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Gobierno dejaría de subsidiar a quienes salieron a comprar en el ...

MIGUEL RICARDO LANDÍNEZ L*

Luego de tres meses encerrados a causa de la pandemia, los pasados 19 de junio y 3 de julio, una peligrosa masa de “consumidores – carnívoros”, ha recibido la orden de un gobierno irresponsable para que acudan en masa a comprar cosas que no necesitan, bajo el llamado “Día sin IVA”

Un encierro tan prolongado, les impedía a estas personas extasiarse y saciar su enfermizo hedonismo consumista sin el cual, fuera de toda duda, no pueden tener un sentido de la vida.  Sin ambages, podemos afirmar que se ha desatado la jauría.  Las imágenes del pasado 19 de junio de cientos de “consumidores – carnívoros”, atropellándose irracionalmente en las “grandes tiendas” por “comprar- tragar” productos que para las actuales circunstancias, resultan aún más innecesarios. Más insensato aún, es el hecho que esto suceda en medio de una pandemia cuyos impactos, lejos de ralentizarse, crecen dramáticamente. Como punta de lanza en esta orgía de muerte, se encuentra un gobierno fiel a las órdenes que le dan los grandes empresarios. Estimula la salida en masa de los ciudadanos para que, en contra de toda lógica, se aglomeren y atenten contra su propia salud.

Vanidosos de su ridículo poder de compra, hambrientos de lo inútil, los “consumidores – carnívoros” han demostrado la fácil manipulación que de ellos hace la publicidad engañosa, la sutil seducción que los rebaja a poco menos que nada. Pareciera que en ellos la inteligencia se extraviara. En realidad, ese es el objetivo del poder: secuestrar la inteligencia de las personas. Pero cuando las mentes se rehúsan a ser enajenadas, se rebelan, piensan por sí mismas y desde la libertad, proclaman su autonomía, es entonces cuando el poder teme a la inteligencia.

Robert Musil, en un profundo ensayo llamado “Sobre la estupidez”, nos recuerda como la inteligencia exaspera al poderoso. “Se le aprecia … en las gentes sumisas pero solo en cuanto vaya acompañada de una devoción incondicional”.  No de otra forma se puede entender que cuando las sociedades se informan, critican y exigen, por el contrario, la inteligencia, dice Musil, es considerada como impertinencia, insolencia o alevosía.

Es más conveniente para los poderosos, entonces, mantener la sumisión, estimularla. Ahuyentar la inteligencia ¿Cómo? Mediante el consumismo, por ejemplo. La sensación de estar feliz, de completud, de éxtasis, de entrada al paraíso, supuestamente le provee este afán de consumir que, de paso, satisface una vana sensación de “ser”  Al fin y al cabo, como dice Musil “… entre la estupidez y la vanidad ha habido siempre una íntima relación”.

Es obvio que el fin último es generar enormes ganancias para los almacenes llamados grandes superficies. Lo demás no importa. El desprecio por el pueblo es histórico.  El discurso para justificar esta masacre, por otra parte, lo tienen los periodistas adeptos y sumisos de los grandes medios de comunicación. Su trabajo consiste en “convencer” al consumidor de las bondades de esta estrategia “generosa” hecha por el gobierno para “estimular la economía y así todos aportar al bienestar”

Acaso se trata de desentrañar la raíz de esta locura. Tal vez sea necesario acudir, en ocasiones, a quienes nos han dado algo de luz al respecto. En “Modernidad líquida” de Bauman, se pueden rastrear algunas pistas para entender este tipo de comportamientos fuera de toda cordura y prudencia. Menciona el sociólogo polaco que en una versión apócrifa de un episodio famoso de La Odisea, el escritor alemán opositor al régimen nazi y perseguido por éste, Lion Feuchtwanger, sugiere que “los marineros hechizados y transformados en cerdos por Circe” están “encantados con su nueva condición” por lo que finalmente se resisten a ser liberados por Odiseo.

No obstante, el héroe griego insiste y logra atrapar a un cerdo y liberarlo. Ante la sorpresa de Odiseo, y en contra de cualquier sensatez e inteligencia, el marinero se enfurece por ser liberado.  Por el contrario, le reprocha su acción libertadora y le manifiesta tajantemente que él estaba a gusto con su vida. Yo estaba tan contento, podía revolcarme en el fango y retozar al sol, podía engullir y atracarme, gruñir y roncar, libre de dudas y razonamientos”. Porque bien vista las cosas, la gente no quiere ser liberada de su condición alienante. ¿para qué dudar y razonar? Eso es muy fastidioso.

La cuestión, de cualquier manera, radica en que quienes tienen el poder cuentan con la manipulación y la desinformación que les da a su haber el detentar los medios de comunicación. Las personas fácilmente son seducidas, engañadas. ¿para qué pensar si ello significa una molestia, una carga? ¡El mercado, por el contrario, me distrae, me proporciona la felicidad y entre más consuma, más feliz seré!

En ese contexto, la salud de la ciudadanía pasa a un último plano. La prioridad, para el gobierno, ha sido cuidar las ganancias de las grandes empresas. La codicia de estas prevalece, hay que vender, primero el mercado, después la salud. Una política pública que dé prioridad a la ciudadanía, será lo último. Al fin de cuentas, el gobierno de Duque ya les ha dado a las empresas privadas que manejan la salud en el país (EPS) y al sector financiero los recursos que, de otra forma, podrían haber sido canalizados para fortalecer una política en salud.   

Por eso, queda fácil achacar culpas a la ciudadanía. Cuando no hay información de calidad y prevalece la mentira, hábilmente manipulada por los medios de comunicación, esa es una salida cobarde. Argumentar que así se estimulará la economía, no sólo es falso, sino que en las actuales circunstancias de pandemia, es un crimen.

Dinamizar la economía es, para aclarar y aunque sea una economía todavía signada por una visión capitalista liberal, que la gente tenga realmente empleo de calidad y una vida digna. Para ello, se necesitan políticas que permita a los campesinos contar con créditos baratos, asesoría técnica, subsidios, mercados sin intermediarios y, sobre todo, una política de desarrollo rural que distribuya la tierra equitativamente.  Asimismo, que quite privilegios a terratenientes y agroindustrias cuyas actividades no sólo son supremamente lesivas para el medio ambiente, sino que gozan de privilegios, tales como enormes subsidios inmerecidos, así como generosas exenciones de impuestos. Dinamizar la economía es generar para la pequeña y mediana empresa créditos blandos, apoyo para acceder a tecnologías que les permita ganar en productividad y calidad y fundamentalmente, una política de cara a fortalecer y apoyar la esquiva industria nacional.

Activar la economía es promover la economía solidaria, apoyar a los pequeños emprendimientos, generar empleos de calidad. Y es, ante todo, quitar los excesos privilegios de los que gozan las personas y empresas más poderosas del país. Tal como lo señalan Garay y Espitia en su libro “Dinámica de las desigualdades en Colombia “… la tributación efectiva en Colombia configura una dinámica nuclear de la desigualdad y la concentración, en marcado contraste con lo que debiera ser en el marco de un Estado Social de Derecho”. Porque si algo tiene la tributación en Colombia, es su descarado privilegio para que quienes más tienen, no paguen impuestos.

El enorme engaño al que diariamente son sometidos los colombianos es aberrante. El gobierno actual no sólo ha demostrado su desprecio por la gente, sino que el favorecimiento por los grupos más ricos no se puede ocultar. Llamar a los días sin IVA como una estrategia para reactivar la economía, no sólo es una enorme mentira imposible de sustentar desde la ciencia económica, sino que constituye claramente un episodio más de esta terrible pesadilla de mentira y engaño por parte de un presidente indolente y ajeno a los intereses de la sociedad. Tan terriblemente ciertas son las palabras de Lazzarato: “El problema no es la población, sino cómo salvar la economía, la vida del capital”. Para aquellos cerdos que aún se resisten a ser liberados de los hechizos de Circe (el capitalismo y sus cantos de sirena a través de los medios de comunicación), no hay que dejarles de repetir lo que el pensador italiano dice en el mencionado artículo: “Tanto las especies humanas como las no humanas son atractivas solo como oportunidades de inversión y solo como fuente de beneficios”.

De cualquier manera, con la crisis de la pandemia el camino está abierto para seguir construyendo, desde abajo, otros caminos distintos al que nos ofrece “El desarrollo capitalista”. Como nos lo plantea Arturo Escobar “Se trataría de reinventar lo comunitario y equiparar a las comunidades con herramientas para sus propios diseños de transición… estas prácticas de diseño volverían a idear los paisajes rurales y urbanos, los alimentos, la energía, los hábitats, la ciencia y la tecnología hacia los objetivos de sustentamiento y buen vivir”.

Con la propuesta del día sin IVA, una de tantas que ha hecho el gobierno Duque en esta coyuntura, una vez más, la vida – en toda la acepción de la palabra – fue sacrificada en nombre del mercado.

Referencias

Bauman, Zygmunt “Modernidad Líquida” FCE, México. 2003

Escobar, Arturo (2015) Sentipensar con la tierra. Ed. Unaula, Medellín

Garay, Luis Jorge & Espitia, Jorge Enrique “Dinámica de las desigualdades en Colombia”. Ed. Desde Abajo, Bogotá.

Lazzarato, Maurizio “¡Es el capitalismo, estúpido! El Salto, Madrid. 11 abril 2020.

Musil, Robert “Sobre la estupidez” serie “Señal que cabalgamos”. Facultad de ciencias humanas. Universidad Nacional de Colombia. 2014

* Economista – Magister en Desarrollo Regional

Profesor Universitario

Por Alteridad

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