialismo, sino que lo principal es construir millones de nuevos mundos, y lo secundario es la crítica a los grupos reaccionarios. Es un activismo concreto, efectivo, práctico, y no meras utopías.

En todo caso, esto significa, que, si los autodenominados “revolucionarios descolonizadores” fueran consecuentes, habrían utilizado el estado burgués colonial de Bolivia para reconstruir y reforzar el milenario sistema comunitario. Pero lo que están haciendo es una contrarrevolución, al reposicionar y acentuar las instituciones del sistema y estado colonial, maquillándolos con la whipala (bandera indígena) y con otros símbolos andinos.

Es decir, no tiene nada de revolucionario sino de folclorismo, en el que se disfrazan de indígenas para afuera, pero su pensamiento y su forma de vida es colonial occidental, depredadores de la pachamama, y fieles devotos del cristianismo, pues ahora creen más en el dios católico que en las deidades andinas, empezando y con el ejemplo del neocolonizador indígena de Evo Morales.

CASO ECUATORIANO

Algo parecido ha pasado en el Ecuador, con la diferencia de que los que empujan este proceso, en su mayoría no tienen rostro indígena ni presumen de un gobierno indígena, ni hablan de descolonización, a lo máximo de interculturalidad y plurinacionalidad. Pero de ahí, el modelo es el mismo, y los resultados algo parecido.

Cabe resaltar que una gran parte del movimiento indígena ecuatoriano no cayó en la trampa del progresismo, tal vez porque la figura principal de este proceso no era el de un indígena como Evo Morales, aunque quizás, porque hay un poco más de consciencia en la población indígena ecuatoriana. Sin embargo, el proceso de colonización es también acelerado, pero las siguen encabezando las mismas élites criollas o blancas de siempre, en la que antes solo dirigía la derecha y ahora se ha incorporado la izquierda, principalmente la criolla correista.

El movimiento indígena ecuatoriano resistió la neocolonización hasta los años 2.000, pero desde ahí han caído presos de sectas de distinto tipo, y ahora también están divididos en distintas creencias, ideologías, partidos, sindicatos. Siendo el progresismo correista el que más impulsó o aceleró este proceso de desarticulación, cuando comenzó a crear movimientos sindicales, indígenas, profesionales, paralelos a los que existieron históricamente. Con ello, provocando un enfrentamiento mayor entre los sectores populares, lo cual ha permitido que la derecha se fortalezca y ponga ya varios gobiernos, gracias al desencanto que generó el correismo en la mayoría de la población, entre los cuales muchos indígenas ahora votan por la derecha.

En fin, una revolución debe ser integral, cuando solo es económica o parcial de cualquier tipo, solo genera que el sistema se afiance antes que se resquebraje. Poner énfasis en lo económico solo conduce a ampliar y perfeccionar el capitalismo. 

Y lo mismo pasa con otras corrientes como el ecologismo, el culturalismo, el feminismo. Esta última solo ha logrado encumbrar a una élite de mujeres que ahora dirigen las instituciones del capitalismo y del patriarcado, incluso, gobiernan mucho mejor que los hombres, y por ende, van haciendo más firme el mismo sistema, aunque algunas de ellas hablen de socialismo, salir del patriarcado, igualdad de género, etc. Todos estos proyectos en la práctica son proyectos contrarrevolucionarios y anti revolucionarios, en el buen sentido de estas palabras, pues la izquierda se ha encargado de pulverizarlas y deformarlas, por lo que para muchos hoy “revolución” resulta una “mala palabra”.

En resumen, no solo basta enunciar ideas o conceptos, sino en ver si eso realmente conduce a ello, y no a más de lo mismo, con tan solo otras formas y otros nombres. Tal como han desnaturalizado el Buen Vivir, y en que ahora las poblaciones de Bolivia y Ecuador las rechazan porque resultó un Mal Vivir. Y ahora toca recuperarlo de las fauces de la izquierda que lo ha desprestigiado para encauzarlo en su dimensión primigenia y comunitaria, sino se convertirá en otro proyecto agotado y desmovilizado por el folclorismo de la izquierda colonial.

Por tanto, hay que revisar los programas, tácticas, métodos, creencias, horizontes, de lo que significa un cambio, una transformación, una revolución, pues, podría suceder que más bien sea el camino al precipicio o a la auto condenación. Como dice el dicho popular, se puede pasar “de guatemala o guatepeor”.

Sin embargo, ha comenzado un despertar, poco a poco hay quienes comienzan a tomar conciencia. Sentimos que viene un renacer y que no todo está perdido, sino que viene una nueva etapa, en que de los errores cometidos se aprenderá y será posible el Pachakutik o el cambiar la historia colonial-criolla por otro mundo, guiado por la armonía de complementarios.

No vendrá por la izquierda y peor por la derecha, si no será por la tangente a ellas, siguiendo el camino diseñado y experimentado por los pueblos en miles de años. No vendrá por ninguna teoría de liberación, aunque suene bonita esta palabra, pues en la práctica su experiencia ha sido la superposición de un dominador por otro, del que pretende liberar a su modo y forma. Vendrá por una acción de equilibrio, encontrando caminar sin extremismos ni fundamentalismos, sino buscando la equidad entre posturas, creencias, conocimientos diferentes. Así evitando caer en nuevas y renovadas formas de dominación a nombre de liberación o emancipación.

Los pueblos indígenas por necesidad o imposición se occidentalizan, pero los llamados mestizos no hacen el proceso de andinización. Ni siquiera los intelectuales indigenistas, solo miran al indígena como objeto de conocimiento, no hacen ningún esfuerzo por hacer una indigenización en su carne y en su corazón. Solo pretenden salvarles a los indígenas pero sin utilizar sus ontologías y epistemologías, prueban hacer procesos de liberación utilizando las categorías del marxismo o las que nacen de su ego, y no en base a lo construido por los pueblos en forma comunitaria y en miles de años.

Si la izquierda y sus intelectuales quieren hacer algo por el mundo indígena deben descolonizarse primero ellos, y esto implica hacer un proceso de indigenización profunda. Necesitamos más Kusch, los que con humildad y apertura vayan a aprender las filosofías milenarias de la América Profunda, si quieren realmente aportar a un cambio real y posible.

Por Alteridad

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