Por Isabel María Álvarez
En “el país de todas las sangres” que soñó el etnólogo y escritor José María Arguedas, la alarma está encendida. La infección por coronavirus está aumentando en forma exponencial en Perú y, como en el resto de los países de la región, el mayor riesgo se registra en las poblaciones más vulnerables: los pueblos indígenas en general y, particularmente, los cientos de comunidades que habitan en la Amazonía –la región que ostenta la más rica biodiversidad del país y que produce el 20% del oxígeno del planeta–. La proyección es oscura. Pareciera que todavía no puede vislumbrarse que lo está en riesgo es el binomio existencia física más dimensión cultural; eso que la literatura antropológica llama “etnocidio” y que, Pierre Clastres, define como “la muerte del alma de un pueblo”.
Desde la llegada de los primeros virus a América que se produjo con la invasión europea al continente, hasta el advenimiento de la actual pandemia mundial del Covid-19, pasando por otros virus sociales tales como el colonialismo, el racismo, la esclavitud y la discriminación, solo por citar algunos, los pueblos indígenas han dado pruebas de resiliencia y de supervivencia; de resistencia y de pervivencia que, hasta el presente, garantizaron su continuidad histórica.
En ninguno de los casos, fueron ellos los que provocaron las enfermedades: viruela, peste bubónica, tifus, lepra, paludismo, fiebre amarilla, sarampión y gripe fueron importadas de Europa. Sin embargo, ellos tuvieron que sufrir su brutal impacto hasta el límite de la fragilidad y de la indefensión.
Hoy, el dramático y dinámico escenario que impone el Covid-19, saca a la luz no solamente la debilidad de los Estados en materia de capacidad de respuesta de los sistemas de salud, sino también la ausencia de políticas públicas con enfoque intercultural orientadas a estos pueblos que, ante el asedio de la modernidad, no han cedido su identidad cultural. Cabe acotar que, actualmente, estos grupos humanos, enfrentan en sus territorios, la violenta explotación de los recursos naturales por parte de las empresas multinacionales –sobre todo extractivistas– que, con los “guiños” del poder de turno, violan las normas legales en beneficio propio y en detrimento de las comunidades y de la biodiversidad de los ecosistemas.
Pero, en este presente del Siglo XXI y, ante el escenario actual de incertidumbre, podemos hablar de un virus adicional al Covid-19 que está amenazando a los pueblos indígenas de referencia: el virus de la invisibilización.
Ante la situación de desidia y de abandono y, con el propósito de evitar la expansión de la pandemia, los académicos de la Facultad de Antropología de la Universidad de San Marcos, emitieron días pasados, un comunicado dirigido a las autoridades gubernamentales instando a poner en práctica medidas urgentes compatibles con las realidades de estas poblaciones cuyo acceso a los servicios básicos como el agua potable, la telefonía y la atención sanitaria es muy limitado o nulo. Cabe recordar que, el 60% de las comunidades de la Amazonía peruana, no cuenta con posta médica y, que las que existen, están desabastecidas y carecen tanto de protocolos como de planes de contingencia.
El aislamiento debido a la distancia –tanto en el caso de las comunidades amazónicas como en el de las comunidades altoandinas, es considerable–, sin embargo, en estos tiempos, ya no es una barrera. De hecho, la interacción con las ciudades más cercanas es alta dado que, mucha gente se desplaza para vender sus productos y sus artesanías. En el caso de la selva, la vía fluvial es la única y sigue habilitada: las lanchas van y vienen haciendo caso omiso a la medida de inmovilización social decretada por el Gobierno. A través del río, circulan las personas y los saberes pero, en este contexto de pandemia, a través del río, también puede circular el virus.
Por esa razón, en estos últimos días, muchos miembros de las comunidades que trabajan en las ciudades, cuando tienen certeza de haber tenido contacto con pobladores citadinos que resultaron estar infectados, evitan regresar a sus lugares de residencia a fin de no propagar el virus. Cabe acotar que, por ejemplo, Loreto –puerta de la Amazonía y departamento de mayor extensión con un total de 1.207 comunidades reconocidas– ocupa, después de Lima, el segundo lugar en número de infectados en Perú, teniendo como epicentro la ciudad de Iquitos que, en analogía con su par brasileña Manaos, registran el más alto número de infectados, según informa el Diario La República del día de la fecha.
Los catedráticos de San Marcos, advierten sobre determinados y pertinentes puntos orientados a la comprensión de la otredad desde una perspectiva intercultural. Sobresalen entre ellos:
- el riesgo que supone para las familias de estas comunidades tener que desplazarse a la ciudad en el caso de ser beneficiarios del bono de emergencia prometido a las poblaciones más pobres (algo que, según fuentes consultadas, parece haberse restringido a los habitantes de las ciudades).
- la importancia de fortalecer las prácticas agrícolas comunitarias para garantizar la sostenibilidad alimentaria.
- el reconocimiento educativo a los adultos mayores como guardianes y transmisores de los repertorios culturales, lingüísticos y éticos de sus pueblos. Al respecto, es oportuno acotar como referencia que, en la Provincia del Chubut (Argentina) los ancianos sabios del pueblo mapuche (kimche, en lengua mapuzungun) están integrados al sistema educativo en las mismas condiciones que el resto del plantel docente.
- la participación de los mecanismos de autodefensa comunal, tales como los ronderos.
- la difusión de la información concerniente a la prevención en lenguas originarias. En ese sentido, vale decir que se ha elaborado material para prevenir el Covid-19 en 21 lenguas vernáculas y en sus variedades dialectales pero, la mera traducción resulta insuficiente cuando no se tiene certeza de la eficacia de su difusión por la falta de estaciones de radio. Los líderes indígenas insisten en que hay mucha desinformación.
En la misma línea, la Asociación Interétnica de la Amazonía Peruana (AIDESEP), a través de un comunicado denunció los siglos de injusticia y de abandono por parte de un Estado que, más allá de las leyes, los proyectos y las promesas, les da la espalda.
Concretamente, el punto nodal, es la co-participación y el respeto a la consulta que proclama con fuerza el Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para garantizar los Derechos de los Pueblos Indígenas. Solo un trabajo mancomunado puede evitar un desastre sin precedentes.
Desde las diversas organizaciones se está pidiendo, a través de las redes sociales, el apoyo internacional, para crear conciencia sobre la necesidad de protección urgente a estas comunidades que están enfrentando la contingencia sanitaria en absoluta soledad.
Sabemos que cuando la pandemia haya pasado, todos habremos perdido algo. Esperemos que el Perú no pierda el componente más valioso de su patrimonio integral: la riqueza de su diversidad etnocultural. Los saberes de estos pueblos serán imprescindibles para la reconstrucción de un mundo que, con toda certeza, ya no será el mismo.
Playa Unión – Provincia de Chubut – Patagonia Argentina, 11 de abril de 2020