Atawallpa Oviedo Freire
Todas las culturas y pueblos de la Tierra, desde siempre y más ahora con la globalización mediática y comercial, intercambian productos, creencias, conocimientos, tecnologías, etc. Lo que nos podría llevar a definir que todos somos mestizos, bajo el argumento de que todos hemos compartido o intercambiado o mezclado algo del otro. Por lo tanto, lo único que existiría en el mundo serían mestizos, y no habría que discutir más y punto final.
Bajo este punto de vista, el elemento central de definición y de demarcación sería la mixtura, la hibridez, la mescolanza, el mestizaje, como ejes conductores de la vida social. Pero, ¿será ese factor el único. Y si no es el único, será el más importante entre otros elementos y variables para establecer diferencias y diversidades. ¿Lo importante será buscar la unificación que homogeniza o; el respeto a lo opuesto, a la variedad, a lo diferente, que construye la heterogeneización o la pluralidad? Evidentemente al mercado y a la civilización en su conjunto le interesa uniformizar a todo el mundo dentro de los mismos patrones y esquemas, por lo que aplaude toda forma de mixtura pues su rentabilidad es más alta. Claro está, homogenizar dentro del pensamiento único y universal que ha impuesto el hegemonismo monosófico o monoteísta. Para ello, coge elementos de todas las culturas del mundo y los incorpora al “libre comercio” para satisfacer su ego etnicista. Todo se compra y se vende, sin respetar la matriz cultural de sus pueblos.
Para los defensores de lo mestizo el asunto principal es la combinación genética o biológica, el color de unos y otros, las formas exteriores, el nivel orgánico de las personas. Pero según el genoma humano -demostrado científicamente- no existen diferencias entre los seres humanos en ninguna parte de la Tierra, todos están constituidos de lo mismo. Entonces, ¿cómo puede mezclarse algo que es igual? Solo sería mezcla si se combinaran los humanos con las plantas o con los animales o con los minerales. Reducir todo a mestizaje o hibridismo o sincretismo sería la forma más simplona de ver la vida, y eso busca el monoculturalismo con la globalización para imponer un solo dios, una sola ciencia, una sola manera de vivir. De hecho, a eso avanzamos cada vez más. Todos absorbidos al paradigma normalizado.
¿Cuál sería la diferencia fundamental entre distintos pueblos o personas? La respuesta principal podría ser, en la forma de percepción de la “realidad”[1] y de su relación con ella. Es decir, la diferencia básica no está en el color de la piel, o en utilizar una prenda de vestir de otra cultura, o en comer algo que no es originario de esa región; sino, en los postulados epistemológicos, ontológicos, axiológicos de uno y otro pueblo o región. Sería una situación de fondo y no algo formal.
Entonces, hablar de lo indígena como algo que se circunscribe a una forma física o racial –que no existe- sería algo vacuo y manipulador para establecer diferencias humanas por solo el color de la piel, y de esta manera seguir reproduciendo el esquema colonial de superiores e inferiores. O al contrario, el argumento de que, utilizar ciertos elementos, técnicas o instrumentos de otra sociedad le hace perder su identidad, sería caer en un purismo fanático que a lo único que conduce es a otra aberración extremista, creyendo que el vestido le hace al monje o confundir al camino con el caminante.
Por tanto, lo indígena o nativo (términos genéricos para referirse a los pueblos milenarios del mundo) hace referencia a un punto de vista o posición frente a la vida y a su forma de experienciarla. Habiendo en toda la historia mundial dos posiciones básicas: una vitalcéntrica y otra antropocéntrica. En la primera el ser humano es parte de la naturaleza y en la segunda se separa de ella. La historia se divide en antes y después de la división con la naturaleza, y a partir de ello todas las demás dicotomías: naturaleza/cultura, naturaleza/sociedad, naturaleza/objeto, naturaleza/mercancía, etc. Y como parte de la naturaleza: lo femenino, las diosas, las emociones, los afectos, la sexualidad, los esclavos, los pueblos indígenas, etc.
A la etapa de ruptura con la naturaleza, es decir, con la vida, se la conoce como civilización. En este sentido, los pueblos antes de la civilización son los pueblos naturistas o animistas que han vivido (y siguen viviendo) en el continuo de la naturaleza, y que son más conocidos como pueblos indígenas, algunos sobrevivientes hasta la actualidad. Y por otro lado, los pueblos civilizatorios que declararon la inferioridad de la naturaleza (Platón) y su dominación (Biblia).
Desde el paradigma “civilizalista” los pueblos primeros de todo el mundo son tribus de salvajes. Los socráticos establecieron diferencias entre los humanos y no-humanos, y los humanos solo eran aquellos que habían roto con la naturaleza salvaje y que se guiaban por la mente, las ideas, las teorías. Para los socráticos los filósofos jonios (occidente de Grecia), como Tales, Anaximandro y Anaxímedes, eran no-humanos pues tenían una visión naturalista de la vida, ya que buscaban las respuestas sobre la vida en el cosmos sagrado; a diferencia de ellos que lo buscaban en la razón pura e instrumental, es decir, en el ego humano. Luego, a los “no-humanos” los calificaron de salvajes, pero ahora, con el cambio climático y la pandemia del coronavirus sabemos quienes eran los verdaderamente salvajes, aquellos que rompieron con la racionalidad ambiental. Esto es, los civilizados, pero ahora, lo civilizado es presentado como lo mejor o superior.
Hecho éste, que se mantiene hasta el día de hoy en que siguen despreciando a la naturaleza y a los campesinos e indígenas de todo el mundo, incluido Europa, como por ejemplo, el menosprecio a los indígenas Sami en el norte de este continente. Son blancos de color de piel, pero tienen otra cosmovisión y filosofía, lo que les origina rechazo por la sociedad civilizada o monosófica.
Entonces, históricamente y en todo el planeta, se pueden vislumbrar en forma básica dos tipos de mundos: unos que buscan vivir en interrelación con eso que los civilizados llamaron la naturaleza, y aquellos que se distanciaron de la naturaleza porque la consideran primitiva, inferior, idolátrica. Entonces, redefiniendo a lo que sostiene el paradigma civilizatorio o antropocéntrico, el ser indígena responde a una actitud natural y el no-indígena se enmarca en una forma contra natura o artificial. Entendiendo a lo natural como un estado de estar en la vida que busca correspondencia y reciprocidad con las leyes de la naturaleza, y lo civilizatorio a un paradigma guiado por leyes políticas, sociales y religiosas producto de la mente dictatorial y del ego narcisista.
Dicho de otra forma, lo nativo o indígena o ancestral u originario, es un estado de conciencia de las antiguas culturas tetrasóficas de dimensión o de característica complementaria, recíproca, correspondiente, espiral, armónica; y el no-indígena o civilizado o moderno o desarrollado, aquel que se inscribe en concepciones mecanicistas, objetivistas, positivistas, instrumentalistas, cosificadoras. Lo que importa desde el paradigma tetrasófico, no es el color de la piel sino las expresiones gnoseológicas y relacionales sobre la vida, la “realidad”, y la “naturaleza”. Ese tipo de concepción y de relación, es lo que marca el modo de vida de cada pueblo, y lo que importa para delimitar las posiciones y diferencias.
Bajo esta mirada, diferente del paradigma civilizatorio de derecha e izquierda, hay todavía un número importante de indígenas o nativos o aborígenes que existen en cantidad -dentro del siguiente orden-: África, América, Asia, Oceanía y muy pocos en Europa. Lo que quiere decir que la población mundial ha sido paulatinamente civilizada, es decir, modificada de lo vitalcéntrico para convertirla en una población antropocentrada: domesticada, reducida, adoctrinada, dogmatizada, virtualizada. Siendo más precisos aún, hay dos tipos de conocimiento: lo indígena, de cosmo-conciencia holística, integral, sistémica, simbiótica, de complejidad; y lo no-indígena o civilizado, de tipo separatista, especialista, fragmentaria, claustral, miope, anoréxica.
La antropización de Amaruka o Abya Yala
Amaruka (América) por miles de años y hasta hace 500 años funcionaba en una conciencia heliocéntrica, vitalcéntrica y tetrasófica. Hasta cuando se produce la invasión geocéntrica, monosófica y antropizada del paradigma instrumentalista, bajo el argumento de civilizar, culturizar y evangelizar a los pueblos salvajes, idólatras, arcaicos, sodomitas… Que esto fue lo mismo, que dijeron los romanos de los europeos, los cuales, posteriormente romanizados dijeron e hicieron lo mismo con los pueblos indígenas del resto del mundo. Los conceptos y formas fueron las mismas, tanto contra los indígenas europeos y los indígenas del mundo entero. Incluso, los romanos fueron más crueles con los indígenas europeos, que los europeos romanizados con los indígenas de todo el mundo.
Los europeos cristianizados, continuando con la conquista emprendida por sus antecesores como estilo de vida, para consolidar la invasión de América y buscar una forma fácil de distanciamiento con los nuevos pueblos, se inventaron el concepto de raza y crearon todo un apartheid por la forma física y el color de la piel, mucho más que por lo cultural: blancos, castizos, mestizos, cholos, indios, zambos, negros, etc. De hecho, los romanos ya lo hicieron con los pueblos del norte de Europa, a quienes los calificaban de bárbaros, y decían que una de sus características era que tenían el pelo rubio y los ojos azules, y que ello lo tenían solo los estúpidos y bárbaros. Por eso, hasta la actualidad siguen repitiendo en el sur de Europa, aunque ya muy poco, que “las rubias son estúpidas” y en referencia básicamente a las mujeres. Por ello, Hitler decidió reivindicar a la “raza aria” que había sido denostada por centenas de años, y desde ahí hay un cambio en relación a los rubios; y ahora, es al contrario, son vistos como mejor o más puro, y desde ahí, “los caballeros las prefieren rubias”, y hasta su dios y Jesús son presentados así.
Sin embargo, los romanos no crearon un sistema social racista, había un menosprecio pero no crearon una estructura y un modelo de vida dentro de esas condiciones. Algo que sí lo hicieron los europeos cristianizados, que siguiendo esa impronta procedieron a crear un sistema basado en ello, y que se mantiene hasta la actualidad. Entonces, el racismo no es un desprecio a otros colores o etnias, como hacían los romanos con los vikingos, sino un sistema colonial institucional como hicieron los europeos civilizados en el resto de continentes.
No es casual, que los ricos siempre sean hombres de piel blanca, y solo desde hace poco, unas cuantas mujeres de piel blanca y unos pocos hombres no-blancos. No es que las mujeres de piel blanca eran incapaces o menores, sino que había (y hay) un sistema que promueve y reproduce solo a los hombres y dentro de ellos solo a un tipo de hombres: blanco, rico, heterosexual, adulto, académico. Y eso mismo sucede con el resto de personas y países que no pueden salir de esta situación, a excepción de unos pocos. En EEUU la movilidad social es de apenas el 10%, el que nace rico así no trabaje morirá rico, y si alguien nace pobre tiene 90% de probabilidades de morir pobre, porque así está diseñado el sistema. De nada sirvió que llegué a ser presidente de la primera potencia un hombre de color de piel negra, si éste no pensaba como los indígenas africanos, sino como los antropocentristas en general. Lo que demuestra que el color de la piel no establece un color de pensamiento igual para todos.
Este sistema y discurso sistematizado por los romanos se mantiene hasta nuestros días por varios grupos, a diferentes niveles y formas, pero en la misma línea. Siguen tomando como eje a la supuesta existencia de razas, que de acuerdo al genoma humano no existen tales razas pero sí el racismo detrás de un determinado color. Algunos, ya no solo se circunscriben a lo racial sino hablan de lo cultural, artístico, tecnológico, etc., y siguen con la misma línea impuesta por la conquista y su concepto colonial de mestizo, y hablan de la existencia de una supuesta “cultura mestiza”. El hecho de que los indígenas incorporen elementos de los civilizados y viceversa, es solo una absorción o asimilación a sus propios paradigmas. Las concepciones se mantienen y solo se incorporan elementos a su propia estructura. No han dejado de ser lo que son los civilizados, siguen con sus mismos patrones de conducta y de percepción de la naturaleza y la vida.
De otra parte, hay un sinnúmero de vestigios de que pobladores de distintas partes del mundo poblaron Amaruka o Abya Yala mucho antes que Colón. El antropólogo argentino Dick Ibarra Grasso en su libro “Los Hombres Barbados en América Precolombina”, hace un exhaustivo recorrido por todo el continente con la presentación de pruebas de personajes provenientes de distintas latitudes del mundo. Algo que también lo anotaron o escribieron los propios conquistadores europeos, Pedro Pizarro escribió en sus crónicas que se quedó sorprendido de ver Incas de piel blanca. Thomas Cook también hace referencia a varios “indios blancos” en varias tribus norteamericanas. Y así, existen muchas referencias.
Por tanto, habían Lakotas blancos, Aztecas blancos, Kichwas blancos, Mapuches blancos, etc. Y evidentemente de otros colores: negros, amarillos, morenos, cobrizos. En Tiwanaku, en la actual Bolivia, hay una plataforma cuadrada y en sus paredes hay una serie de cabezas de fenotipos de todos los lugares del mundo, confirmando esta teoría. Y en el centro de esta plaza hay un monolito de un personaje de fenotipo europeo y con barba, pudiendo decirse que era un tiwanaku o un aymara de piel blanca. Es decir, habían en este continente gente de todos los colores (como los hay actualmente), pero la mayoría eran los descendientes de los que poblaron Amaruka hace por lo menos 30.000 años. Eso de los colores estaba en segundo plano, las diferencias eran idiomáticas, espirituales, productivas, económicas.
Siguiendo esta misma comprensión, no se puede decir que Evo Morales fue el primer presidente indígena de Bolivia porque su fenotipo es aymara, cuando su pensamiento era antropocéntrico de izquierda. El hecho de que un personaje de tez cobriza haya llegado a ser presidente de Bolivia no quiere decir que es indígena, cuando sus políticas, concepciones y actos, estuvieron en la misma línea de la occidentalidad antropocéntrica. Y mas bien, folclorizó e instrumentalizó a lo indígena y a la Pachamama, lo que provocó que surgieran críticas desde otras corrientes antropocéntricas, bajo acusaciones de posiciones pachamamistas y pachamamicas.
Es decir, todos cayeron en la trampa del color de la piel para definir lo indígena, cuando lo indígena no es una raza ni un color o facción, sino una concepción de la realidad de la naturaleza y del cosmos sagrado, y una forma de vivir en correspondencia con ella. Entonces, solo desde el racismo se puede hablar de razas, de cultura mestiza, y reconocerle a alguien como blanco e indígena por su color de piel, cuando en América ha habido gente de todos los colores desde hace mucho tiempo, los que se diferenciaban de otros pueblos por sus formas culturales y no por su apariencia física.
Entonces, habría que preguntarles a los defensores de lo mestizo, cuáles son las ontologías y epistemes mestizas. Quién se ha dado el trabajo de delimitar cuáles son las filosofías, racionalidades, hermenéuticas, axiologías de lo mestizo. Acaso alguien va a coger una parte de las epístemes antropocéntricas occidentales y de las epistemes vitalcéntricas no-occidentales para hacer un nuevo paradigma. Sencillamente es imposible, es un absurdo. Las epistemes de los llamados mestizos son las mismas de los llamados blancos, y con lo cual marcan distancia y diferencia con lo indígena. Hoy, las personas se miran al espejo y dicen yo soy parte de la cultura blanco-mestiza, antes de esta época racista, las personas no se fijaban en el color de la piel sino en el color cultural para establecer diferencias. Esa la superficialidad y banalidad de la civilización y de los hombres libres, como se autocalifican.
Este concepto de “cultura mestiza” solo existe en América Latina, en ninguna otra parte del mundo se señala así, se habla de mestizos genéticamente hablando o de que hay intercambios culturales, pero jamás de que exista una “cultura mestiza” como tal. Esto es un invento del complejo latinoamericano, proveniente especialmente de la izquierda colonizada que es incapaz de mirar desde la filosofía indígena, que ni siquiera la conoce, y solo habla desde el colonialismo de izquierda. Afortunadamente, hay una izquierda descolonizada o de alterizquierda (como nosotros preferimos llamarla) que se ha abierto a los saberes indígenas y comienzan a hablar desde estas categorías y concepciones, aun cuando falta para que se descolonicen profundamente, es decir, se descivilicen o salgan del paradigma monosófico.
Lo mestizo es otra forma de dominación, colonización y dogmatización. Antes se superponía lo blanco a lo indígena, ahora es lo blanco-mestizo sobre lo indígena. Concepto de mestizo, que solo existe en las ideas pues no existe en la realidad de la naturaleza, es decir, de la vida. En la naturaleza no hay nada mestizo, las combinaciones son entre elementos afines y no entre géneros diferentes. No se mezclan las plantas con los animales, ni siquiera entre los animales, pero sí entre similares, como los perros.
Con esto, tampoco desconocemos que hay una forma de revanchismo y menosprecio por parte de ciertos individuos de piel morena, los que también se centran en el color de la piel para interactuar en el mismo sentido contra los de piel blanca. Pero esto no es racismo, pues no es estructural ni institucional, lo único que refleja es el resentimiento y el complejo de ciertos “indios”, palabra inventada por el colonizador racista. Incluso, algunos han creado guetos, donde dejan entrar a gente solo por su fenotipo, así su pensamiento sea de derecha. Es decir, se manejan por categorías racistas, antropocéntricas y civilizatorias. Son grupos y movimientos todavía colonizados, en una parte o en mucho.
Aunque, esto está cambiando y hay casos de gente de otros colores que están siendo admitidos, incluso a niveles dirigenciales, como es el caso de Andrés Tapia, dirigente de comunicaciones de la Confederación de Nacionalidades Indígenas Amazónicos del Ecuador (CONFENIAE), que es de fenotipo de piel blanca. Lo que no pasa con los auto denominados “blanco-mestizos” que cada vez son más racistas, y lo peor, es el caso de los mestizos quienes dicen ser mitad “indios” y mitad “blancos”, pero desprecian a su parte “india”, lo que demuestra su nivel como seres humanos. Hay racismos de varios tipos y en todo el mundo, y uno de los racismos más denigrantes es el del auto desprecio, cuando rechazan a la población de la que ellos tienen genéticamente una parte, y que irónicamente, en la mayoría de personas su porcentaje mayor es lo “indio”.
Sin embargo, es de esperarse que se rebase el racismo, especialmente en los racializados para no seguirse manejando con las categorías coloniales, y se hable y se actúe desde otras posiciones y concepciones, entendiendo que todos los colores son hijos de la Pachamama y que la diferencia está entre quienes se reconocen hijos de ella y quienes viven en su matricidio permanente. Así de sencillo y concreto, y no cantidad de elucubraciones de la fe racionalista.
[1] Ponemos entre comillas la palabra realidad, pues la cuántica ha demostrado científicamente que la realidad es relativa, no hay una sola; algo que los sabios indígenas de los pueblos milenarios también lo han dicho.