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Carlo Zarallo Valdés

El recurso a principios universales y generales, sea a modo clásico o moderno, como es el caso del “imperativo categórico”, la idea de la “razón pura” y de “derechos universales”, siempre fue y aún hoy son formas de liberación y de emancipación. La modernidad fue uno de esos procesos de liberación y esclarecimiento, implicó la transformación de las formas de existencia y de los modos de ser previos. Liberación de ciertas creencias, prácticas, verdades y actitudes y liberación para otras creencias, prácticas, verdades y actitudes, sea en relación a lo humano, a la naturaleza y lo divino. Las reacciones contra la modernidad, del mismo modo que las en contra al esclarecimiento griego antiguo, son bastantes conocidas y de modo alguno han dejado de existir. Por eso, en las críticas a la modernidad y los universalismos es necesario distinguir lo que es el diagnóstico, análisis y objeción justa de aquello que es la continuación del rechazo a la autonomía libertaria, emancipadora y diversificante en nombre de algún principio restricto y exclusivista.

             La reacción contraria a la liberación y emancipación en general emergen de modos de existencia religiosos, pero también de modos de existencia política y económica que tienen como característica fundacional la idea de una estructura jerárquica monista, como es el caso de la jerarquía “un único dios-humano-naturaleza” en la totalidad de las religiones indo-europeas, jerarquía que se expande en el plano político-cultural como “ un único líder-religioso, líder-político, pueblo” y en las jerarquías sociales “única religión dominante, otras religiones y saberes, hombre-mujer, eurodecendientes-otros”. Fijada en la filosofía del modelo de Kant de un único aparato a priori categorial frente a la polifonía cultural y el modelo de Hegel en la idea de Razón o Concepto frente a la pluralidad  de nociones históricas. En el plano jurídico, ese modelo jerárquico fue adoptado en todos los estados de derecho moderno en la forma de una “única” constitución universal que se impone a todos igualmente y que se sobrepone a todas las otras leyes y normas.

             En los movimientos laicos del siglo XIX y XX, las reacciones antimodernistas emergen de tres frentes, la primera de carácter revolucionaria, dos caracterizadas por el futurismo y una por el pasadismo, aunque siempre marcadas por la idea de régimen político y culturales nomológicos, centralizados y totalitarios. Primero, el antimodernismo emerge de los movimientos sociales comunistas y anarquistas; segundo, emerge de los movimientos académicos y tecnocientíficos; tercero, emerge de los movimientos nacionalistas e identitarios. En los debates actuales, la modernidad, la universidad y la propia ciencia, cuyas fundaciones son el espacio público universal abierto de discusión y decisión (república), la división y la alternancia pluralista de poderes (democracia moderna) y la ley valida para todos (universalismo jurídico), el libre consentimiento y la participación voluntaria (emancipatio), han sido cuestionados de varias formas que, en general, repiten las críticas tradicionales. Claro que, se debe decir, que ningún país, menos aún la ONU, implementó plenamente estas fundaciones. Entonces,  más allá de las críticas a la modernidad, se hace necesario críticas de la modernidad.

Aún, existen todavía dos líneas prevalentes de  rechazo a la modernidad. Por un lado, los movimientos de descolonización y de liberación, desde el siglo XVIII, con las primeras reacciones críticas a la modernización, provenientes de pueblos indígenas de las Américas y de africanos esclavizados, instauran una línea de oposición crítica a la modernidad y al esclarecimiento europeo en el plano social, político y económico. Por otro, el efecto desastroso y genocida de las guerras del siglo XX, basada en el uso extensivo de tecnologías y conocimientos científicos, y el efecto desastroso de actividades industriales y agrícolas, en la forma de destrucción de biomas y extinción de especies vivas, hicieron emerger una crítica al modelo modernista de racionalidad, ciencias y tecnología, o sea, al modelo epistémico modernista de uso y manipulación de tierra y naturaleza, y también de gestión de personas. En esos dos casos, político y teórico, la crítica a la modernidad y al universalismo en ella presente se hace en nombre de principios de protección al individuo, a lo local y particular, es decir, de la valorización de la diferencia y  la diversidad de formas de vida y cultura.

Estas dos líneas de rechazo a la modernidad y de restricción de principios universalistas, en general hacen uso de conceptos pluriversales y policéntricos, que hoy por hoy aparecen explícitos en constituciones bolivianas y ecuatorianas, y esperemos, que en la chilena. Aunque también aparecen en movimientos ambientalistas , teorías de la complejidad, ontologías relacionales, etc. Pienso que podemos hablar de un nuevo esclarecimiento libertario y emancipatorio. El uso de principios de  protección y consolidación de las diferencias y particularidades, como es el caso de las culturas y saberes locales, étnicos, y de formas de existencia y modos de ser dichos “minoritarios”, por oposición al modo mayoritario configurado por la cultura europea, por las religiones oficiales y por el pensamiento científico nomológico, atomista y reductivo, implica directamente el pluralismo y policentrismo ético, epistémico, ontológico y político.

Un esclarecimiento libertario y emancipatorio, a partir de la inclusión de las voces y perspectivas excluidas por la modernidad , sea de los pueblos no-eurodecendientes, o de formas de vida no-humana ya está en curso y debe ser asumida en una nueva constitución. Claro está, como en todos los esclarecimientos, habrá quienes maldigan el proceso y su contenido. La búsqueda y la lucha es por más emancipación, alejándonos de una dialéctica ascensional de lo mismo y lo otro, de la identidad y la diferencia, que hace que se disuelva frente a un vació universal trascendental toda y cualquier particularidad, pues ninguna lo realiza integralmente, lo que visualizamos en estas transformaciones del ámbito político es la de un espacio de indiferencia ontológica pluriversal, en la cual las diferencias puedan diferenciarse sin anularse unas con otras, en la cual la meta no es una unidad coherente final, mas si una pluralidad diversificante. Del punto de vista global, no se miramos mas un estado único internacional y una única cultura o forma de existencia, como es el caso de las proyecciones de la “democracia liberal capitalista industrializada” y del “estado comunismo mundial”, al contrario, la liberación para una pluralidad policéntrica de culturas y modos alternativos de vida y existencia ajustado a los diferentes ambientes y territorios. 

Por Alteridad

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