Patricio Carpio Benalcázar[1]
Hace 37 años, León Febres Cordero del partido social cristiano (PSC) asumió la presidencia, de ahí la derecha nítida ha debido vestirse de otro color que no sea el PSC para lograrlo, en 1992 con Sixto Durán (PUR en alianza con el Partido Conservador Ecuatoriano) y hoy en el 2021 con Lasso (CREO en alianza con el PSC).
Lasso gana las elecciones en un contexto político polarizado entre correismo y anticorreismo, y es la dispersa votación por esa segunda opción, la que le permite remontar en el balotaje al candidato Arauz quien deambuló embebido con el tutelaje del ex presidente Rafel Correa, cuya retórica agresiva y de venganza, estimuló al electorado a inclinarse por “el mal menor” lo cual amplificado por los grandes medios escritos, televisivos y virtuales protagonizados por periodistas-activistas, generó ese ambiente de incertidumbre. Lo expresado por un colega en un tertuliadero político “…..lo que sea, menos Correa; es hora de darnos un respiro” parecería ser el reflejo más preciso de la subjetividad imperante en este proceso electoral. Lasso y su discurso por el “Ecuador del Encuentro” ofrecía eso, salir de la confrontación y garantizar estabilidad.
Como cuando sales de un mal trago y te preguntas ¿qué pasó?, hoy nos toca reponernos y mirar los escenarios asumiendo responsabilidad frente al futuro; entender que votaste por una opción programática más allá de esa subjetividad anticorreista. En primer término, ese voto fue un aval para aquella consigna tan repetida en la campaña: “más Ecuador en el mundo y más mundo en Ecuador” que no es otra cosa que la declaratoria para el imperio del libre mercado y los tratados de libre comercio; cómo van a reaccionar los productores nacionales pequeños y medianos, la producción campesina, el comercio de pequeña escala, los profesionales dedicados a la consultoría y otros sectores que se verán incapaces de competir con las empresas transnacionales, es un tema demasiado sensible y que ya debe ponerse en la mesa anticipadamente.
Los otros aspectos que deben saltar al debate es la pertinencia de profundizar el ajuste neoliberal con sus mandatos de austeridad, reducción del Estado y gasto público, eliminación de subsidios, privatizaciones (hoy llamada monetarización de sectores estatales estratégicos), desregulaciones en todos los ámbitos sobre todo para la flexibilización laboral y la inversión extranjera con atención a la inversión en minería; disminución de impuestos a los sectores productivos bajo el discurso de la competitividad y en su reemplazo cargas impositivas indiscriminadas (IVA, combustibles, etc); recortes a la educación y salud pública, bajo priorización del pago a la deuda externa entre los puntos más relevantes.
El cuestionamiento que se levanta ante este escenario de política económica es si estas permitirán la reactivación de la economía y el empleo que representa el punto nodal para la mayoría de la población en este país o si agudizará la crisis incrementando el camino a la acumulación de los que más tienen y de los indicadores de pobreza, cuyo cifra ya rebasa a más de la mitad de los ecuatorianos.
El develamiento de estas perspectivas más el entendimiento de la política social como paliativo, paternalista y lateral a la política económica, nos plantea a quienes promovemos y activamos por una democracia verdadera y profunda caminar “un paso adelante y dos pasos atrás” para darnos un respiro y seguir bregando por una vía alternativa al populismo corrupto y al neoliberalismo excluyente.
Pero esta opción no vendrá sola, será preciso regresar al barrio urbano y a la comunidad rural, a la organización de base y a la matriz cultural y concertar la gran minga por el Buen Vivir para concretar los derechos de la naturaleza, la economía solidaria, la soberanía alimentaria, los derechos territoriales con descentralización y autonomías, la planificación integrada y participativa; la transición hacia el postextractivismo, con derechos de las mujeres, de pueblos y comunidades, de trabajadores y campesinos, de jóvenes, estudiantes.
Si le llamamos a esta opción, la tercera vía, concordamos, pero sobre la base que esta no es patrimonio de un determinado liderazgo personal ni partidista, sino que debe construirse en un debate ampliado entre todos los sectores, fundamentalmente con el movimiento indígena quien legítimamente enarbola las resistencias y las propuestas hoy en Ecuador.
Mientras tanto veamos cómo se tiende la mesa, con qué y quienes vienen de comensales en los primeros cien días del nuevo gobierno.
[1] PhD en Sociología, profesor universitario. Analista de temas ecosociales y políticos