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Atawallpa Oviedo Freire. Filósofo Andino. Autor de 12 libros, 5 traducidos al francés. Director de la Escuela Alteridad. Coordinador del Centro de Estudios del Buen Vivir.

Argentina acaba de darse nuevamente con la misma piedra, siguen sin aprender de su pasado o de sus experiencias vividas. Al igual que en todo el mundo, en el que pasan de un lado a otro, sin que pueden salir del círculo vicioso o mejor dicho del binarismo derecha-izquierda, y visibilicen la alteridad.

Dicotomía ésta, que como en el juego de tenis son golpeados en el un lado y en el otro de la cancha, convertidos en pelotas (sectores bajos) o pasabolas (sectores medios) de los dueños del juego, de las raquetas, de la televisión, de la publicidad, de todo. Los pobres son solo pelotas para divertir, trabajar, servir, y enriquecer a los emperadores del espectáculo. Lo irónico, es que los intelectuales (que se precian de ser intelectuales) tampoco pueden salir de ello, peor el pueblo llano.

Los intelectuales, que en su gran mayoría se afirman con orgullo ser de izquierda, no pueden ver esta trampa colonial y colonizadora, y terminan inconscientemente siendo cómplices y encubridores de la derecha, es decir, haciéndole el juego al sistema, o sosteniéndole y perpetuándole ya por más de 100 años. Sin que puedan partir de la alteridad o de abrir un espacio de reconocimiento a la alteridad, sosteniéndola política y filosóficamente para un cambio real y profundo. La alteridad no tiene 100 años, ni siquiera 500 años tiene por lo menos 5.000 años de existencia, y resiste a la colonización de la derecha por arriba y de la izquierda por abajo.

Todavía no terminan de darse cuenta que la izquierda es eurocéntrica en su esencia, es decir, que no hay una izquierda que no sea eurocéntrica, por lo que decir, izquierda eurocéntrica u occidentalizada es una tautología o una redundancia. La izquierda nació y es producto del binarismo creado por el eurocentrismo republicano, que no divide o diferencia a los burgueses del proletariado o a los empresarios de los trabajadores o a los ricos de los pobres, como cree la izquierda, sino que le divide al pueblo, a los trabajadores, a las mayorías, los que terminan posicionándose en un lado u otro, tomando bastión a la derecha o a la izquierda, más no de la alteridad intrínseca a ellos.

Y en esa fragmentación, salen ganando los dueños de la cancha y del juego que ellos inventaron. De esta manera, el pueblo se pelea entre sí mismo y con ello se anulan mutuamente, mientras unos pocos se quedan con la torta. Otro ingenio del pensamiento grecorromano o civilizatorio del: “divide y vencerás”, en el que la izquierda reproduce el juego eurocéntrico, sin que se den cuenta que han caído en la trampa colonial, y por ende, incapaces de ver a la alteridad como vía o salida de escape, por lo que terminan también quemándose.

El pueblo, que en su mayoría son pobres, a la final se dan cuenta de que ambos son los lados de la misma moneda, de que no hay mayor diferencia entre ellos, aunque en la teoría aparezcan o entre ellos quieran presentarse como diferentes. El pueblo llano no funciona por teorías ni por ideologías ni por dogmas, sino por figuras, por promesas, por simpatías, por esperanzas. Es decir, no funciona por clases sociales o por su posición en las fuerzas productivas o por la propiedad que tengan o no de los medios de producción. Actúan por necesidades, por aspiraciones, por intereses. Eso lo sabe la derecha y principalmente los populistas, pero la izquierda cree que el pueblo vota por que sabe identificar a la derecha y a la izquierda. Hasta ahora no descubren la alteridad luego de 500 años.

Ni el proletariado vota por la izquierda, ni siquiera por sus propios dirigentes. Y no vota por ellos, porque han fracasado, al igual que la derecha, por lo que ponen esperanza en alguno de ellos, al no tener más opciones. Reniegan de todos, y casi nadie les presenta otra opción fuera de este juego, pero posibilidades reales y concretas, no utopías a realizarse o cumplirse en otras generaciones, como les prometen los anarquistas o los comunistas cuando construyan su socialismo y luego su comunismo. En el fondo, ni siquiera ellos se lo creen y por ello tratan de hacerle al capitalismo más humano. A la final, solo han demostrado que administran mejor el capitalismo que la derecha, la que siempre le conduce a crisis permanentes, hasta que aparece la izquierda y le ajusta. Mientras la alteridad sigue enviando señales para que logren escapar, pero por su dogmatismo no lo pueden ver.

En todo caso, hay que preguntarles a los intelectuales, cuáles son las grandes diferencias teóricas y prácticas entre la izquierda y la derecha. Ambos creen en el Estado, su única diferencia es que la derecha quiere un estado flaco y mínimo, y la izquierda lo contrario. Pero los dos creen en un estado vertical, unificado, jerarquista, definitorio. Aunque, los comunistas dicen que eliminarán el Estado cuando el mundo sea proletarizado.

Unos y otros aceptan la democracia, esto es, el sistema de las mayorías contra las minorías, el poder en un solo individuo llamado presidente, la representatividad en ciertas personas, las elecciones cada 4 o 5 años, etc. Sin embargo, los comunistas dicen que cuando construyan el comunismo extinguirán la democracia.

Entrambas elogian el sistema de partidos, como el mejor sistema de organización y de elección popular. Con la diferencia, de que la izquierda hace apología del partido como la máxima expresión de organización popular, como el espacio que contiene a “los mejores hijos del pueblo”, como la manifestación más “avanzada de la clase trabajadora”. Gran egocentrismo y narcisismo antropológico.

Sin embargo, en la práctica es el buró político y en última instancia el secretario general del partido la estrella máxima, el que siempre es varón y solo es cambiado cuando muere, al igual que el papa en la iglesia católica. Aunque también dicen que cuando llegue la panacea comunista también procederán a eliminar al partido.

Algunos hablan de la crisis de los partidos políticos y de la necesidad de fortalecerlos, poniendo a los partidos en el centro de todo, sin que puedan ver que el problema no es de la calidad de los partidos, sino que es el sistema de partidos en sí mismo, su existencia como tal que se encarga de dividir y de confrontar al pueblo, mientras los de arriba se frotan las manos con más billetes. Dicho de otra forma, los partidos políticos sirven para mantener el sistema, para perpetuar la trama colonial, para seguirle dando circo y pan al pueblo, mientras los poderosos se reparten las riquezas.

Otros intelectuales creen que el problema de los malos gobiernos está en la calidad o en el nivel de formación de los gobernantes, sin que puedan comprender que el problema es la democracia en sí mismo. La democracia que abre el poder al pueblo por 8 horas y que luego le deja en indefensión. La democracia que cree que el poder es un voto, el voto para quién hizo el mejor show, para quién contrató al mejor publicista político, para quién ofreció más y mejor. La democracia como sistema vertical, centralizado, concentrado en un solo personaje, quien toma decisiones por millones de seres humanos, como un rey republicano.

Los intelectuales de izquierda creen que los problemas sociales se resolverán con un estado poderoso, redistributivo, protector. Pero, esto ha significado más paternalismo, más asistencialismo, más prebendalismo, es decir, más dependencia. El pueblo no es solo dependiente de lo privado, de las empresas, del mercado, sino además del “papá estado”, de quién espera que le provea gratuitamente lo que no puede obtener por sí mismo.

Tampoco comprenden que el problema no es más Estado, sino que el problema es el estado en sí mismo. Que el estado es burocracia, que despierta la corrupción, que genera acomodo, que provoca autoritarismo y represión, que desata caudillismo y redentorismo. Hasta ahora no entienden el Sumak Kawsay / Buen Vivir, y quieren crear híbridos como el “socialismo comunitario”, que es la trampa para que se desvíen de su camino milenario y propio.

En otras palabras, siguen creyendo que los cambios vienen desde el estado, desde el gobierno, desde arriba, desde la democracia, desde los partidos, es decir, desde el mismo orden colonial burgués, desde lo estatuido, desde lo delimitado, desde el juego hegemónico impuesto, es decir, que no creen que venga desde la alteridad. En la práctica lo que hacen es consolidar al mismo sistema que lo critican, esto es, apuntalar el capitalismo, con todo lo que ello contiene: el mercado, el ejército, la policía, la justicia, la educación bancaria, etc. Los liberales alguna vez fueron de izquierda y terminaron en la derecha, y los socialistas van por el mismo camino. Eso lo sabe la derecha, por eso dicen que el nuevo comunismo es el indigenismo.

La izquierda cada vez que ha estado en el gobierno ha destinado cantidad de recursos, tiempo, personal, energía, en y para el estado. Cuando podían haber canalizado todo ello a la revitalización del sistema de comunidades existentes todavía en Ameriske o Abya Yala. Cuando podían haber creado infraestructura y calidad de vida para que se queden en el campo y no abandonen el sistema de vida comunitario para ir a las ciudades en donde aumentan los hacinamientos, la pobreza, el individualismo, el capitalismo. Cuando podían haber fortalecido el sistema de gobierno autonómico andino de ayllus, marcas y suyus (federaciones y confederaciones). En vez de hacer todo lo anteriormente anotado, se han dedicado a concentrar el poder en el partido y en el gobierno, en vez de fortalecer y principalizar a la alteridad que lanza gritos para auxiliarles pero que son sordos para escucharla.

En Bolivia, la derecha acaba de obligarle al gobierno a retroceder en la ley 1386, y así como este caso no le han permitido al MAS hacer mucho desde hace 15 años. Pero se sigue apostando por el estado, creyendo que el estado cuando sea plurinacional logrará el cambio. Cuando más bien se debería estar abogando por una etapa de transición hacia la desaparición del estado, de la democracia, de los partidos. Pero no por destrucción directa, sino por el fortalecimiento del sistema mancomunitario, esto es, encumbrando, empoderando y posicionando a este sistema milenario vigente todavía. Para que ahí realmente haya un poder popular, esto es, un poder abajo, un poder horizontal, un poder cohesionado. Pretender construir el tal estado pluricultural y plurinacional es haber caído en otra trampa, como en tantas anteriores para seguir en lo mismo, y sin que vean que la vía alterna es la que permite salir del pantano. No necesitamos construir un Estado Plurinacional sino reconstruir el Sistema Mancomunitario. Montar el Estado Plurinacional será desmontar el Régimen Comunitario.

Entonces, señores y señoras intelectuales, el problema no está solamente en la derecha, está en las concepciones de la izquierda, en sus creencias, en sus tácticas, en sus horizontes. El cambio tiene que venir primero en la izquierda para que sea posible otro mundo, y ello implica comprender que construir otro mundo es hacerlo afuera del sistema, como lo está haciendo la alteridad, por ejemplo, los zapatistas y otras comunidades en México, y que igual ya lo están iniciando en otros lugares de Abya Yala o de Ameriske. Como lo están haciendo comunidades kurdas en el Asia Menor. Como lo están viviendo las ecoaldeas y las cooperativas integrales en todo el mundo. La alteridad se llama Buen Vivir / Vivir Bien que engloba a todos los proyectos comunitarios de todo el mundo.

La salida es autonómica, es decir, contra el sistema. Lo que no significa dejar de hacer acciones adentro y arriba del sistema, sino, que el cambio es principalmente por afuera y subsidiariamente por adentro. El cambio es con el Estado y al mismo tiempo contra el Estado, pero principalizando el otro régimen. Es desde abajo hacia arriba, desde las comunidades hasta la federación y confederación de comunidades. Es desde la comuncracia y no desde la democracia, sistema comuncrático en el que los dirigentes son cooptados desde los consejos de base y van subiendo hasta el consejo nacional, pudiendo alguien caer de nivel o salir completamente en cualquier momento si pierde la confianza de las bases comunitarias que siempre tienen el poder. En definitiva, las comunidades como el centro de todo y no el partido, las comunidades como un conjunto de familias organizadas en red, y no un grupo de individuos asociados en sindicatos o partidos.

Entonces, la salida no es más democracia, más estado, más partido, más izquierda; sino, más comuncracia, más ecoaldeas, más autonomía, más redes, más colectivos, más cooperativas, más horizontalidades, más consejos, más campo, más comida orgánica, más bioconstrucción, más permacultura, más naturaleza, más integralidad, más armonía, más equilibrio, más complementariedad, más reciprocidad, más circularidad, más humildad, etc., etc.

Necesitamos una transición a un régimen mancomunitario y no a un estado plurinacional. Lo mancomunitario no es un estado sino un telar de comunidades autogestionadas, autosostenibles, autosustentables, que están interrelacionadas y entretejidas para apoyarse mutuamente y sostenerse complementariamente. Esto es, la alteridad a la izquierda y a la derecha.

Es decir, aprender de la experiencia acumulada de miles de años y contenerse en la heurística comunitaria de los pueblos, y no en nuevas modas, aventuras, teorías, dogmas, nacidos del ego de algún iluminado o enviado. Sistema de la alteridad que no está muerto, que vive todavía en ciertas regiones, pero más que todo que vive en la naturaleza, es decir, en la vida, y si no somos capaces de convivir en sinergia, en simbiosis con la madre tierra, seguiremos cavando más el hueco de nuestra tumba.

El “hombre nuevo”, el “nuevo mundo”, la “nueva humanidad” es ahora, y no cuando llegué el socialismo y luego un tal comunismo. Tenemos que florecer las comunidades en donde todavía se mantienen y sembrar en donde se ha perdido el régimen comunitario. Hay que regresar al campo y no seguir aumentando las ciudades. Hemos de volver a ser hijos de la madre tierra y no los dueños de ella.

Debemos dar un salto hacia adelante aprovechando lo rescatable del sistema actual, de la ciencia y la tecnología moderna, para dar un giro a un nuevo nivel, para caminar en una nueva conciencia, pero más que todo para seguir sobreviviendo como especie humana. Retomar y avanzar es el camino que nos enseñaron los maestros y maestras, con un ojo en el pasado y el otro en el futuro.

Atawallpa Oviedo Freire

Por Alteridad

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