ATAWALLPA OVIEDO FREIRE
Los comunistas dijeron que el fin de la historia sería el “comunismo”, a esto respondió Fukuyama de que sería la “democracia liberal”. La izquierda y la derecha coinciden en que habrá un fin de la historia, de hecho, la derecha ya lo vive así, dicen que solo están perfeccionando el capitalismo y la democracia, y a quién se atreve a poner en duda son calificados de extremistas o de peligrosos comunistas. Y a su vez los comunistas, los ven como románticos, esencialistas, retrorrevolucionarios, pachamamistas, abyayalistas.
El hegemonismo impuso al mundo la democracia liberal o capitalista y el socialismo-comunismo, y nadie puede salirse de esta dicotomía, incluso la derecha solo reconoce como interlocutor a la izquierda socialista-comunista, los demás son anti sistema, regresionistas, populistas. Claro que los hay, pero son al interior o producto del nacionalismo civilizatorio. En todo caso, derechas e izquierdas vanaglorian a la democracia, y solo se diferencian en los apellidos que la ponen, hablan de democracia burguesa los unos y democracia socialista los otros. Pero desde la alteridad o afuera de este pensamiento supremacista y homogenista, hay otros postulados como la sociocracia, la democracia horizontal (aunque sigue utilizando esa palabra), y la biocracia.
La democracia es una forma de organización y de gobierno, en la que se imponen las decisiones de las mayorías sobre las minorías, que desde la óptica de las minorías es el sistema de la imposición de unos sobre otros o la dictadura de las mayorías. Cuando hay imposición –aunque sea mínima–, los grupos desplazados o relegados se esforzarán por ganar su espacio, como los grupos feministas, homosexuales, ecologistas, espirituales. La democracia se convierte en la lucha y la confrontación permanente entre distintos grupos e intereses, de la cual, siempre sacan ventaja los que están en la cima de la pirámide.
Es el gran juego que polariza al pueblo y que le permite al sistema mantenerse inalterable en la lucha de oposición. La lucha de opuestos no pone en riesgo al sistema sino que lo perenniza eternamente, a través de las disputas electorales y políticas, que confunden, manipulan y opacan la reacción de las mayorías en el gran teatro político. El pueblo es convertido en observador de la lucha, obligado a votar por uno de ellos, en la siguiente votación por el opositor, y así toda la vida convencido de que su voto tiene poder, de que es el poder de la democracia. Todos absorbidos en el tinglado, para que no se den cuenta de quienes detrás del escenario siguen enriqueciéndose.
Como la democracia ha sido otro fracaso, de igual manera y como siempre, se inventan o les añaden apellidos y creen que todo está salvado: representativa, participativa, directa, y demás inventos taumaturgos. Nietzsche ya lo decía: “la democracia es pura hipocresía, falsedad, engaño, es el modo de vivir en el cual, si uno asoma un poco la cabeza, se la cortan.”
Lo peor de la democracia es el presidencialismo o monarquía republicana pues sigue estando el poder en manos de una sola persona, ahora llamada presidente en vez de rey, que aunque no sea la misma persona, es el mismo poder y el mismo sistema. De igual manera, todos dependen de los aciertos o errores de un solo individuo, y que tampoco puedan hacer mayor cosa como en la monarquía. La vida y destino de un pueblo marcado, delimitado y decidido por un autócrata. Pero lo más risible, es que todos aplauden a esta monocracia republicana, se auto vitorean de que son grandes demócratas, y enaltecen a la democracia como el gran sistema de gobierno.
Son bombardeados con estas estulticias desde que están en el vientre materno, que son felices toda su vida de ir cada cierto tiempo a emitir su voto por el nuevo monarca, convencidos de que su voto tiene un gran poder. Luego se pasan renegando de lo que hace o no hace el aprendiz de reyezuelo, pero siguen creyendo en este sistema. Lo único que esperan toda su vida es que cambie el personaje y no el sistema, sin que lleguen a ver que el problema es el sistema y no el personaje, y a quién culpa de sus males. Y así escriben la historia, el problema de un país son los buenos o malos presidentes.
Lo demócratas se han convertido zombis adoctrinados que se acercan a las urnas con todas las esperanzas y expectativas puestas en un individuo, y casi siempre terminan decepcionados; pero, no se cansan de ir a la democracia de 8 horas para soltar toda su vida en un ánfora llena de papeles. Salen del recinto electoral erguidos y orgullosos de que son el poder del pueblo, por y para el pueblo, como les han lavado el cerebro.
Y cuando están molestos con la democracia reclaman una dictadura, para que igual sea otro personaje, éste de mano dura y rostro siniestro, para que ponga en orden la sociedad. Y después, luchan por terminar con la dictadura de un fascista y recuperar la democracia de un autócrata.
Así actúan todos, sean de derecha o de izquierda. Pero, lo más irónico, es que los de izquierda entregan su esfuerzo, su trabajo, su familia y hasta su vida, a esta insulsa democracia y terminan entregándose nuevamente al mando de una sola persona, llámese Lenin, Mao, Kruschev, Fidel Castro, Chávez, Ortega. En la derecha, los ricos ponen la plata y los pobres pendejos ponen su trabajo esperando que les caiga algunas migajas. Los políticos de derecha o de izquierda se ponen a la cola de la democracia, arrastrándose por un personaje.
Y los de izquierda se atreven a decir que son revolucionarios, cuando en toda la historia de la izquierda mundial también se han puesto de rodillas ante el monarca de turno de izquierda. “Revolucionarios” que han escrito millones de páginas y no han sido capaces de pensar en otro sistema de gobierno. Su socialismo y su comunismo también terminan en un solo monarca, y a esto lo llaman “poder popular”, y de tanto en tanto salen a las plazas con las banderitas de ese personaje para rendirle honores.
Este sistema se ha metido en la médula de todos, que creen que ha habido un gran cambio al haber traspasado el poder del rey a un presidente y unos cuántos subpoderes. Cuando es otra variante de lo mismo. Y siempre convencidos, que el país y el mundo cambiarán si un día llegan a acertar con el mejor candidato que les haya hecho el mejor show. Todos los políticos son como las prostitutas, ofreciéndole al pueblo darles más placer y gozo en todos los niveles de su vida, por un voto. Puta democracia en la que los demócratas prostituidos venden su vida a este absurdo.
Los esclavos demócratas no saben o nunca han escuchado que es el consenso, la sociocracia, la conciliación, el consejo, el acuerdo entre las partes. Por miles de años, los “hombres de las cavernas”, los “primitivos”, los “bárbaros”, los “salvajes”, los “atrasados”, los “inferiores”, practicaron todas estas formas y con resultados positivos. Hasta que llegó la civilización, la sociedad “más avanzada”, “superior” e “inteligente”, con su pilche democracia en Grecia hace apenas unos 2000 años. Sistema que fue asimilado por los romanos, quienes a su vez la impusieron a los europeos, y los europeos democratizados al mundo entero.
Y ahora, su estupenda democracia nos ha conducido a la pandemia mundial y al cambio climático total, pero nadie dice que hay que cambiar el sistema de gobierno unipersonal, solo hablan de capitalismo y socialismo. Creen que el problema es solamente del sistema económico, pero no de la democracia que no ha funcionado en ninguna parte del mundo. Sistema fracasado, pero los derechistas e izquierdistas siguen apostando por la democracia, se siguen dando con la misma piedra y todo está cada vez peor, pero no aprende el hombre libre, desarrollado y civilizado.
Los demócratas siguen dormidos y siguen siendo esclavos, pero se creen libres. Dejar de ser esclavos adoctrinados por la democracia esclava para ir a un sistema donde todos sean los autores y actores de su propia vida. Lo que quiere decir, que cuando todos seamos responsables de nuestro destino, cuando asumamos la dirección y ejecución de nuestro caminar, cuando decidamos todo lo que queremos vivir, ahí habrá otro mundo. Que no será ni el capitalismo ni el socialismo, sino un sistema comunitario, cooperativo, asociativo; al que le llamamos mutualista.
La democracia tampoco existe en la vida-no-humana ni en el cosmos, nada funciona por la imposición del calor contra el frío, o de la mayoría del día contra la minoría de la noche. En el pluriverso y en el propio cuerpo humano todo funciona en equilibrio y en armonía complementaria, para que se desenvuelvan en forma dinámica y simbiótica. Y cuando se alteran estas leyes surgen las enfermedades, ya sea por exceso de calor (fiebre) o de frio (pulmonía). La vida es correspondencia y reciprocidad entre todas sus fuerzas constitutivas, para que se mantenga y se prolongue la vida (estabilidad dinámica). A eso llamamos biocracia.
Las comunidades vitales o tetrasóficas practican el consenso o la concertación, mecanismo a través del cual se busca congeniar diferentes posiciones o fuerzas. Y en ese propósito, cada parte debe ceder posiciones hasta llegar a un acuerdo común que satisfaga a las partes. En el consenso se trata de buscar –por todos los medios y formas– la conciliación de todas las posiciones de exclusión, hasta que se transformen en complementarias y sea posible la convivencia. De esta manera, todos son tomados en cuenta y son partícipes de la creación social en común. Lo que no implica que desaparezcan la diferencia o la contradicción, las cuales son inmanentes a la vida, simplemente han comprendido que la vida no es lucha sino armonía, y ese es su sentido de vida aunque sea difícil vivirlo siempre así. Esa la gran ruptura entre uno y otro sistema.
El propósito de la biocracia no es de uniformizar a todos como lo intenta el capitalismo, o igualar como lo pregona el socialismo, sino, el de respetar la oposición y de valorar la diferencia pues son necesarias y parte irrenunciable de la vida (vitalcentrismo). Sin diversidad no hay vida, y esto es lo que tanto le ha molestado al paradigma civilizatorio en estos dos mil años, y ha querido “resolverlo” desapareciendo todo tipo de diversidades o variedades culturales, sexuales, espirituales, étnicas, etc.
La diferencia no necesariamente tiene que provocar confrontación sino, puntos de vista disímiles que permitan apoyarse mutuamente para que todos florezcan. Tal como sucede entre hombres y mujeres, que tienen dos formas de pensamiento y sentimiento, pero que no son excluyentes la una de la otra sino complementarias, y esa diferencia que se respeta y que se valora, es la que enriquece a las parejas y a la sociedad en general. La “solución” del paradigma democrático ha sido resuelta con el dominio del hombre-adulto-blanco-heterosexual, y la anulación de todo lo que no coincida con este molde uniformizante.
La civilización es contranatura, ha experimentado con sinnúmero de modelos sociales en apenas dos mil años; y, los pueblos solares y lunares por siempre han reproducido el modelo del cosmos o del pluriverso. No fueron pueblos perfectos ni ideales, sin problemas ni guerras, pero su propósito no era hacer lo contrario a la vida-no-humana, como lo ha hecho la “civilización anti-salvaje” (tautología). Por el contrario, adentrarse cada vez más en la conciencia cósmica primordial, para convivir en sinergia y sincronía.