Carlos Wilkinson
Nadie sabe como va a ser finalmente el mundo post coronavirus. En primer lugar porque no se puede saber a ciencia cietta si la pandemia acabará en sesenta días o durará muchos meses más. En segundo lugar porque los efectos económicos y sociales que provocará dependen no solo de su duración, sino también de su regionalización, del grado de paralización socioeconómica que genere y del índice de mortalidad que produzca.
Sin embargo se han producido ya ciertas modificaciones en la conciencia colectiva y se han vivido a nivel mundial ciertas experiencias, que tornan imposible retornar al mundo de tres meses atrás. Veamos esto con más detalle.
Una de estas modificaciones, es que se desarrolló una fuerte conciencia sobre el hecho de que cada uno de nosotros forma parte de una realidad social que – por las buenas o por las malas – determina nuestra vida y futuro. Esta conciencia de pertenecer a un nosotros del que somos inseparables, nos guste o no, avanzó fuertemente en sectores donde estaba muy arraigada la creencia de que el individuo era la única realidad y que cada yo suelto, por las suyas, era quien decidía su vida.
Otra conciencia colectiva que se fortaleció mucho y sigue haciéndolo, es la del efecto de la acción humana tiene sobre el planeta. Cientos de videos circulando masivamente por las redes, mostrando la transparencia de ríos cargados de cardúmenes, la aparición de cantidades de animales – algunos de los cuales se creían desaparecidos – transitando pacíficamente en ciudades desiertas, o los registros satelitales de la marcada disminución de la polución en la biósfera, no dejan lugar a dudas sobre ese impacto, en sectores poblacionales que consideraban los reclamos ecológicos como exageraciones incomprobables.
La experiencia colectiva sobre la imperiosa necesidad de contar con sistemas públicos de salud sólidos y eficientes dirigidos por el Estado, resultó incuestionable. A la vez, que la incapacidad del mercado y la salud privatizada para enfrentar la pandemia se mostró evidente. Lo cual en una cultura donde se afirmaba la capacidad del mercado para solucionar todos los problemas humanos, se convierte en un golpe mortal.
Otra experiencia colectiva que se afirma día a día, es la necesidad de un protagonismo ciudadano indispensable y continuo para resolver problemas del conjunto. Aunque no sea más que soportando disciplinada y serenamente los molestos y perjudiciales aislamientos producidos por las cuarentenas. Tal experiencia extiende y refuerza una cantidad de iniciativas preexistentes que demandan una mayor participación ciudadana en las decisiones, controles y ejecuciones de los gobiernos, sean democráticos o no.
Por último, una experiencia colectiva de no menor importancia es la percepción de la absoluta falta de propuestas políticas del pensamiento neoliberal, así como del pésimo manejo que tuvieton ante la pandemia los líderes gubernamentales claves que representan esta corriente en el mundo.
La consecuencia irreversible de estas experiencias colectivas y nuevas conciencias de la humanidad, es la modificación sustancial de la estructura de poder mundial. De hecho, la pérdida de recursos, el desprestigio de su orientación básica y el debilitamiento en su manejo de las organizaciones mundiales, por parte de la élite que viene sosteniendo la última etapa – la agónica – de la civilización moderna, son de una gran magnitud. Dicho sintéticamente, el poder de la élite planetaria actual disminuyó significativamente, a la vez que se asentaron unos y nacieron otros centros de poder mundial.
Disminuyó no solo porque su basamento filosófico está siendo seriamente cuestionado, porque sus representantes políticos claves se desprestigiaron y porque la inoperancia del mercado para resolver temas colectivos resultó evidente. También porque el crecimiento y fortalecimiento de la conciencia de ser parte de una comunidad, de la incidencia humana sobre la naturaleza y de la necesidad de protagonismo ciudadano, constituyen ya barreras insalvables, para retornar al mundo previo al coronavirus.
Este cambio en la estructura de poder mundial, como todo cambio de cualquier configuración de poder, trae aparejado, mas temprano que tarde, muchos cambios sociales, económicos políticos y culturales, debido a las diferentes orientaciones prácticas e ideológicas que los nuevos centros de poder instalan. En este caso, no solo por el crecimiento en el poder de China y Rusia frente a la disminución de EEUU, Inglaterra y resto de Europa – en ese orden – sino por un conjunto de distintos grupos y países que comienzan a constituir nuevos núcleos de poder. Algunos de los cuales superan ya las posturas “anti” capitalistas pero dentro de los paradigmas centrales de la civilización moderna, para incursionar en propuestas organizativas de la humanidad por fuera de todos ellos y completamente novedosos.
Ante todos estos cambios, no se pueden descartar reacciones violentas por parte de quienes ven disminuir su poder y, consecuentemente, amenazados sus intereses. Tales posibles reacciones, las diferentes y fortalecidas orientaciones políticas chino y rusas, y el surgimiento de otras nuevas, confirman que el mundo post coronavirus ya empezó a caminar.
Vemos en efecto la naturaleza que toma más poder.
Es interesante escuchar lo que dice el profesor Aurelien Barrau sobre la toma de consciencia : https://www.youtube.com/watch?v=kWYn5isgZ8M&fbclid=IwAR1rvSnaoAtGr5HTh03kZ-5ZikY8MUaDSLHopIFicUz_5RJKbzcYXh0e0fs