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Isabel María Álvarez

Desde los tiempos más remotos, día tras día, el Sol renace de la oscura noche para hacer posible el milagro de la Vida. Los pueblos que supieron leer el cielo lo descubrieron inmutable e indetenible; prudente y equitativo; solidario y desinteresado. Por esa razón, existen muchas culturas de tradición solar que lo adoptaron como fuente de su mitología y guía de su sabiduría. Sin embargo, fue en los Andes y, particularmente, durante el período incaico, que el Sol –llamado Inti en todas las lenguas andinas– adquirió un vínculo preponderante con la sociedad. Si bien prevalece la idea del Sol incaico como deidad, es preciso señalar que, en el mundo andino, lo cósmico, lo natural y lo social se relacionan con genealógica interdependencia.  Dice la tradición oral: “El Sol, la Tierra y la Luna no son dioses, son familia; por eso los llamamos Tayta Inti, Mama Pacha y Mama Killa”.

El Intiq Raymin incaico

Dada su importancia, el Sol fue considerado padre natural del Inka y de su descendencia. Por eso, desde aquellos tiempos, es costumbre saludarlo cada día y celebrarlo en los cuatro momentos trascendentes de su movimiento cíclico: los dos solsticios y los dos equinoccios  –coincidentes con los cuatro raymi o fiestas del calendario andino–. Una de ellas –la que, acontece durante el solsticio de invierno en el hemisferio Sur y que tiene lugar entre  el 21 y el 24 de junio del calendario gregoriano– es conocida   con el nombre de Intiq Raymin  (Intiq: del sol; Raymin, su fiesta), es decir,  la Fiesta del Sol.

Es muy posible que, el Intiq Raymin, haya sido una festividad común a los pueblos prehispánicos, pero fue el Inka Pachakuteq quien, durante su gobierno, lo oficializó como parte del calendario ceremonial andino. El cronista Sarmiento de Gamboa, atribuye tres razones a esta decisión:

  • Agradecer al Inti por permitir la vida y  el orden de lo existente.
  • Honrar la memoria de Manqo Qhapaq y Mama Oqllo –la pareja fundadora del Tawantinsuyo o Unión de las Cuatro Regiones del Sol  o  Cuatro partes del mundo–.
  • Regocijar al pueblo con una fiesta que se celebraba en cada rincón del Tawantinsuyo.

Una profusa  bibliografía –más o menos eurocéntrica– relata  la celebración –siempre presidida por el Inka, en su carácter de primogénito del Sol o bien, por el Kuraka regional, en los distintos territorios– . Como síntesis de los momentos más importantes del evento, puede mencionarse el encendido del fuego ceremonial –que estaba a cargo de la autoridad espiritual  quien, valiéndose de un brazalete de oro bruñido, enfocaba la luz solar sobre una mota de algodón hasta que se encendiesen chispas–. Ese fuego nuevo encendido por el Sol, era luego guardado y protegido hasta el año siguiente en el Qorikancha, un recinto consagrado a tal fin. Una vez  encendido el fuego, se realizaba el reverente saludo al Sol para luego pasar al momento en el que el Inka, en una clara  actitud de compartir, alzaba  un vaso ceremonial de chicha con su mano derecha parabrindar, simbólicamente con el astro, mientras que, con la izquierda, convidaba a los presentes otro  gran vaso de la bebida sagrada. La fiesta se clausuraba con la entrega de ofrendas de reciprocidad que coadyuvaban  a sostener el equilibrio entre el cielo y la tierra.

Abundan también las investigaciones  que dan cuenta de que, una vez invadido el Tawantinsuyo, las ceremonias originarias –percibidas como perjudiciales para los intereses de dominación– fueron  prohibidas  y suplantadas por la fe católica en un violento proceso de aculturación  y  de exterminio. Eso explica por qué, actualmente,  en muchos lugares del Tawantinsuyo, en la fecha del Intiq Raymin se celebra la Fiesta de San Juan. Vale acotar que, en tiempos recientes, en la fortaleza de Sacsaywaman –cerca del Cusco– se escenifica un imponente y vistoso Intiq Raymin –declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 2001–, que cuenta siempre con un multitudinario público de turistas nacionales y extranjeros, peroque difiere mucho del ancestral–. Sin embargo, ni la expansión evangelizadora ni el despliegue teatral, lograron opacar la esencia que subyace en la memoria colectiva: en los distintos territorios en donde late la andinidad profunda, el Intiq Raymin, nos une y nos reúne en hermandad para ejercer el derecho de visibilizar nuestra cultura, de hablar nuestras lenguas y  de poner en acto nuestra milenaria espiritualidad.

El Intiq Raymin actual en Argentina

Entre el 21 y el 24 de junio, el Sol se recuesta en el horizonte e inclina al máximo sus rayos para dar paso a la noche más larga del hemisferio Sur. Es a partir de ese momento, que inicia su camino de regreso hacia estas latitudes despertando a su paso, una a una, a las fuerzas naturales que hacen posible la renovación y el fortalecimiento energético de todos los seres vivientes. Es el inicio del Mosoq Wata o Año nuevo andino.

En Argentina, ha sido el Tayta Ullpu –autoridad espiritual de la Antigua Nación Wisijsa del actual Estado Plurinacional de Bolivia, referente de la Organización Mink´akuy Tawantinsuyupaq y docente de la Lengua Quechua en varias Universidades– uno de los impulsores de la recuperación de la ceremonia ancestral del Intiq Raymin –particularmente, en los contextos urbanos en donde la diversidad cultural tiende a ser invisibilizada–. Según su transmisión, la celebración del Intiq Raymin debe extenderse cuatro días para que, en cada uno de ellos, pueda honrarse a una región del Tawantinsuyo y a una de las fuerzas que sostienen la vida. Así, el 21 de junio al amanecer, se recibe al Sol saliente mirando al Este (Región del Antisuyo) y se honra  a  Jallp´a  o Tierra. El  22, al mediodía, en dirección al Norte (Región del Chinchaysuyo),  se saluda al Sol en su cenit y se honra a Wayra o Aire. El 23, al atardecer, con la vista al Oeste (Región del Qontisuyo), se despide al Sol y se honra a Nina o Fuego. Por último, el  24, se honra  al Sur (Región del Qollasuyo) y a Yaku o Agua que, ese día, está purificada. Por eso, durante esa mañana y hasta el mediodía, es costumbre bañarse en el mar, el río, el lago o bien con el agua que fue previamente dejada a la intemperie por la noche. Durante toda la celebración se comparte la música, la danza, los alimentos, los proyectos,  los sueños….

Como puede inferirse, el carácter  holístico del Intiq Raymin,  propicia la interacción y el diálogo entre  las energías cósmicas, telúricas y humanas recreando el principio andino de la relacionalidad entre todos los seres del Pacha o Espacio-Tiempo. Este año, la celebración nos encuentra en confinamiento: una oportunidad inédita para  conectar con el Sol –no como la esfera incandescente que alumbra en el firmamento sino como la fuente de toda la Vida y de cuya existencia depende la nuestra–. Una vez más, en su caminar de Este a Oeste, nos abrazará con su amorosa Luz para sanar energéticamente nuestros cuatro planos: físico, mental, emocional y afectivo. Permitir que esa Luz atraviese los muros externos e internos que nos cercan para iluminar nuestro sentipensar y transformarlo en acciones que contribuyan al Sumak kawsay o Buen Vivir, es una decisión trascendente para este Nuevo Tiempo.

Playa Unión. Chubut. Patagonia argentina. 18 de junio de 2020

Por Alteridad

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