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Una crítica a Grosfoguel, Dussel y otros intelectuales

Atawallpa Oviedo Freire. Puruwa de Ecuador. Filósofo Andino. Director de la Escuela Superior Alteridad. Coordinador del Movimiento al Buen Vivir Global

RESUMEN

El autor sostiene que urge rebasar la teoría decolonial, por cuanto es parte de la matriz epistémica eurocéntrica, y ante ello propone lo transcolonial, que quiere decir cuestionar a la civilización como tal, y no solamente proponer una transmodernidad dejando intacta a la civilización.

Palabras clave: Decolonialismo, eurocentrismo, transcolonial.

INTRODUCCIÓN

En 2013 Leanne Betasamosake Simpson, una mujer indígena del pueblo Mississauga Nishnaabeg de Canadá puso en escena el concepto de “extractivismo cognitivo”. El cual ha sido revalorizado y repotenciado por algunos intelectuales bajo el nombre de “extractivismo epistémico”. Especialmente, por Ramón Grosfoguel en su artículo: “Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y al «extractivismo ontológico»: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo.[1]

Las palabras “extractivismo epistémico” son nuevas, pero el concepto ya es antiguo. Así, por ejemplo, hay quienes han hablado de colonialismo interno o de anatopismo. Esta última palabra, quiere decir: interpolar conocimientos de fuera de una realidad, para leer o interpretar a otros pueblos con el fin de imponerles una concepción del mundo desde la razón dominante, y hasta para hacerlos aparecer como que es una creación propia. Todo ello con el argumento de que es por “su bien” o “su progreso” o “su bienestar”; para salir del “salvajismo”, del “atraso”, del “subdesarrollo”.

Es la acción para la asimilación de lo otro o de la alteridad al sistema estatuido, en el propósito de hacerle perder su carácter raizal y por ende su espíritu de transformación integral y estructural. Es lo que los liberales en economía llaman “lo informal”, es decir, normar y legalizar lo no controlado por el sistema capitalista y el Estado, con el propósito de cobrar impuestos y para incorporarlos al modelo económico de consumo.

Si algo no se ajusta al sistema-mundo dominante es visto como anatema, y debe ser formalizado, legalizado y naturalizado, es decir, domesticado y sometido al orden oficial. Especialmente, cuando representa un peligro para el sistema o porque necesitan sacar un provecho económico o político de aquello.

Grosfoguel dice en el referido artículo: “Este principio de asimilación es epistemicida porque termina destruyendo los saberes y las prácticas ancestrales. (…) Si el «ecologicidio» destruye la vida, el «epistemicidio» y «existencialicidio» consiste en destruir los conocimientos y formas de vida asociadas a los artefactos, saberes y «objetos» extraídos para asimilarlos a la cultura y formas de ser y existencia capitalistas occidentales”.

A estos casos, algunos lo ven como formas de “mestizaje o hibridación”, o como procesos que son parte de la “interculturalidad”, y hasta de alguna manera en “encuentro de saberes”; pero en realidad, son formas de integracionismo o de asimilacionismo. No puede haber diálogo o encuentro o interrelación, entre pueblos en desiguales condiciones y entre saberes antagónicos uno del otro. El diálogo, la democracia, la libertad que enarbolan las huestes civilizatorias, en realidad o en la práctica son los medios creados por el colonialismo para hacer sutil la auto dominación y la auto explotación, sin que los hombres que dicen ser libres y democráticos se den cuenta de aquello. La democracia y la libertad son los mitos de los esclavos modernos.

El colonialismo les presenta a todas ellas como lo que “mejor ha funcionado” o “lo menos malo”, logrando así que sean aceptadas por la población y crean que están en una situación mejor, pues “hay cosas peores”. Les conceden el voto, pero es un voto para elegir a quien les va a subyugar, bajo el discurso de que están eligiendo libremente. Pero, todos esos votos son comprados, manipulados, engañados, corrompidos. Y, por otro lado, solo se puede elegir entre los partidos políticos, los que convertidos en mafias electorales responden a intereses personales y grupales, sean de derecha o de izquierda. La democracia electoral es la trampa para que el votante se suicide por mano propia, pero él cree que es libre. El concepto de “libertad de elección” es el mayor logro del capitalismo para el auto sometimiento por mano propia. Ya no necesitan esclavistas, cada uno se auto condena.

Antiguamente era muy visible la servidumbre ya que estaban bajo una dominación específica, ya sea dentro del feudo, de la hacienda, o cualquier forma de encerramiento. Pero luego, con el aparecimiento de la democracia electoral y de la libertad de mercado, ahora el siervo cree que los poderosos le han entregado o concedido ciertos privilegios y ventajas. Ni que fueran tontos para hacer concesiones, solo han encontrado los medios idóneos para que el pueblo mismo se constriña y acepte voluntariamente la democracia como el mejor sistema y apueste por la libertad como el soñado vehículo de salvación y autorrealización, sin que se den cuenta que es la etapa clímax del esclavismo cuando se ha llegado a la auto esclavización.

Hemos llegado a las formas posmodernas de autoencadenamiento al mercado, de dependencia a la tecnología, de ansiedad consumista, de desesperación por lo material. Y para ello, necesitan mucho dinero y tienen que trabajar más de 8 horas, y hacer que toda la familia trabaje, para poder seguir haciendo más ofrendas al dios mercado. Gastar en todo lo que puedan y así enriquecer a un puñado de empresarios que cada día se hacen más ricos.

No se equivocó Fukuyama cuando dijo que habíamos llegado al “fin de la historia”. Hemos llegado al homo consumus, del hombre que es libre para consumir todo lo que le alcance y los empresarios para destruir libremente el planeta. Este es el fin de la historia, porque ya no habrá más historia que contar, tan solo el de contar cómo fue el fin de aquella humanidad desquiciada por devorarlo todo.

I. TRANSCOLONIAL

Los liberales en su tiempo fueron considerados revolucionarios, los socialistas y comunistas también lo estuvieron, y ahora, los decoloniales van por el mismo camino. Todas estas posturas fueron revolucionarias, pero al interior del sistema-mundo eurocéntrico o hegemónico, más no fuera de éste. Los decoloniales pretendieron salir de este eurocentrismo, pero no lo lograron. Su propuesta decolonial sigue siendo eurocéntrica, a pesar de que esa no sea su intención. Pues se manejan con las mismas categorías ontológicas y epistémicas, y no con los de la alteridad. Hacen pensamiento crítico, pero desde su bagaje personal-individual y no desde lo colectivo construido milenariamente por los pueblos de fuera de la civilización o del supremacismo. Acaso están más allá o saben más que los procesos colectivos de miles de años, o, también quieren superar todo ello desde su objetividad individualista o su egocentrismo.

Cuando hay una experiencia acumulada de miles de años que todavía está latente y que desde ahí debe hacerse cualquier crítica al eurocentrismo, a la civilización, y a todo lo demás creado por el logos. Difícil el que lo hagan, pues para ellos es también un conocimiento atrasado, primitivo, no-filosófico; y de ahí los calificativos peyorativos de “pachamamistas”, “abyayalenses” (Castro-Gómez), coincidiendo con las derechas e izquierdas eurocéntricas. Se identifican con el pueblo pobre, pero consideran que su conocimiento es pobre, es más, ni siquiera lo conocen, y solo son expertos en filosofía occidental. La misma, que en realidad es filosofía helénica, pues los romanos la impusieron a toda la Europa indígena y los europeos helenizados a todo el mundo. En este sentido, no cabe hablar de eurocentrismo sino de helenocentrismo, pues la Europa indígena (céltico) también está despertando y su conocimiento también es válido para una crítica a la civilización o al homogenismo, sistema creado por el helenismo e impuesto al mundo.

Por ello, creemos que urge rebasar la teoría decolonial y ante ello hablamos de transcolonial, que quiere decir, cuestionar a la civilización como tal, y no solamente proponer una transmodernidad dejando intacta a la civilización. Lo que quiere decir una trans-civilización.

Esto es, que no se cuestione lo civilizatorio y más bien se lo vea como un proceso de evolución o de mejoramiento o de avance o algo así. En definitiva, que se siga reivindicando a la civilización como algo adelantado o superior, de lo supuesto “salvaje” y “bárbaro” de antes de la civilización o de lo no civilizado. Cuando ahora vemos que fue al revés, la civilización fue la sociedad salvaje y bárbara que destruyó a las naturas que guardaban la vida y a las culturas que criaban la vida, para imponer la domesticación de la vida. Y, por otro lado, que se siga utilizando el término “civilización” para referirse a algunos de los pueblos que fueron colonizados por el helenocentrismo, cuando jamás rompieron con la naturaleza ni la calificaron de inferior, y peor que hayan impuesto a la razón sobre todo lo demás. Por ende, que no se cuestione a la civilización como tal, que es lo que le interesa al civilizador o extractivista, de derecha o izquierda. Helenocentrismo que también ha afectado al pueblo europeo al haber perdido su ligazón con la naturaleza, es decir, con la “realidad”.

Nosotros hablamos de transcivilización, en el sentido de terminar con la civilización para recrear otro mundo desde otros fundamentos, justamente diferentes a la civilización. Y no, de una una progresión o desarrollo o perfeccionamiento, desde la transmodernidad u otra corriente desde el interior de la misma civilización, sino de algo afuera del helenocentrismo. Es decir, desde una filosofía colectiva milenaria y no desde una filosofía de la liberación o de la dependencia, o de cualquiera que nazca solamente desde su cosecha personal, la que en última instancia viene del helenismo crítico individualista o neoliberal, que ya no cree en la comunidad sino en la sociedad (conjunto de personas individuales). Esta última, también es otra creación de la civilización y de su racionalismo objetivo y positivista, sobre los pueblos campesinos comunitarios y su visión de integralidad, complementariedad, correspondencia, ciclicidad, polaridad, reciprocidad, estabilidad dinámica. Principios y categorías que no son manejados ni utilizados por los decoloniales.

La causa de todo el actual caos global, no es solo obra del capitalismo sino de la civilización como tal. No es el producto de los últimos 100 años de la era tecnológica, ni de 500 años de la modernidad, sino de más de 3000 años de patriarcalismo y de su sistema social al que le llamaron la civilización.

La civilización es colonial por sí misma, pues surgió con el propósito de conquistar y colonizar a la naturaleza, es decir, a la vida, y no solamente con el afán de conquistar y someter a otros territorios y personas. El patriarcalismo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, el socialismo-comunismo, la modernidad, el antropocentrismo, la religión, la democracia, el Estado, etcétera, son los diferentes ingredientes y expresiones de la civilización.

La civilización es la que determina quiénes son los grandes, inteligentes, bellos, fuertes, libres, científicos, puros; y el punto de referencia son ellos mismos. El narcisismo en su máxima expresión. Esto es en esencia la civilización, el desprecio y el combate a todos quienes no se someten a su geo-egocentrismo y sus miles de centrismos, pues se sigue funcionando así a pesar de que hoy sepan que estamos en un sistema heliocéntrico. Las instituciones geocéntricas siguen funcionando hasta el día de hoy, y éstas no son cuestionadas por los decoloniales, tan solo criticadas, por ejemplo, creen en la democracia mientras desde lo trans-colonial se habla de biocracia o consensocracia. Es decir, es algo que no ha cambiado en todo su proceso de existencia, que solo ha ido profundizándose y consolidándose. Es el mismo paradigma utilizado, que ha alcanzado en este tiempo su ebullición y al mismo tiempo su evaporización.

Todo esto centralizado principalmente en el sexismo, el racismo y el clasismo, poniendo a un sexo, a una cultura y a una clase sobre las demás. El hombre-blanco-rico es el prototipo de lo mejor y más avanzado, y lo que no corresponde a este esquema es incivilizado (salvajes), subcivilizado (tercer mundo), en proceso de civilización (países emergentes).  Es así, como lograron imponerse las élites, al interior y exterior de ellos, para crear este mundo piramidalista que con la globalización se ha convertido en planetario y que ahora amenaza ser universal.

El colonialismo es la forma de creer, pensar y observar de la mente oscurantista y antropocéntrica, cuando rompió las interrelaciones: comunidad-naturaleza, cultura-naturaleza, humanidad-naturaleza, etc. De estas dicotomías, se produjo o surgió su sistema social al que los dualistas o los dialécticos socráticos le llamaron la civilización. Es más, ni siquiera existía la palabra “naturaleza”, es la civilización la que la creó; como tampoco existe esta palabra en ninguna lengua de fuera del helenismo. El helenismo es el causante y responsable de todo lo que produjo y ha hecho la civilización, y cuyo resultado es el dilema actual de continuación o desaparición de la especie humana.

Un acto transcolonial debería ser el de borrar la palabra naturaleza y todas sus nociones. En nuestro caso, en este texto vamos a tratar de evitarla lo más posible y hablar de “vida-no-humana”, pues todo es vida o forma parte de la vida. Todo es vital y todo es sagrado, se comprende desde lo trans-colonial. Si no habría algunos de estos elementos vitales, no existiría esta forma de vida. Lo que significa que si desaparece una o varias especies de animales, plantas, minerales, ecosistemas, se está tendiendo a la desaparición de esta vida. E, irónicamente, la que desaparecería sería la especie humana, pues las demás seguirían viviendo.

Los grecorromanos-semitas (helénicos) configuraron a la civilización como una sociedad contracultural, en el sentido de ir en contra de la forma de crianza o de criar la vida, pero, ante todo, contra natural, para dar paso a una sociedad y un sistema-mundo artificial, enajenante, cosificador, alienante. Entonces, la civilización no es la superación del salvajismo y de la barbarie —como ellos dicen, sino por el contrario, la creación de una sociedad salvaje de auto destrucción y suicida. La misma que en apenas 2000 años de existencia ha ido destruyendo cada vez más varias formas de vida, de pueblos, de culturas, de idiomas, etc. La civilización es el crecimiento, desarrollo y progreso de las formas de exterminio de los otros, hasta llegar al auto exterminio que vivimos actualmente.

Irónicamente, el “hombre libre o civilizado” es el más grande esclavo en toda la historia de la humanidad. Empezando porque no sabe que es esclavo y, por ende, no busca acabar con esa situación sino que la perenniza.[2] El esclavo antiguo lo era corporalmente, el hombre moderno lo es además: emocional, intelectual, afectivamente.

Por tanto, la única civilización que ha existido (y existe) es lo que se ha dado en llamar “civilización occidental”, por lo que resulta una tautología decir “civilización occidental”. Civilización u occidente son sinónimos. Occidente es el resultado de lo que produjo la civilización, y que ahora pretenden occidentalizar o globalizar todo el planeta. O lo que ellos llaman: civilizar, evangelizar, culturizar, evolucionar, desarrollar, progresar, a los pueblos primitivos o atrasados o subdesarrollados o tercermundistas. Todas éstas, formas coloniales del helenocentrismo y de su sistema civilizatorio, que fuera definido como un proyecto antisalvaje o de superación del salvajismo, cuando la civilización es la sociedad más salvaje o cruel que ha existido hasta ahora. No fue un “mejoramiento” sino un desmejoramiento. Lo que ellos llaman salvajes (naturas) y bárbaros (culturas) tenían sus defectos o deficiencias, y la civilización no aportó para rebasar aquello, sino que profundizó y amplió esas deficiencias. Y de eso se trata ahora, de superar todas las deficiencias históricas de la humanidad en su conjunto, especialmente de la etapa denominada civilización, y a eso apunta lo trans-colonial o trans-civilzatorio. Entonces, no se trata de regresar al pasado, como acusan algunos decoloniales (y otros) a los “pachamamistas” o “abyayalistas”. Ni es una alabanza del “buen salvaje”, sino que aceptamos sus deficiencias, pero entendemos que la civilización fue peor. No idolatramos a los pueblos y comunidades indígenas, pero creemos que tuvieron más coherencia y dignidad que la sociedad no-indígena. Creemos que su filosofía es más armónica y equilibrada, y nos apoyamos en ella para seguir tejiendo; mientras otros siguen tejiendo lo helénico, sin que se den cuenta o no lo quieran.

Los romanos al imponer la “civilización” al resto de Europa, exterminaron con las naturas[3] y las culturas[4] indígenas de lo que hoy conocemos como Europa. Los grecorromanos denostaban de todo el resto de europeos, y luego los europeos civilizados, es decir “salvajizados” se dedicaron a reproducir o replicar lo mismo en el resto del mundo. Los romanos les dijeron que fueron a sacarles del salvajismo y de la barbarie, más por el contrario, les introdujeron en el salvajismo y a eso le llamaron proyecto civilizatorio. Los salvajes romanos tuvieron que decir que los otros europeos eran los salvajes, para poder convencerles de su supuesto salvajismo y hacer posible la implantación de la civilización. Cuando la sociedad salvaje es la que se desprendió de lo natural, del sentimiento, de las emociones, de lo subjetivo; para terminar racionalistas, cartesianos, mecanicistas, y que hoy la física cuántica los ha desbaratado.

La conquista de Europa fue el primer paso de los romanos, de otros que se fueron sucediendo posteriormente, hasta llegar a este momento de vida o muerte para la especie humana. Los europeos civilizados o “salvajizados”, esto es, desculturizados y desnaturalizados, se han dedicado a “salvajizar” a los pueblos y comunidades todavía no-civilizados, logrando a este momento “salvajizar” a casi toda la humanidad. La puesta en peligro de la sobrevivencia de la especie humana es el acto más salvaje que se haya visto jamás, pues no es solo la destrucción de unos cuantos pueblos, como pasó en otras épocas, sino de toda la humanidad. Todo esto implica una descivilización, que es una real descolonización o un serio acto transcolonial.

Hoy queda más claro, que los pueblos de fuera de la civilización jamás llegaron a separarse de la vida-no-humana ni de lo sagrado, y que por tanto, no construyeron un sistema social suicida, ecocida y epistemicida, como es la salvaje civilización. Sistema-mundo de explotación de la vida-no-humana (naturaleza) que jamás aconteció en toda la historia del ser humano sobre este planeta. Se les puede hacer muchas críticas a las comunidades indígenas o no-civilizados, y hay mucho que cuestionar, pero ninguno de ellas atentó contra la humanidad en su conjunto. Han habido situaciones complejas, pero ninguna por obra del mismo ser humano. Y no es cualquier humano, sino el hombre civilizatorio. En especial, el de los últimos 100 años, el que ha dado el golpe final en la etapa cumbre de la civilización con su capitalismo neoliberal.

El homus civilis o anti naturalis dio un quiebre con la esencia de la vida, pretendiendo superar a la naturaleza o al estado natural, lo que les condujo a un estado de salvajismo y al cual le denominaron la civilización. Este fue el inicio de la ruptura contra quien sostiene la vida del ser humano, y hoy simplemente se está cosechando lo que se sembró hace más de 2000 años. Los primeros que rompieron con la naturaleza al declarar la inferioridad de la naturaleza (Platón) abrieron las puertas a lo que hoy estamos viviendo. Los demás solo han ido puliendo y profundizando ese camino hasta llegar a este momento crucial, o, parafraseando a Whitehead, haciendo un pie de página al locus extractivista de Platón. Por tanto, el hombre civilizado o “salvajizado” es el hombre: patriarcalista, antropocéntrico, logocrático, linealista, racista, religioso[5].

Consecuentemente, no ha habido un “encuentro o choque de civilizaciones” —como dicen los intelectuales colonialistas y decolonialistas, respectivamente—, sino la destrucción paulatina y sostenida de la civilización hacia los pueblos, culturas, comunidades, aldeas, que vivían (y viven) en el continuo de los ecosistemas. No es solo, que el eurocentrismo o el imperialismo o la globalización o el capitalismo han invadido y dominado otros pueblos, sino que es el paradigma de la civilización la que se ha superpuesto sobre las culturas y las naturas en su afán de eliminar sus paradigmas y arquetipos. La modernidad no es un estado superior al que hemos llegado, sino es la etapa de auto destrucción masiva. Antaño la disputa era de humanos contra humanos, hogaño, es además contra otras especies no-humanas.

Algunos grupos en occidente están en proceso de descivilización y están regresando a la forma cultura de vida. Ya no quieren, ni creen más en las ilusiones o fantasías mercantiles del primer mundo, y están promoviendo las ecoaldeas, las cooperativas integrales y otras formas de vida en comunión simbiótica. Se han dado cuenta de que ellos fueron las primeras víctimas de las élites civilizadoras o domadoras, y están retomando formas artesanales de producción y de vida; y tienen justamente como referente a las comunidades o aldeas indígenas.

Lo civilizatorio es el estado egocéntrico de supremacía intelectual al creer que los pueblos pre-civilizatorios estaban en un estado inferior, menor o peor; y que la humanidad debe continuar con procesos civilizatorios más profundos. Lo que significa, que siguen con la misma lógica colonial y validan a la civilización, cuando éste es el estado más salvaje, de lo salvaje que pudieron tener las sociedades pre-civilizadas. Algunos grupos “naturas” devinieron en “culturas”, pero la cultura no deviene en civilización o de la cultura surge la civilización, sino que la civilización es el proceso de desculturización y desnaturalización de la vida.

La izquierda y los decoloniales siguen creyendo en una “lucha liberadora y en una teoría de la liberación”, pero como hemos visto hasta ahora, terminan recreando nuevas formas de dominación por los que pasan a la posición de arriba; y desde lo transcolonial o transcivilizatorio no se busca anular la oposición sino en complementar las oposiciones en forma cíclica (no solo horizontal). Es decir, que no se busca liberarse ni emanciparse sino de armonizarse y equilibrarse con todo. Es otro el paradigma el que mueve lo trans-colonial, es lo que también se llama “resistencia” o el de resistir en el modelo de crianza de la vida. Una cosa, son las “luchas de liberación” y otra, las “luchas de descolonización”.

No se trata de tomarse el Estado sino de reconstruir la vida desde abajo y desde afuera de lo estatuido, formando mancomunidades. Tampoco interesa “ser Estado”, sino superar en la práctica el Estado mismo, y no cuando llegue el comunismo para recién ahí eliminar el Estado, la democracia, y el partido. No interesa entrar en la democracia institucional y electoral, sino de recrear otras formas de organización y participación. Tampoco el de crear partidos políticos populares sino de eliminarlos, porque son las formas de dominación del capitalismo civilizatorio o la trampa para el suicidio mediante el voto. No se pretende construir el socialismo para llegar un día al comunismo, sino el de construir y/o reconstruir la forma comunidad o aldea en un nuevo nivel. Para ello, principalizando la micropolítica sobre la macropolítica.

En la conciencia o racionalidad transcolonial hay que superar todos los socialismos, no hay necesidad de pasos intermedios, hay que construir el aldeismo o el comunalismo, que no es el comunismo de Marx y peor el de los marxistas leninistas. Eso fue una aberración, la anulación de la individualidad y la imposición del totalitarismo, de la dictadura blanda de la burguesía a la dictadura dura del partido. Toda la experiencia de lo que se ha llamado “revolución” dentro de la civilización, ha servido para afirmar más la dominación como sistema político, al pretender terminar la dominación con otra dominación, lo cual vuelve a la dominación como el sentido de vivir y la manera de existir, sin que haya posibilidad de salir del círculo vicioso.  Y más bien, han dado pretextos para que las élites puedan tener más y mejores argumentos, para someter y aplacar a todo tipo de rebeldía.

A estas distintas expresiones y formas de vida nueva, desde lo trans-colonial las agrupamos bajo el término “aldeidad” o “aldeismo”. Palabra que viene de aldea (similar a comunidad), pues consideramos que para revertir la revolución climática hay que “eco-aldeizar” el mundo, antes que el sistema ciudad-civilización acabe con todos los humanos. Entrar en un proceso de neo-ruralización o re-campesinización, pues el urbanismo depredador sigue avanzando con sus “selvas de cemento”. Todo ello, con el propósito de proteger a lo que contiene, sostiene y mantiene al ser humano, pues sin la “vida-no-humana” el hombre no es nada. Para ello, hay que profundizar los procesos autonómicos de autogobierno, autogestión y de auto sostenimiento, como el que vienen empujando ciertas ecoaldeas en Occidente. Así como también las que vienen empujando las comunidades o ecoaldeas ancestrales de los zapatistas y de los kurdos, que son un ejemplo de transformación profunda desde abajo y desde afuera del sistema estatuido.

No se trata de transformar o de crear más ciudades sostenibles, inteligentes, compactas, o en transición, sino de terminar con el modelo que viene destruyendo la vida, y ese, es la forma “ciudad-civilización”. Apenas el 2 % del territorio del planeta ocupan todas las ciudades en su conjunto, pero emiten gases de efecto invernadero en alrededor del 75 %.[6] Para ello, debe decrecer la población mundial como también una serie de factores complementarios de decrecimiento. Ello implica entender que la disyuntiva no es entre la civilización liberal-capitalista y la civilización marxista-socialista, sino entre la civilización de derecha/izquierda versus la aldeidad o comunalidad. Eso es lo que el mundo tiene que elegir: más contra natura o, retomar el continuo de la natura (conti-natura).

Esto implica vivir ya en nuevos sistemas de vida, en otras formas de producción, alimentación, vivienda, etc. Los que viven en ecoaldeas son en la práctica transcoloniales, mientras otros siguen viviendo en las mismas formas de la civilización, aunque su discurso sea ecologista o de defensa de la naturaleza. Los decoloniales siguen en las ciudades y trabajando en los mismos centros superiores de la civilización, y no hacen una vida rural y no trabajan en centros alternativos y peor alterativos. Y así en todo.

En este sentido, la descolonización es para todos: colonizadores y colonizados, civilizados y civilizadores. No hay descolonización si no hay descivilización. Y no se trata de luchar por más libertades o de ser libre, sino el de armonizarse con todas las formas de vida, pues, quién es libre del sol, de respirar, de comer. La libertad es el mito de los hombres civilizados de derecha e izquierda, que solo existe en la mente racionalista o antinatural. La vida funciona por sincronía, simbiosis, entre fuerzas complementarias, y no por la libertad de cada uno. La armonización tiene un sentido de comunidad y cooperación, la libertad de individualidad, de competencia, y egoísmo.

La “liberación” pasa a constituirse en otra forma de dominación y explotación, por un nuevo sector que cree representar y liberar a los demás. Los marxistas no comprenden que la explotación del hombre terminará cuando termine la explotación de la vida-no-humana, y no al revés.

La dicotomía civilizatoria de “derecha-izquierda” o “capitalismo/socialismo”, ni antes, y peor ahora, fue una dicotomía transcolonial, tan solo al interior de la civilización. Ni siquiera entre modernidad y transmodernidad (Dussel), pues, la estructural contradicción es entre civilización y transcivilización. Ahora es más claro, que las contradicciones no solo son de clase o de género o de raza, sino que son ontológicas y epistémicas. Seguir viendo como dicotómicas a la derecha e izquierda es no poder ver el fondo, y no darse cuenta de que son solo dos ramas de la misma fuente civilizatoria. La dicotomía es entre derecha-izquierda y la alteridad, es entre capitalismo-socialismo y el Buen Vivir. Esta otra diferencia entre decoloniales y transcoloniales.

La izquierda es solo una máscara, pues adentro hay la cara verdadera que es el helenocentrismo. La diferencia entre derecha e izquierda es solo de clase, pues comparten las mismas fuentes ontológicas y epistémicas. En cambio, con la alteridad y el Buen Vivir son paradigmáticas, entre dos maneras totalmente diferentes de entender y de vivir la vida o la “realidad”. Quien no se plantea salir de la civilización solo se da la vuelta en lo mismo, como el perro loco que quiere morderse su cola. Eso es la izquierda y lo decolonial, vivir como pequeño-burgueses aunque critiquen a la burguesía.


[1] http://www.revistatabularasa.org/numero-24/06grosfoguel.pdf

[2] En nuestro libro La Sociedad de Claustro y otros, explicamos ampliamente esta situación.

[3] Comunidades recolectoras, como los actuales pueblos en “aislamiento voluntario”.

[4] Sociedades criadoras y recreadoras de vida.

[5] No confundir con espiritual ni con ateo, el religioso y el ateo son dos expresiones civilizatorias. El ser humano no-civilizado es espiritual o animista o pagano (chamanismo).

[6] https://tinyurl.com/y5xyxae7

Por Alteridad

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