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Andrés Kogan Valderrama

En medio de la emergencia sociosanitaria actual a nivel mundial, la cual tiene a los distintos Estados en una delirante batalla contra el Covid-19, se reflexionará sobre una de las narrativas que ha intentado instalar en el mundo la Organización Mundial de la Salud (OMS), como lo es el modelo de determinantes sociales de la salud, el cual como se verá a continuación, si bien visibiliza las inequidades sanitarias, no hay un intento de cambiar las relaciones de poder existentes y mucho menos generar alternativas sostenibles a la crisis civilizatoria actual, reproduciendo así un enfoque epidemiológico de corte liberal y funcional al biocapitalismo actual.

Un modelo de determinantes sociales de la salud de origen anglosajón y heredero del informe Lalonde, publicado en 1974, el cual sostuvo que las inequidades sanitarias responden a la mala distribución del poder y del ingreso de las personas, lo que implica que el bienestar individual depende de un contexto socioeconómico y político específico, que guarda relación con la gobernanza (tipo de gobierno, las políticas macroeconómicas, las políticas públicas, las políticas sociales y los valores culturales existentes)    

No obstante, si bien este modelo toma en consideración factores estructurales de la salud, como lo son la posición socioeconómica, el género, la etnia, el nivel educacional, la ocupación y el nivel de ingresos para explicar el mayor o menor bienestar de la población, su énfasis, ha estado puesto en generar políticas de promoción y prevención que busquen cambiar los estilos de vida de personas y organizaciones, invisibilizando así procesos de transformación provenientes desde la misma sociedad.

Un modelo cuestionado por la Medicina Social Latinoamericana desde la década de los 70 en adelante, al señalar  que las enfermedades van mucho más allá de un contexto político y económico determinado, sino responden a las formas mismas de la propiedad y el poder instaurado con el capitalismo, a partir de la división internacional del trabajo.  Por eso que cambiar los valores y estilos de vida de la población solo reproduce las desigualdades estructurales, como bien plantea la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES).

En consecuencia, las miradas latinoamericanas plantean más bien un enfoque de determinación social de la salud y no de determinantes sociales, poniendo en el centro la participación política colectiva, por sobre las políticas púbicas impuestas desde arriba. De ahí que el enfoque de determinación social de la salud no acepte la separación entre ciencia y política, como si fueran dos polos sin conexión. Por el contrario, plantea que la idea de factores de riesgo del modelo anglosajón de determinantes sociales, no hace más que despolitizar la situación.

Asimismo, es importante destacar que si bien la crítica al modelo de determinantes sociales de la salud es oportuno, no es suficiente si solo cuestiona el capitalismo como sistema de acumulación infinito, pero deja fuera otros procesos igualmente estructurantes como el antropocentrismo, el androcentrismo y el colonialismo, los cuales afectan la manera como nos estamos relacionando y estamos viviendo.

La idea de crisis civilizatoria por ejemplo, va mucho más allá de una mera crítica al capitalismo, ya que lo que hace es cuestionar las grandes dicotomías de la modernidad, como lo son cultura-naturaleza, hombre-mujer, desarrollado-subdesarrollado, por lo que la idea de determinación social propuesta por los enfoques de salud críticos latinoamericanos revisados anteriormente no son suficientes para el contexto actual a nivel global.

Por suerte, han aparecido miradas desde la región que han sido capaz de integrar la crítica al capitalismo, el racismo y al patriarcado de manera entrelazada, realizando así un giro socioambiental a su mirada. Los casos del Grupo de Trabajo de Salud Internacional de CLACSO y la misma ALAMES, está planteando explícitamente la idea de determinaciones socioambientales de la salud, viendo que lo sanitario no solo responden a un tipo de sociedad sino también a un tipo de civilización que se cree por encima de los límites del planeta.  

Como bien plantea el epidemiólogo crítico Gonzalo Basile, es fundamental el desarrollo del campo internacional Sur-Sur, el cual sea una alternativa a la salud internacional panamericana liberal impulsada por la OMS, generando así procesos de descolonización  de la acción política desde la salud colectiva y los buenos vivires, a través de la convergencia entre la soberanía sanitaria y la soberanía alimentaria, como alternativa a procesos extractivistas en curso, como lo son la desforestación,  el agronegocio, la megaminería y el fracking.

Por todo lo señalado, la salida a lo que está pasando con el Covid-19 va mucho más allá de un mero  fortalecimiento del Estado en términos sanitarios, como pensarán los burócratas y expertos de OMS, sino más bien a incorporar políticas del cuidado que se hagan cargo de las determinaciones socioambientales de la salud, las cuales a través de modelos desarrollistas basados en el despojo, la producción y el consumo ilimitado, tiene no solo enfermo a millones de personas, sino a la Tierra como sistema vivo.  

Por Alteridad

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