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movimiento indígena – ALAS

Diego Velasco Andrade

En todas las culturas primordiales encontramos la idea de “un fin de mundo” o mejor, de un “fin de ciclo”, de un gran cataclismo o de un evento que marcará el final de los tiempos, de una suerte de Apocalipsis como señala su deriva judeo-cristiana. Esos mitos llamados escatológicos por lo angustiosos y perversos que pueden resultar para la humanidad, corresponden a terribles episodios inscritos en la “memoria colectiva” de los  pueblos, debido al recuerdo de una catástrofe climática, de un gran incendio, de una glaciación, de alguna pandemia real o de algún diluvio aniquilador en lejanos pretéritos.

Para confirmar este imaginario en el mundo andino, la venida de los invasores españoles a Amaruka en el siglo XVI, coincidía con los oráculos andinos -léase pronósticos- de un Pacha Kutik, es decir de un retorno o de una revolución en la constitución de la Pacha o espacio tiempo; de un evento fuerte y significativo que advertía del fin de una Edad de Oro y del comienzo de una nuevo ciclo de caos y de destrucción, en otras palabras de un ciclo de oscuridad y penumbra opuesto y complementario al anterior marcado por lo luminoso.

En efecto, al arribo de los « conquistadores » castellanos (pues a la época no existía España como nación) a inicios del siglo XVI, la situación de los pueblos originarios, nativos o “indígenas” de Amaruka va a cambiar de manera brutal. La población va a pasar de 100 millones de habitantes en 1492, a una población de aproximadamente 10 millones, aquello solamente en el espacio de 20  años (Charles Man, 2005). En desagravio de las masacres y de los horrores de la invasión y expolio colonial europeo llamada eufemísticamente “conquista” y aún – de la extirpación de idolatrías- ejercido por la perversa iglesia autodenominada cristiana y de sus acólitos, el mito del Pacha Kutik ha podido sobrevivir a la colonización, salvaguardado por la tradición oral y renovándose históricamente en el mundo indígena nunca definitivamente “colonizado” -como lo sostienen los acomplejados historiadores criollos- e integrándose cíclicamente a sus expresiones sociales y acciones de levantamientos, sublevaciones y resistencia, concomitantes a la noción de “cambio social” o de “cambio de época”, en el territorio pan andino contemporáneo (sur andino de Colombia, regiones montañosas de Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Chile y Argentina).

Mas, en revancha a los mitos milenaristas de fin de mundo propagados por el llamado “occidente judeo cristiano” y de los períodos de guerra, de hambre, de grandes penurias y de cataclismos sociales, tan comunes en la narratología apocalíptica contemporánea que los medios masivos de comunicación trasmiten en un planeta globalizado que se acerca peligrosamente al “apocalipsis”, lo que más nos sorprende es que una lectura actualizada de lo que significa un Pacha Kutik en las circunstancias actuales de cambio climático, pandemonium y convulsión social del mundo capitalista, es que aquel mito nos puede aportar una explicación del cambio social, económico, ecológico y cultural mundial, en suma del cambio de paradigma que actualmente vive la humanidad a inicios del siglo XXI.

El Pacha Kutik: un imaginario de equilibrio dinámico en la vida de Allpa Mama

Desde su cosmogonía primordial, la cultura andina clásica de Tiawanaku, valorizaba los movimientos y metamorfosis de una serpiente totémica, para hacerse una imagen simbólica del tiempo cíclico característico del mundo celeste, del tiempo a largo plazo, es decir de las eras o edades por las que había atravesado su civilización. En efecto, los sacerdotes de La Puerta del Sol, enseñaban  que en las profundidades del Manka Pacha aymara o el Ucku Pacha kechua, una fuerza subterránea representada por Amaru una suerte de serpiente telúrica que vivía en el inframundo, irrumpía hacia el mundo celeste Alax Pacha aymara o Hanan Pacha kechua, para relacionarse con la serpiente luminosa del mundo de arriba o Vía Láctea: la Amaru Tupak o Waka Mayu luminosa.

Asimismo,  el tiempo de Pacha Kutik se identificaba con la imagen de la serpiente telúrica y cuando los ríos desbordaban, o cuando sucedía una erupción o un terremoto, los tiawanacotas decían que en ese momento, la tierra se abría para que la serpiente saliera de sus entrañas haciendo que los muertos invadieran el tiempo presente (Bouysse Thérèse, 2006).

De otra parte, las erupciones, inundaciones, pestes, terremotos en tanto signos de la llegada de un Pacha Kutik, eran percibidos por los andinos como aquellas épocas en donde el orden del tiempo/espacio se invertía: así, todo lo que contenía las entrañas de la tierra ascendía a la superficie y a la inversa. De igual modo, el conjunto de la cordillera volcánica transandina, haciendo parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, era considerada la serpiente simbólica o la serpiente del inframundo ígneo: Amaruka. Así, los Antis o Andes constituían un eje de energía volcánica sobre el cual, en ciertos puntos y en ciertos seques o rutas procesionales convenidas por los sacerdotes y legitimadas por los ritos sagrados, los andinos efectuaban ciertas caminatas de invocación y protección a los Apus, montañas tutelares y espíritus paternos y maternos de las comunidades ayllus o bulus.

Así, de manera alegórica y totémico-simbólica, los ciclos de evolución humana y cultural: el tiempo largo o astrológico de los pueblos precolombinos andinos, se representaba figurativamente con los movimientos de la serpiente en tanto  alegoría del dinamismo cíclico característico del cosmos, los movimientos solares, lunares y de la naturaleza en general, lo que afectaba también a las sociedades y por lo tanto -aquello podía mostrar en el imaginario naturalista andino- cómo un pueblo o civilización se elevaba un día, como el sol naciente en el paisaje y luego se hundía agonizante en la obscura profundidad de la noche.

En el marco de este imaginario cambiante, la energía cósmica y serpenteante de un Pacha Kutik, venía a “cambiar el mundo” para efectuar una transformación renovadora del planeta puesto que el mundo de los runas o seres humanos debía acordarse con las leyes celestes que rigen el cosmos o “el mundo de los dioses”. Un Pacha Kutik deviene así, el imaginario cíclico y vital andino de un « caos transformador »  que marca el inicio de una nueva época, una edad sea de reposo o de actividad para el planeta cada 500 años – y no solamente para el mundo andino sino para todo el planeta- pero asumiendo características opuestas y complementarias para el mundo del “norte y del sur”, para aquel de “oriente y de occidente” y así en las cuatro direcciones del plano: Chinchay, Colla, Anti y Conti Suyus.

Sin lugar a dudas, en el marco cíclico y evolutivo de los Pacha Kutiks, cada “caída” no constituía un retroceso, sino un momento de inflexión -ínfimo en la inmensidad del tiempo cósmico- mas un tiempo de recapitulación indispensable para los runas, en la asimilación de ciertos logros y equilibrios necesarios para entrar en armonía con el cosmos y, puesto que este hecho era representado por la muda y transmutación de la serpiente Amaru, su movimiento permitirá atravesar una puerta de luz después de una edad de oscuridad en el mundo subterráneo Ucku Pacha o Manka Pacha, hasta una era diferente situada en el mundo celeste Alax Pacha o Janan Pacha.

Sería probablemente en el siglo XV, a partir del gobierno del Inca que se empezó a llamar Pachakutik Yupanqui, que la vida histórica de las sociedades andinas comenzaría también a interpretarse en ciclos cósmicos largos llamados Intis o Soles, de aproximadamente 1000 años de duración y en ciclos dobles de quinientos años llamados Pacha Kutiks, que representará así un medio milenio o alegóricamente “una media gran jornada”, en la dinámica cíclica de su civilización. Cada uno de estos ciclos se identificará alegóricamente como un día y como una noche (es decir un período de oscuridad y un período de luz) acordando un equilibrio alterno para el mundo de arriba (Norte/Cielo) y el mundo de abajo (Sur/Tierra) 

Paralelamente a los Pacha Kutiks, los linajes Incas representarían cada ciclo evolutivo de 1000 años con la presencia de un animal totémico y de una constelación en particular (puma, cóndor, serpiente, llama, zorro, sapo, perdiz, etc.). Así, cada gobernante, acompañado de su animal totémico podría devenir el símbolo del desarrollo trascendente de una sociedad determinada, de un Pacha Kutik, determinado. (Milla Villena Carlos, Génesis de la cultura andina, 2003).

Mas, desde la visión cosmogónica andina, este cambio brutal de la vida social y natural de Pacha Mama, refleja claramente su gran conocimiento del fenómeno de precesión de los equinoccios, es decir del cambio del ángulo de inclinación terrestre que provoca, alternadamente, eventos ambientales a menudo opuestos de excesivas humedad o sequedad, opuestos en el hemisferio norte y sur del planeta; situación que hoy podemos cotejar con el fenómeno del “cambio climático global” que en esencia no constituye un fenómeno de origen exclusivamente humano es decir antropogénico, sino de carácter cíclico, natural y cósmico.

Con esta conciencia, si los andinos habían calculado exactamente las fechas de solsticios y equinoccios, ellos también sabían que el movimiento pendular de larga duración de la Tierra, resultado del fenómeno de precesión, conduce a pequeños cambios en la inclinación del eje de la Tierra que se desplaza un grado cada 72 años, generando cambios ambientales extremos en el planeta. Por ello, un Pacha Kutik, que representaría un período de 7 por 72 años (504 años) comporta variaciones climáticas y sociales notables en diferentes lugares de Pacha Mama  en épocas diferentes incluyendo muchas veces la caída de una determinada “civilización” (Lajo Javier, Kápak Ñan, 2007)

En este marco alegórico de cambio simbólico y tangible de la vida social y cultural de los pueblos andinos y de la naturaleza cíclica terrestre, cuando la época de arribo de los invasores europeos llegados desde el hemisferio norte del planeta en 1492, según la cronología de los amautas incas, se terminaba el Octavo Pacha Kutik y comenzaba el noveno, un ciclo signado por la catástrofe y hundimiento momentáneo para los pueblos del sur, en especial para los andinos. Mas, en la actualidad y a partir de 1989, desde el imaginario ancestral del tiempo cíclico y de la justicia y equilibrio a largo plazo para todos los pueblos del planeta, hemos ya arribado al X Pacha Kutik, en otras palabras a una nueva era de renovación total para los verdaderos runas o hijos de la Madre Tierra para vivir en armonía y equilibrio con el cosmos, lo que en realidad constituiría en un sentido amplio el espacio tiempo ordenado (Pachakamak) que persigue finalmente el SUMAK KAWSAY :  Vivir en equilibrio y armonía de las sociedades con la Tierra y el cosmos (Oviedo Atawallpa, Los hijos de la tierra, 2005).

Por Alteridad

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