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Por Atawallpa Oviedo Freire

La democracia es para los carismáticos, los únicos que pueden llegar a altos sitios de poder. Los partidos eligen como candidatos a gente con carisma para tener opción de ganar, ya que eso es la democracia, ganar elecciones y para eso están los que tienen el “don de la gracia”. Si una persona es preparada, inteligente, con experiencia, pero no tiene carisma o atractivo, no es puesto de candidato porque perderá en el reallity de la democracia. La persona preparada será puesta en lugares secundarios, quedando subalterno, al servicio y criterios del carismático o bendecido. Este último le consultará una y otra vez al que tiene la experticia, pero quién decide es el carismático, porque ganó las elecciones y ese es su mérito principal. Como consecuencia la gracia de un personaje es la desgracia de todo un pueblo, el cual votó por el agraciado, mereciendo su desgraciada situación.

El término carisma se refiere a la condición de ciertas personas para atraer y cautivar a muchos, quien con su sola presencia se convierte en centro de atención. Del latín charisma y su origen en un vocablo griego que significa “agradar”. Un sujeto carismático logra despertar admiración con facilidad, una admiración que puede ser solo espejismo o un pantallazo. Y la política se convirtió en otro lugar donde los carismáticos pueden sacar ventaja de su “favor”, ganando el voto de tanto incauto que se deja llevar por el carisma. Al límite de que algunos votan por un candidato, porque es guapo o guapa. Y luego estos “bonitos” hacen sus fealdades y los demócratas terminan arrepentidos, les comienzan a ver feos y se les acaba el carisma que sentían.

Esa es la democracia, donde ganan los carismáticos, los de aspecto simpaticón, los de cara bonita, los que hablan cosas lindas, aunque en el fondo hablen pendejadas. Los que aprender a hablar lo que quiere escuchar el pueblo, los que dicen lo que el pueblo necesita o anhela; y cuando llegan al poder hacen todo lo contrario o hacen lo que le da la gana a su carisma o lo que le obliga la situación o lo que los poderosos le presionan. Y como siempre, luego el pueblo “descarismado” se queja de los carismáticos que eligió, cuando fueron ellos los que se dejaron llevar por el “charme”, la cara, las palabras huecas, los discursos preparados. Luego aparecen los demócratas culpando de su desgracia a los carismáticos y bonitos, cuando ellos los pusieron en las altas esferas del poder. Viva la democracia y los demócratas. Los demócratas no aprenden, siguen creyendo en la democracia, y se mueren creyendo que simplemente se equivocaron al escoger de candidato carismático.

La democracia no es solo presa de los carismáticos sino del marketing político, de ahí que los asesores políticos lo que hacen es buscar a carismáticos para pulirlos como con el photoshop, y si no los hay, intentan crearlos. Actualmente la democracia es la disputa entre los mejores psicólogos de masas y los publicitas políticos. En resumen, no es la persona con las mejores condiciones la que llega a un poder sino la que surge dentro de los carismáticos, y por otro lado, está el toque de los marketistas o publicistas los que ponen a los presidentes, por ello los políticos están a la caza de los mejores engañadores o ilusionistas políticos.

En el mundo indígena, milenario y mundial, no existe la democracia, los partidos políticos, las elecciones, la división en los tres poderes… ni nada de la manera en cómo funciona el sistema civilizatorio en sus versiones de derecha e izquierda. En el sistema-mundo de tipo comunitario, el gobierno se lo ejerce por turno y rotación, esto es, cada año una pareja tiene que asumir obligatoria y responsablemente la dirección de la comunidad. Esto significa que todos pasan alguna vez por ese puesto, sin que exista alguien privilegiado que se quede perennemente, por lo que la alternabilidad es un principio básico.

Esta tarea no es remunerada, es un año de servicio que se ofrece a los demás comunarios, de la misma manera que otros lo han hecho a su turno. La dirección es paritaria, esto es, interviene la pareja, con su aporte masculino y femenino, de ver y de sentir la vida. La dirección es de tipo espiral, esto quiere decir, que la pareja siempre tiene que consultar a la comunidad, especialmente en situaciones complejas y no tomar decisiones a nombre de todos. Cuando se trata de mancomunidades, se forma un consejo de gobierno, con delegados de cada una de las comunidades. Y cuando se forma una reunión o federación de mancomunidades, los representantes de cada mancomunidad constituyen el consejo de gobierno. Y así sucesivamente hasta llegar a la totalidad donde hay un consejo nacional que gobierna con varias personas.

Este sistema de gobierno y de forma de vida, que proviene de ontologías de tipo vital e integral (paradigma tetrasófico), es totalmente diferente al sistema piramidalista, en sus versiones capitalistas y socialistas, pues, no existe gran diferencia entre la concepción liberal y la socialista de gobierno. Ambos creen en el sistema de partidos políticos como el elemento central y básico para el ejercicio de un gobierno, incluso, consideran al partido como la máxima expresión de clase, esto último enarbolado por la izquierda leninista.

Lo que significa, que en última instancia la política es solo para los políticos, el gobierno solo para los partidos políticos, la democracia solo para quienes participan en las elecciones partidistas. En otras palabras, la democracia como monopolio de los partidos políticos. Y dentro de los partidos el privilegio la tienen los carismáticos. Y el mundo sigue dando vueltas mientras los carismáticos de derecha e izquierda la van destruyendo, pero los demócratas siguen sin darse cuenta de que el problema es la democracia.

Tipos de monopolio:

El gobierno como monopolio de los partidos políticos, todo aquel que quiera ser parte de un gobierno, obligatoriamente debe pertenecer a un partido o movimiento político.  Lo que quiere decir, que en la práctica la política es solo para quienes son parte de los partidos políticos. En el politicismo extremo o en el fundamentalismo partidista, los políticos que creen que si alguien no pertenece a un partido y se atreve a hacer críticas políticas, es alguien que está usurpando una potestad que no se le ha sido concedida. Caso patético, el del ex presidente del Ecuador, Rafael Correa, para quién una persona que no pertenece a un partido político y que emite pronunciamientos políticos, es un periodista o economista o empresario o ecologista disfrazado de político. Si alguien quiere hacer política debe pertenecer a un partido político si no, no es válida su actitud.  Sin embargo, para Correa, quienes pertenecen a partidos políticos y le hacen comentarios adversos, es porque son políticos limitados en su inteligencia. No son contradictores con puntos de vistas diferentes sino, políticos “mediocres”.

El gobierno por parte de una sola persona (autocracia): En este juego político llamado democracia, se le entrega a un solo individuo la potestad de dirigir a millones de personas. Sin embargo en las democracias con separación de poderes hay ciertos límites, pues puede darse el caso de que un partido gane todos los poderes y controle todas las funciones del Estado, lo que significa que todo queda en manos de una sola persona, como sucedió con los gobiernos progresistas en Ecuador, Bolivia, Venezuela. De ahí, que algunos hablan de dictaduras o de monarquías, pero en el juego democrático es posible esa concentración de poderes y se lo ha visto en gobiernos de derecha y de izquierda.

La democracia presa del voto: La máxima legitimación de la democracia está en las elecciones. El pueblo vota y con ello queda supeditado al elegido, al considerar éste que le fue concedido el arbitrio de manejar a su criterio los destinos de un país. Lo que significa, que la democracia es el acto en el cual el pueblo le entrega el poder a un individuo y posteriormente éste se queda en indefensión, ya que el mandatario adquiere todo el poder que el pueblo le traspasa. Al ganar las elecciones se le conceden todos los poderes, con sus prebendas y ventajas que ello tiene.

La democracia de un día: La democracia solo se abre por 10 o 12 horas y luego se cierra definitivamente, sin que el pueblo tenga otro nivel de intervención directa. El pueblo solo tiene el poder por pocas horas y todo el resto del período de gobierno tiene que simplemente aguantar si se equivocó al emitir su voto. La democracia solo son votos, y el pueblo es un simple papel en el cual firma su sentencia por 4 o 5 años que dure el período de gobierno. Este el juego democrático, en el que el pueblo pierde todo su poder mediante las elecciones. Cada vez que una persona se acerca a las urnas entrega su vida a manos de un individuo. Encima convencido de que ha cumplido con la patria y convencido de que el poder está en el pueblo, cuando en verdad lo ha perdido. La patria y la vida son un voto, y en ese voto está su estrangulamiento o su aireación.

La democracia como forma de quitar poder al pueblo. Si bien el pueblo puede recurrir a la resistencia o a la revocatoria en caso de que no esté de acuerdo con un gobierno, pero el presidente tiene todo el aparato estatal a su servicio, entre ellos, a las fuerzas represivas que son su vanguardia. Lo que quiere decir que el pueblo le entrega en bandeja a ese individuo las fuerzas armadas y policiales para que le repriman y solo defienda al presidente. El pueblo con su voto se condena a sí mismo a recibir la represión, efectivizada por sus propios hermanos policías y militares. En la práctica no hay revocatoria, pues casi ningún gobierno en el mundo ha sido sacado mediante esa vía, de ahí que solo a través de una revuelta o rebelión ha sido posible terminar con un gobierno autoritario.

En síntesis, la democracia consiste en formar un partido político, ganar las elecciones, y entregarle todo el poder al líder carismático, pues, éste normalmente reclama la independencia partidista bajo el argumento de que ahora dirige a todos los habitantes. De esta manera, todo se concentra en ese individuo y todos esperan que ese personaje tome buenas decisiones, pero si son equivocadas deben esperar a que termine su mandato para “castigarle” a su partido político en las urnas o a su heredero.

Esto sucede principalmente en las democracias de los países industrializados, los cuales deben soportar los malos gobiernos bajo el argumento de que así funcionan las democracias sólidas y desarrolladas, esto en otras palabras, significa agachar la cabeza por haberse equivocado en las urnas. Un presidente puede tener menos del 10% de aprobación a su gestión pero nadie dice que se le debe revocar el mandato ni le piden que renuncie  y mucho menos piensan en tumbarle del poder, sino simplemente están esperando a que se termine su período, para votar por otro que haya hecho una buena oposición y a quien delegarán el próximo destino de sus vidas. Todos, o casi todos, están convencidos de que no hay otra forma de gobierno, pues, creen que la democracia es la mejor y la más desarrollada forma de organización social y de gobierno que ha creado la humanidad en toda su historia.

Ni derechas ni izquierdas cuestionan a este sistema, y solo critican a algunas formas o métodos de elección o de aplicación, y a lo máximo que llegan es a plantear la profundización o radicalización de la democracia, pero nadie de ellos dice que hay que salir de ella e ir a otra forma de gobierno con otras reglas y métodos de funcionamiento. Todos ellos están de acuerdo con el monopolio de la política en los partidos políticos y en la designación de las autoridades mediante votaciones para quién hizo el mejor espectáculo propagandístico. Nadie de ellos valora o toma como referente al sistema indígena, ni siquiera lo conocen, y si algo saben, lo califican como atrasado o idílico o irreal para este tiempo.

Con lo anotado, podemos también decir que no existe mayor diferencia o distancia entre las dos formas de gobierno que ha producido occidente: la monarquía y la democracia, pues en ambos sistemas el pueblo sigue en estado de indefensión en la medida que acepta el poder de un monarca o le entrega el poder a un presidente. Las diferencias son formales, en los niveles y en los tiempos en que se utiliza ese poder aceptado o entregado.

El proyecto civilizatorio de tipo monárquico o democrático cumple el mismo propósito que es el de someter al pueblo, ya sea por vía del absolutismo o por vía de las urnas. El pueblo, tanto en la monarquía/dictadura como en la democracia, solo es peón o siervo o empleado o mártir, de quienes están en el poder piramidal. Todo lo contrario, al sistema indígena que jamás le entrega su poder a nadie, siempre lo tiene consigo y puede disponerlo en cualquier momento. En el mundo indígena milenario no se desprecia al poder, como se lo enseña en occidente al señalar que el poder es negativo. Esto muy bien le conviene al poder instituido, para lo cual solo van cambiando los personajes y así convencen al pueblo de que su voto tiene un gran poder en las elecciones y que puede cambiar a su libre albedrío a las autoridades de turno que le representan.

Desde la episteme indígena se entiende que todo en la vida es un poder y ese poder hay que conocerlo y cultivarlo, para aprender a convivir en equilibrio entre los diferentes poderes que hacen y constituyen la vida. De ahí, que en el mundo indígena o mutualista lo más importante es el poder interior, al contrario del mundo occidental que solo trabaja el poder exterior: dinero, títulos, armas.

En este sentido, la izquierda no ha sido ni es una propuesta revolucionaria alter-sistémica sino solamente intra-sistémica, de ahí que no haya habido ningún cambio real y profundo hasta ahora en el mundo. Lo revolucionario actualmente viene desde el pensamiento indígena o vital o alterativo (no alternativo), a todo lo cual nosotros lo llamamos MUTUALISMO, con sus versiones particulares de cada región de la madre tierra. Así, en el caso de los Andes, actualmente se lo denomina en lengua kichwa como sumak kawsay y en aymara como suma qamaña. Si bien, la introducción de estos paradigmas en las constituciones de Ecuador y Bolivia es un paso importante, no pueden quedarse como simples enunciados sino que deben revolucionar todo lo construido por el sistema civilizatorio, empezando por la forma de organización social y el sistema de gobierno. Ahí será posible otro mundo y por ende una nueva vida.

Por Alteridad

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