
Atawallpa Oviedo Freire, escritor franco-ecuatoriano. Autor de 12 libros, 5 traducidos al francés. Director de la Escuela Alteridad de Estudios Superiores (EADES) y Coordinador del Centro de Estudios del Buen Vivir.
No siempre quienes formulan ayudar están ayudando, pudiendo ser que más bien que los estén volviendo más dependientes a los que quieren favorecer. No todos quienes señalan estar luchando por los indigentes les están acompañando para que dejen de ser pobres, sino que más bien los pueden estar afirmando o apuntalando en esa condición, así no sea esa su intención o anhelo.
Por ello, no es lo mismo ayudar, apoyar, acompañar. El paternalismo, el asistencialismo, el romanticismo, pueden ser armas en contra y no algo a favor. Hay muchos que piensan y actúan como Teresas de Calcuta, que dicen defender a los hambrientos y que creen que la pobreza es una forma de redención para ganarse el cielo y otros para ganarse el comunismo. Al menos los que creen que se ganarán el paraíso celestial serán ellos mismos los que lo disfrutarán, pues los comunistas les ofrecen que sus tataranietos son los que disfrutarán del paraíso comunista y ellos ahora deben sacrificarse.
La izquierda se ha auto asumido como la liberadora y emancipadora del pueblo, entre ellos de los indígenas, pero irónicamente han salido jugando en su contra o han metido autogoles “sin querer queriendo”, como diría el chavo del ocho. Lo que no significa que la derecha haya sido mejor para las poblaciones indígenas, sino que ambas han sido nefastas, cuando la izquierda ha querido ser lo contrario.
De ahí, el rechazo que tiene la izquierda en muchos sectores populares, pues no han sido lo que ellos prometían ser, ni han conseguido lo que pregonaban. Y no es problema solamente de que la derecha y el imperialismo no les ha permitido, sino que la izquierda guarda sus propias deformaciones o inmanentes desviaciones, que si la derecha no existiera la izquierda sería tan solo otra forma de lo mismo.
Ello se debe al mesianismo, foquismo y salvadorismo que les acompaña y adorna. Principalmente a su colonialismo enraizado y porque también son parte de la trama colonial, de un colonialismo que actúa por abajo y por la izquierda, que son productores de nuevas formas de neocolonialismo a pretexto de cambio, transformación o revolución.
Han pasado más de 500 años desde la llegada del colonizador y hasta ahora la izquierda latinoamericana no ha hecho un proceso de descolonización, y su perorata sigue reproduciendo y machacando los traumas coloniales. Es decir, solo quieren dar la vuelta a la tortilla, en la que el proletariado pasa a dominar a la burguesía, y en que luego la dominación se auto extinguirá a sí misma por gracia de la buena fe de los comunistas. Dicho de otra forma, la dominación liquidará a la dominación como tal, algo que solo ellos se lo creen.
Lo cierto, es que hasta ahora lo único que han logrado son estados totalitarios y dictatoriales hacia su propio pueblo, acusándolos de pequeño-burgueses o de revisionistas. En consecuencia, no se trata de dominar a nadie sino de terminar con la dominación en sí mismo, empezando por la dominación de la naturaleza, de ahí que explotarla para dizque terminar con la pobreza humana es otro de sus absurdos.
Se llenan la boca de antimperialismo, antiburguesía, anticolonialismo, pero funcionan con sus mismas categorías y valores, como por ejemplo, con el dogma derecha – izquierda que ellos se inventaron. Ni siquiera han sido capaces de crear otras dicotomías, sino que perviven indefinidamente con el catecismo marxista leninista; lo que no significa que seamos anti marxistas, sino que entendemos que el marxismo no es todo o lo único, como lo creen las izquierdas, unas más otros menos, es la única diferencia entre ellas. Al menos si se guiarán por el viejo Marx serían más consecuentes, pero se guían principalmente por el iluso treintañero Marx, del cual el viejo Marx se distanció.
A la final sus proyectos revolucionarios han terminado consolidando más el mismo sistema de dominación, que afectándolo o resquebrajándolo. La derecha ha llevado a crisis permanentes al sistema, y la izquierda lo ha recompuesto y hasta estabilizado. En última instancia, quienes han defendido mejor al capitalismo es la izquierda, así no hay sido ese su propósito u objetivo. A la izquierda casi siempre le ha salido el tiro por la culata, especialmente su disparo ha salido en contra de las comunidades indígenas.
Desde que surgió lo que se llama Izquierda en Europa, luego de la revolución francesa hasta el día hoy, ésta ha sido especialmente perniciosa para los pueblos indígenas de todo el mundo. Los liberales cuando surgieron en la Europa republicana fueron de izquierda y vistos como revolucionarios, hoy son considerados todo lo contrario y caminan abrazados con los conservadores. Con ello demostrándose que el liberalismo jamás fue un proyecto realmente revolucionario sino tan solo otra variante del eurocentrismo, que es el punto central de todo el dilema colonial.
Los socialistas-comunistas van por el mismo camino, y ahora muchos los califican como la «nueva derecha» o el «ala izquierda de la derecha». En todo caso, los liberales, socialistas y comunistas latinoamericanos solo se han limitado a copiar y plagiar a sus pares europeos, y no han sido capaces de inventar algo propio hasta el día de hoy, a excepción de los teólogos de la liberación y los decoloniales, aunque han seguido siendo proyectos eurocéntricos.
Para los liberales latinoamericanos, en la época que ellos llaman “la independencia”, las comunidades indígenas eran consideradas el “problema indígena” para la construcción de su república de propietarios individuales, como ellos soñaban el mundo.
Y lo mismo era para los socialistas y comunistas, donde la “cuestión indígena” con su sistema de comunidades también representaba un obstáculo para la formación de su proletariado, la base material de la revolución socialista, y la clase fundamental para la construcción de su mundo comunista.
El liberal Simón Bolívar ilegalizó la existencia de las milenarias comunidades, pues siguiendo el dogma liberal quería convertir a los indios en ciudadanos de la república naciente[1], lo que significaba que debían de dejar de ser indios y comunitarios, es decir, lo que habían sido históricamente para pasar a ser individuos nacionales bajo la tutela del Estado burgués.[2]
Consideraban que los indios eran incapaces de gobernarse a sí mismos, de que eran como niños grandes que no podrían pervivir por su propia dirección[3]. Y siguiendo con la marca colonial monárquica, en que ellos los pusieron bajo la tutela del clero, los liberales los pusieron bajo la dependencia del estado, hecho que se mantiene hasta el presente. La tal “independencia” para las poblaciones originarias fue tan solo un cambio de tutela, y así en todo. Incluso, su situación empeoró en algunos aspectos.
A su vez, los socialistas y comunistas concibieron que el sistema de comunidades representaba un atraso de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción para la construcción de su imaginario “hombre nuevo”. Aquel inventado en la cabeza dictatorial de algunos idealistas que se decían los más claros revolucionarios o los representantes del materialismo dialéctico auto considerado el más alto pensamiento científico de toda la humanidad.
Esto también significaba, y significa que deben dejar de ser indios comunitarios para pasar a ser obreros o campesinos agroindustriales, y con ello conseguir codearse con la “clase más avanzada”; pero, que ahora hemos visto que está entre las “atrasadas”, siguiendo el dogma marxista-leninista.
El liberal San Martín eliminó la “república de criollos” y la “república de indios” para que todos sean ciudadanos nacionales, y para supuestamente terminar con la diferencia entre unos y otros. A pretexto de ello, los “independentistas” procedieron a eliminar la estructura de organización y de gobierno en que por miles de años se había sostenido el mundo indígena. Lo que también significó que debían dejar de ser comuneros autosustentables y autosostenibles organizados grupalmente, para pasar a ser individuos aislados y dependientes de la nueva republiqueta que ellos creaban.
Los conquistadores españoles no afectaron mayormente el milenario sistema indígena y a sus autoridades locales, pues les servía como un sistema de producción rentable, que es lo que les interesaba, de que sean proveedores de ingentes recursos económicos antes que preocuparse de desarmarlos y desorganizarlos creando un nuevo aventurero sistema o de acomodarlos al suyo, el cual les podía haber salido en contra.
Si bien el milenario sistema indígena producía mucho, aunque las riquezas iban a los ricos criollos y la realeza, lo importante es que se seguía manteniendo el sistema comunitario con sus propias formas y autoridades. En cambio, los liberales procedieron a desarmar el sistema milenario indígena, para construir su republiqueta de “hombres libres”, pero el cual, los volvió más esclavos de lo que estaban anteriormente en la época monárquica.
Los socialistas-comunistas y las ongs desarrollistas, por su parte, en su idea de crecimiento y progreso para las poblaciones indígenas, a través de sus proyectos prebendalistas terminaron dando el otro golpe y éste más contundente, al acelerar su descomunalización y desculturización en su idea de civilizarlos, culturizarlos, educarlos, desarrollarlos, progresarlos, es decir, los vieron (y los siguen viendo) como primitivos y subdesarrollados desde antes de la invasión europea.
Algunos indígenas ilusionados por el desarrollo y el progreso que les ofrecían las ciudades, han abandonado el campo y por ende las comunidades, como consecuencia el sistema milenario comunitario está en peligro de desaparición y con ello también sus ontologías, epistemologías, hermenéuticas y axiologías propias. Los indígenas urbanizados adquieren nuevas costumbres y nuevos pensamientos, que difieren de sus filosofías propias y de sus formas milenarias de organización comunal y de funcionamiento productivo.
Los liberales, en su tal independencia, procedieron a extinguir las propiedades de la realeza, pero al mismo tiempo con la propiedad comunal, bajo la idea de instaurar la propiedad privada como la base de la naciente república. Procedieron a terminar con la propiedad colectiva o comunitaria, considerando que algunos jefes indígenas eran parte de una supuesta realeza indígena. Lo cual, a la postre significó que los ricos criollos “independentistas” comprarán esas tierras como propiedad individual o privada, lo que conllevó el arrinconamiento de las poblaciones originarias hacia los territorios más dificultosos para vivir y producir.
Es decir, en la época de la colonia monárquica, las milenarias comunidades pasaron a ser consideradas haciendas, pero sus pobladores siguieron viviendo en los mismos territorios que habían vivido ancestralmente y que eran los mejores a todo nivel. Pero con los “patriotas” su situación se empeoró, al perder la posesión natural de las tierras y verse obligados a buscar territorios inhóspitos pues el nuevo propietario era un rico burgués que había apoyado la “independencia de España”, y que querían que los indios se queden como peones por un miserable pago. Así hasta el día de hoy, en que las mejores tierras la tienen los descendientes de los “patriotas”, y en que siguen repitiendo que ellos son los que generan las fuentes de trabajo.
Los socialistas que han estado en el gobierno de distintos países de América Latina, en vez de consolidar el sistema comunitario, de hacer políticas de mejoramiento de las condiciones de vida campesina, de empujar proyectos productivos sustentables y agroecológicos de comercio justo y equitativo, de fomentar la propiedad comunitaria, de fortificar el sistema de autoridades y de administración comunitaria, para que se empoderen culturalmente y tengan más recursos económicos y más conciencia política comunitaria; se han dedicado a administrar y ampliar el estado burgués, poniéndole algunos logotipos indígenas y creando ciertas instituciones interculturales, con lo cual han creído estar atendiendo a las poblaciones indígenas y campesinas, pero que en última instancia han sido espacios neocoloniales para profundizar el eurocentrismo y el cristianocentrismo.
La alfabetización que ellos empujaron no fue para que tengan más herramientas o medios para consolidar su propio sistema, sino para que aprendan formas neocoloniales desarrollistas y estatistas. Hoy los indios profesionalizados son los que se encargan de colonizar en lo que falta a sus hermanos o de ahondar mucho más todavía el eurocentrismo liberal, socialista y hasta conservador. Y de la misma manera como están desapareciendo los idiomas originarios, están desapareciendo las racionalidades comunitarias y sus epistemologías holísticas o integrales.
Si los progresistas hubieran dado importancia al campo, estas poblaciones habrían podido convertirse en referentes y guías de lo que es un sistema comunitario, con las ventajas y proyecciones que ello implica para salir del capitalismo. Más bien, los socialistas y comunistas progresistas se han dedicado a fortalecer el estatismo, al que dicen que luego lo destruirán cuando lleguen al comunismo.
Más bien, lo que interesaba era abrir ampliamente la vía alterna, milenaria, y propia, denominada Buen Vivir/Vivir Bien, pero por el contrario, se dedicaron a especular y a crear híbridos como “socialismo comunitario”. Con ello generando más confusión, y en última instancia, la crítica y el rechazo de las poblaciones indígenas a los proyectos estatalistas de los socialistas y comunistas, y ante ello, algunos han caído en la trampa neoliberal de la derecha.
Consecuentemente, debe quedar bien claro de que no hubo ninguna independencia, al menos para el 90% de la población que estaba constituida por indígenas. Tanto es así, que en sus leyes “independentistas” solo fueron considerados ciudadanos los que tenían propiedades y los que eran alfabetos, es decir, los únicos ciudadanos eran los ricos criollos, llamados “patriotas” e “independentistas”. Ellos eran los únicos que podían votar y decidir en la democracia liberal. Esto hasta 1979 en que recién se quitó la exigencia de ser alfabetos, es decir, los liberales y conservadores los tuvieron excluidos por 150 años.
Es más, los liberales “independentistas” procedieron a eliminar los tributos y el trabajo obligatorio para la realeza, pero 5 años más tarde los “patriotas” volvieron a restituir los tributos, porque decían que los indios no trabajan si no es por la fuerza. Y también restituyeron el trabajo obligatorio, aunque esta vez para el estado, es decir, para los dueños del estado que eran los ricos conservadores y liberales.
Por su parte, los progresistas en su visión estatista se dedicaron a crear bonos por aquí y por allá, con ello ahondando el paternalismo y la dependencia, sin que hayan resuelto el problema de la tenencia de la tierra, más bien apoyando los proyectos agroindustriales y la afectación de la naturaleza a través de la magaminería, en su deseo de mejorar el PIB o de tener recursos para generar infraestructura, que en su mayoría sirve a las empresas transnacionales. Sin olvidar la corrupción que también les tentó a los “revolucionarios”.
De ahí, que ahora ya no hay diferencia entre conservadores y liberales, pues en esencia nunca estuvieron interesados en destruir las estructuras coloniales de dominación, sino que tan solo buscaban usufructuarlas en su propio beneficio, es decir, el no compartir las riquezas con la realeza, eso era todo.
Hoy pomposamente hablan de que lucharon contra el yugo español, cuando lo único que querían es tener el control directo del yugo, incluso, fueron más crueles que los monárquicos hasta la reforma agraria de los años 60 en que recién hubo un ligero cambio.
Las luchas de independencia tan solo fueron las luchas entre las élites criollas y monárquicas por el control absoluto de los territorios, de las haciendas, y de los indios, es decir, de la mano de obra barata. Hecho que no ha cambiado hasta el día de hoy.
Entonces, no hay que luchar por la “segunda independencia” como dicen los socialistas-comunistas, pues la emancipación no es solo de clase como ellos plantean, sino que es ontológica y epistémica, esto es, autonómica y opuesta a las concepciones y creencias eurocéntricas. Es una disputa contra el colonialismo de derecha y también el de izquierda, que como hemos demostrado ha sido más perjudicial todavía, aunque su interés haya sido benéfico para los pueblos indígenas.
La vergüenza que hoy es Latinoamérica es responsabilidad de todos ellos, quienes, con sus dogmas antropocéntricos, logocéntricos y sus miles de centrismos, han ido destruyendo en estos 500 años lo que al cosmos y a la naturaleza le tomó millones de años en formarlo, y a lo que a los pueblos indígenas les tomó en por lo menos 20.000 años en construir un sistema simbiótico con la madre tierra.
Ni las izquierdas ni las derechas jamás entendieron lo indígena, y si algo entendieron nunca les interesó basarse en sus sistemas y conocimientos para construir su republiqueta liberal, ni les interesa ahora a los marxistas-leninistas para su sociedad socialista-comunista, pues siempre los vieron como fuerza de trabajo para la derecha y como masa para la izquierda.
Nadie de ellos principalizó las filosofías indígenas como perspectivas de transformación profunda y real. Unos poquitos comunistas a lo máximo hicieron híbridos marxistas e indigenistas, pero que a la final lo indígena era solo un residuo o relleno de lo que los comunistas creían que es el hombre nuevo y la nueva sociedad.
El movimiento de ecoaldeas en el mundo, son de los pocos que han sabido reconocerlos y revalorizarlos a través de sus proyectos de ecoaldeización de la Madre Tierra, como salida efectiva y concreta a la crisis ambiental y al caos social.
El propio Simón Bolívar lo dijo en su famosa Carta de Jamaica (1815) en referencia a los criollos: “no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado”.
Así es, sus derechos, conocimientos y valores eran eurocéntricos, y solo se sentían americanos por haber nacido en tierras indias y esa era su única diferencia con Europa, pero jamás se interesaron por aprender lo que produjeron estas tierras, es decir, sus culturas, sus lenguas, sus espiritualidades, sus filosofías, por el contrario, en su racismo siempre vieron al indio como de “inferioridad biológica”.
Todos los eurocentrados, sea cualquiera su nombre o rama y se digan revolucionarios, los vieron, y siguen viendo como anticuadas, vetustas, inservibles a las epistemologías indígenas, es más, algunos dicen que solo son saberes mágicos. Por ello, hoy tampoco existe mayor diferencia entre derechas e izquierdas, los socialistas han terminado como los liberales en conjunción con las derechas y sus rabietas solo son para turnarse en el poder. En última instancia sus diferencias son básicamente egolátricas y superficiales, como entre los republicanos y demócratas en EEUU, o entre los socialistas y los populares en España.
Hoy lo revolucionario está fuera de la izquierda, está en la alteridad. Y esto lo sabe la propia derecha, tal como dice Aznar el expresidente de España, de que el indigenismo es el nuevo comunismo. Ellos saben, que los socialistas solo son el brazo izquierdo del mismo sistema, y que lo realmente transgresor actualmente es lo indígena, aquel profundo y enraizado.
Ante ello, para dividirlos les han lanzado cantos de sirena a algunos despistados felipillos, como lo han hecho en estos 500 años en que lograron captar a algunos, y actualmente hay un buen número de felipillos de derecha e izquierda, por lo que hoy por hoy el neocolonialismo también tiene rostro indígena, y hay que mirar más allá de sus ojos para ver su alma y saber quiénes realmente son.
De ahí que es importante y urgente levantar la vía alterna a la izquierda y derecha, si se quiere realmente un cambio. Esto es, la vía comunitaria bajo el nombre actual de Buen Vivir, a las vías eurocéntricas capitalistas y estatistas-comunistas. Hay que aprender de estos 500 años de colonialismo, sino tan solo se seguirá prologándole y afinándole, y lo peor a nombre de revolución, cambio, antiimperialismo, indigenismo, izquierda; las mismas que tan solo son trampas para mantener la herida y el trauma colonial desde otra forma, y por ende, sigamos en lo mismo.
[1] https://journals.openedition.org/bifea/4087
[2] https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-247/los-indigenas-en-la-independencia
[3] https://www.servindi.org/node/39199
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