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Atawallpa Oviedo Freire, responsable del Centro Tunupa de Estudios Andinos
Wirakocha no es un dios antropocéntrico ni monoteísta, es el estado de conciencia integral o cósmico. Es la representación o identificación en forma simbólica de la sacralidad de la vida o de todo lo existente. La palabra que se utiliza es Pachakamak, para referirse a ese cosmos sagrado. La existencia no es un cosmos físico o una materia nada más, sino que hay una conciencia y un espíritu que le infunde o aviva. Todo en la vida tiene una composición material y una parte que le contiene, mantiene y sostiene, llamado ajayu, samai, nuna. Y a eso le podríamos llamar gran espíritu o gran conciencia o gran misterio o gran animador o dios.
El mundo andino no le puede llamar a todo lo existente solo cosmos o universo o materia, eso sería una visión atea o religiosa. Tampoco definirle solamente como padre-madre, maestro-maestra. Por eso nos vamos por la palabra dios, a pesar de las connotaciones de lo que significa dios para las religiones monoteístas y antropocéntricas. No es la palabra ideal, pero no hay otra en castellano. Además, que podemos resignificar y ampliar la visión de dios, más allá de la forma eurocéntrica y religiosa. Quizás como paso previo a una descolonización.
“Wira o Vira” significa Energía Primordial y “Kocha” es Fuente, es decir, Wirakocha es Fuente de Energía dadora de vida. Literalmente, wira es grasa en relación con el fuego y kocha es un lugar lleno de agua. El fuego y el agua como fuentes de energía o proveedores de vida. La grasa es fundamental en la vida animal y humana, es el combustible, es una fuerza o espíritu o energía que anima o activa la vida. La sangre tiene una composición de grasa y agua.
Pachayachachik es la otra parte del nombre de Wirakocha y hace referencia al ordenamiento del cosmos o de todo lo existente. Literalmente “pacha” es cosmos o espacio-tiempo y está relacionado con el elemento tierra. Y “yachachik” con la sabiduría organizadora o distribuidora de todo cuanto existe, y se lo asocia con el aire.
El nombre completo de la conciencia infinita es apu illia kon tixi wirakocha pachayachachik. En castellano sería, algo así: gran fuente de energía luminosa que provee y sostiene conscientemente la vida.
Cada uno de estos nombres tienen relación con los 7 centros de energía en compaginación con los 7 estados de la conciencia. En el mundo andino hay 7 estados base o primordiales, y cada estado representa un nivel de la conciencia. El centro de energía (o ñawi en quechua) que está en relación con la conciencia y poder del agua (kocha), el ñawi con la tierra (allpa), con el fundamento u origen (tixi o ticsi), con el fuego (wira), con el aire (pachayachachik), con el sostenimiento de la vida (kon), y el ñawi con la luz (illia).
La persona que logra activar y ensamblar conscientemente todos los centros de energía o cada una de las conciencias particulares, se convierte en Apu o Gran Ser. Alcanza el grado o nivel de maestría, al activar la conciencia infinita y ser el Todo. Esto es ser Wirakocha. Es decir, todo es Wirakocha y cada ser o parte es Wirakocha, pero quién activa todas esas potencialidades es un Apu Wirakocha.
Para no decir el extenso nombre se utiliza o se principaliza en Apu Wirakocha. Esto tiene que ver, porque en la vida la oposición más compleja y más difícil de armonizar es entre el agua y el fuego. Como sabemos el fuego puede evaporar el agua, y el agua puede apagar el fuego.
Wirakocha también puede ser traducido como Agua de Fuego o Fuego de Agua. Cuando se refiere a una persona, implica que ha logrado amaestrar equilibradamente en su ser el poder del agua y el del fuego. Recordemos que los humanos somos 78% agua, siendo muy complejo armonizarnos con los demás elementos que están en menos proporción, y sabiendo que el fuego es complementario del agua.
La figura hoy más conocida de Wirakocha es la de la Puerta del Sol en Tawanaku. Es un felino de pie, con dos báculos en forma de serpiente, rayos solares en forma de cóndor alrededor de la cabeza, relámpago escalonado que sale de los ojos como lágrimas. El ojo representa el cielo de donde salen los relámpagos escalonados como en la chakana o cruz andina. Etc.
Otra figura de Wirakocha es la figura encontrada en Chavin de Wantar, mal llamada la estela raymondi, por su descubridor en 1860. Es el mismo felino de Tawanaku pero con más elementos sobre la cabeza, que representan diferentes estados de conciencia. El felino es enlazador de mundos, es decir, del mundo de arriba y de abajo, de afuera y del interior, por eso se parte de él para simbolizar a todo lo existente. No es el hombre el centro y medida de todas las cosas como en las religiones monoteístas. También es conocido como el dios Wari. En general, la racionalidad o cosmovisión andina es una sola, con diferentes matices. Wari, Wirakocha, Pachakamak, siguen el mismo código o matriz de comprensión de la realidad.
Tunupa llegó a sincronizar los 7 estados de la conciencia, llegando a ser y estar Wirakocha. Por eso al maestro Tunupa le decían Apu Tunupa Wirakocha, al haberle reconocido que llegó a ese estado. O, que fue alguien que despertó e imbricó conscientemente en su ser a cada una de las 7 conciencias que constituyen la existencia.
Quienes lograban esas condiciones y capacidades, era intitulados como Wirakocha. Es decir, reconocido como alguien que tiene el poder de las fuerzas o conciencias de la vida, por ejemplo, el poder del viento, de la lluvia, del trueno, del granizo, etc. Al llegar a ese estado, tiene la cualidad de comunicarse y de conducir a las fuerzas de la naturaleza. Convirtiéndose en un ser especial, siendo honrado y respetado por esa posición.
Para conseguir aquello, habían centros iniciáticos de formación y entrenamiento. En todos los Andes hubo estos centros de altos estudios iniciáticos llamados Inti Wasi, Yachay Wasi, Aklla Wasi, etc. Los más importantes estuvieron en Tawanaku, en el lago Titikaka (islas del sol y de la luna), Pukara, Machu Picchu, Rajchi, Saksaiwaman, Kaxamarca (Cajamarca), Kitu (Quito).
Los Incas al expandir el Tawantinsuyu tenían como propósito integrar todos estos lugares de energía y de formación, aspirando llegar hasta Centroamérica para unirse con los pueblos Mayas y los del Anahuac (México).
Entonces, Wirakocha es un camino de conocimiento y formación. La ruta Wirakocha que une varios lugares en línea recta y a 45 grados del eje de la Tierra, es un camino de iniciación a la alta espiritualidad. No es solamente una línea geodésica ni un sendero que une pueblos, sino que ante todo enlaza centros de energía y centros de alto conocimiento. Podríamos decir un camino de ciencia y sabiduría, y a eso le llamamos espiritualidad o integralidad.
También a esta ruta se le conoce como Inti Ñan o Camino de la Luz, en el propósito de que sus iniciados se conviertan en soles humanos, en difusores de luz, calor, alegría, amor, vida. Es un camino para activarse como un Apu Illa, en Ser de Luz o de haber alcanzado la maestría en la luz como principio y fuente de vida. Se convierte en una luz para los demás. Esto, no cualquiera lo podía lograr. Es un camino de mucha disciplina y conocimiento para activar el estado total de Wirakocha o de Conciencia Suprema.
Kapak Ñan es otro nombre que hace referencia a este camino de iluminación o de sabiduría o de majestuosidad, que eso es Kapak. No creemos que sea “justo” o “verdad”, como dice Lajo. En la concepción andina, no se está buscando la verdad ni la justicia, sino el equilibrio y armonía entre todo lo existente. Quién puede tener la verdad y la justicia. Estos son conceptos occidentales.
Por tanto, los caminos o rutas que se construían, no solo eran para transportar elementos o para unir unos lugares con otros, sino para unir y transmitir senderos de conocimiento, de entrenamiento y de formación. Todo lo cual, confluía en la capacidad de enraizar el equilibrio entre todos los caminos, como el mayor poder entre todos. Tal como la existencia, que funciona en armonía y equilibrio para mantener y reproducir la vida.
Entonces, en el mundo andino no existe la idea de un dios que haya creado todo lo que existe. Los cronistas lo asimilaron a la idea del dios cristiano, con el propósito de facilitar la evangelización, diciendo que ambos dioses eran creadores de todo cuanto existe. Y con ello asentar la idea de que hay un solo dios universal, que Wirakocha es el mismo, y que solo varían los nombres que le dan los diferentes pueblos.
En la concepción del mundo andino no existe nada que haya fuera de la vida o sobrenatural, nadie que esté en el más allá o en un cielo inmaculado. No existe una visión egocéntrica y antropocéntrica en la que dios tenga forma humana, y peor que ese ser tenga forma de varón, y mucho peor que ese hombre sea blanco.
Wirakocha no es una deidad o “un ser sobrenatural al que se rinde culto, considerando que tiene poder sobre un ámbito concreto de la realidad y sobre el destino de los humanos” (RAE). Wirakocha es la noción de sagrado que tiene todo lo existente y a eso se lo llama espiritualidad. Muy diferente a las religiones que conciben a lo sagrado como fuera de todo lo existente.
La religión hace una idea de dios, la espiritualidad vive lo divino en todo lo existente. Por su parte el ateísmo no cree en dios, ni ve como sagrado a todo cuanto existe. Tanto la religión como el ateísmo ven a la naturaleza y el cosmos como objetos o cosas, son lados de la misma moneda. Y en esa visión pueden explotarla, depredarla, porque lo divino está en otro lado (religión) o simplemente lo divino no existe (ateísmo).
Cabe precisar, lo divino para la sabiduría andina hace referencia a lo que da vida. Todo lo que provee y sostiene la vida es una divinidad. El dios sol, la diosa lluvia, el dios viento, la diosa fuego. Un mundo poblado o constituido de dioses y diosas, de seres sagrados. A esto, las religiones le llamaron idolatría, y empezaron el proceso de extirpación, es decir, el acto de sacar a dios o a lo divino de la vida, y enviarlo a otro mundo, a una realidad imaginaria.
El mundo andino es autopoiético, concibe que la vida se autoreproduce, se auto transforma, se autoregenera. Coincidiendo con lo que dice la ciencia actual, que plantea también que la vida está siempre autogenerándose.
Los pueblos andinos tienen una concepción espiritual y no religiosa. La religión es el camino contrario a la espiritualidad, es decir, al acto de vivir lo sagrado en una piedra, en un árbol, en un animal, en todo. La religión ve lo sagrado en la iglesia, en la cruz, en un libro. Son dos caminos totalmente diferentes y antagónicos. La espiritualidad tiene millones de años y lo han practicado todos los pueblos del mundo. La religión tiene apenas unos 8.000 años de existencia y lo han practicado los pueblos monárquicos y monoteístas, surgidos solo en Eurasia.
Ahora hay un renacer de la espiritualidad en todo el mundo, y por ello, hay también un ataque de las religiones, como cuando empezó la persecución de las espiritualidades. De igual manera como se está produciendo en otros ámbitos del quehacer humano, que también están renaciendo.
Este despertar tiene que ver con el regreso que debe producirse luego de 500 años de oscurantismo, tal como lo pronosticaron los maestros de todo el continente americano. La espiritualidad está guiando ese vuelco o pachakutik, para que sea integral, real y efectivo.