Una discusión fundamental como sociedad
Por Atawallpa Oviedo Freire
Karla Morales ha entrado otra vez en el centro del debate entre quienes le apoyan y sus detractores, entre quienes anotan que ella promueve la caridad y los que consideran que está haciendo algo sublime.
Ella ha animado más el debate, cuando ha publicado el siguiente texto: “Hay una gran diferencia entre el asistencialismo y la ayuda humanitaria. El primero bloquea el desarrollo y multiplica la pobreza. La segunda protege derechos y garantiza dignidad en medio de una emergencia.”
Esta es una discusión fundamental pues permite determinar quién es quién, dentro de que categorías se maneja cada uno, y cuál es el horizonte que le anima. Por ende, en el caso de Karla si sus acciones darán resultado en el mediano o largo plazo, o si solo son parches que mantienen todo en la misma situación, o en palabras de Karla que “multiplica la pobreza”. Aunque, una pueda ser la teoría y otra la práctica.
Lo primero en determinar en cualquier caso o para cualquier persona, es cuál es su posición frente al sistema establecido o dado. Si su propósito es arreglarlo, ajustarlo, adecuarlo; o, derrumbarlo, modificarlo, cambiarlo; o, construir, crear, diseñar otro sistema. En otras palabras, en el primer caso quienes actúan en cada acto de su vida, consciente e inconscientemente, apoyando al sistema; en el siguiente, quieren destruir ese sistema y sobre sus cenizas crear otro; y en el último caso, no les interesa ni arreglar ni destruir al sistema en marcha sino construir otro totalmente diferente y nuevo. Evidentemente, los dos últimos quieren conscientemente otro mundo que funcione dentro de otras condiciones, categorías y variables; pero, no necesariamente tienen las mismas visiones o coinciden en sus proyecciones.
Entonces, la posición que cada persona asume cotidianamente, en su vida privada y pública, determina el tipo de sociedad que está en ejecución. Es indudable, que generalmente por el adoctrinamiento determinado por un sistema, el pensamiento oficial o naturalizado de la mayoría de una población es solo mejorar el sistema creado; en menor número, los que quieren destruir el viejo sistema; y mucho menor, son los interesados en construir algo diferente, pues esto es más difícil y complejo, más fácil es criticar y pretender tomarse el poder para solo desde ahí construir nuevas formas de vida.
Otro ejemplo, con respecto al coronavirus, hay quienes que tienen mucho miedo y dicen que quieren regresar a la normalidad o a lo que era antes; por su parte, hay quienes están entre el miedo y la alegría, y están expectantes de que la humanidad no regrese otra vez a la normalidad en que vivíamos; y hay los que están contentos con el virus para quizás poder dar un salto completo a un mundo nuevo para los humanos y los no-humanos. Evidentemente, el paso que dará el mundo será en relación a la cantidad de personas que se inscriban en una u otra situación. Por el momento, gana los que quieren recuperar la normalidad, que son gente facilista o timorata a lo nuevo, y que generalmente, tienen una posición cómoda dentro de esta sociedad.
En este contexto, es loable que haya quienes quieren hacer algo por los demás (incluido la naturaleza), pues hay quienes solo critican y juzgan, bajo el argumento de que lo que les pasa o viven es por su culpa, y en vez de ayudar o de no hacer nada, encima los caen y los pisotean. Estas personas tienen un desprecio hacia los desvalidos, los que salen fuera de lo normal, los que luchan por ellos, los discapacitados, incluso llegando a burlarse de ellos por una malformación física. Reflejando una total falta de sensibilidad y de empatía. Llegando al bullying o acoso a estas personas, las mismas que han llegado al suicidio o han quedado acomplejados de por vida.
Pero no es suficiente querer hacer algo por los demás, pues se puede caer en paternalismos “que multiplican la pobreza”. Una cosa es ayudar; otra es apoyar; y otra es acompañar. Los que ayudan se creen salvadores o liberadores, los que apoyan se creen benefactores o defensores, los que acompañan se creen motivadores o facilitadores. La mayoría de personas en este sistema se creen libertarios, luego siguen los progresistas, y últimos los alteradores.
Los “libertadores” gustan de acciones asistencialistas o prebendalistas; los “revolucionarios” en acciones de protección de derechos y cuidados por parte del Estado; y, los “transgresores” en la generación de nuevas fuentes o formas de subsistencia para no depender ni del estado ni de lo privado. Es decir, los dos primeros establecen formas de dependencia, los primeros principalmente hacia lo privado, los segundos hacia el Estado, y los terceros una interdependencia hacia lo comunitario o cooperativo en forma de auto sostenimiento o auto subsistencia.
Siguiendo este cuadro, hay una serie de grupos que se inscriben en uno de las tres tendencias mencionadas anteriormente, llámense fundaciones, empresas, ongs, partidos políticos, movimientos sociales, iglesias, etc., quienes actúan, consciente o inconscientemente, dentro de las características nombradas.
En estas condiciones, en dónde se inscribe Karla Morales y su fundación que lleva su mismo nombre, lo cual, deja muchas dudas o intereses. Los que la conocen, los que saben algo de ella, y los que observamos a la distancia, cómo la ubicarían o describirían. Pero, lo más importante es cómo ella se ve en este cuadro, y le conminamos a que nos escriba respondiéndonos con un texto para hacerlo público por este medio.
Algo que ha comprometido aún más su imagen, es una foto con el vicepresidente Otto y un texto ayudándolo, y en el que dice: “Nuestro VP está poniendo el pecho como todos nuestros médicos y trabajadores. Antes que autoridad es un ser humano, corriendo los mismos riegos que todos. Ayudémoslo, contribuyamos y aportemos con soluciones. Nadie puede solo.”
Esto obviamente ha encendido aún más las redes y las discusiones, pues asume partido a su favor cuando la mayoría de la población -según las encuestas- desaprueban su gestión, como la de todo el gobierno en general. Todavía más, cuando ha pedido disculpas, lo que significa aceptar que cometieron errores, y ante ello, solo hay una reacción moral, y no política y/o jurídica por lo acontecido. Quién devuelve la vida a esas personas y el dolor de sus familias.
Guayaquil, ciudad populista
Karla Morales y demás personas, se inscriben en un grupo y en una mentalidad que ha actuado y ha hecho lo que hoy es Guayaquil. Como en el resto del Ecuador y en el mundo, en cada una de las formas de reacción anotadas más arriba.
Históricamente, especialmente los últimos 50 años, Guayaquil ha estado gobernada y representada en su gran mayoría por personas con políticas populistas, que actúan o responden como salvadores de los pobres. Ahí están los CFP, los roldosistas, los socialcristianos, los de CREO, los morenistas y hasta algunos correistas, que han actuado con políticas asistencialistas y paternalistas, más como forma de tener mano de obra barata, por autoprotección porque son eventuales delincuentes, y hasta porque afean la ciudad. Las grandes obras y los recursos se destinan principalmente hacia los barrios residenciales, y se hace algo en los barrios pobres más con el propósito de ganar votos o para que no protesten mucho. Lo que quiere decir, que Guayaquil es una ciudad populista, que funciona así y elige a sus representantes que actúan así. Le dan el voto a quién promete darle “una ayuda humanitaria” para que pueda sobrevivir un poco mejor.
Guayaquil es una ciudad que se mueve dentro de la caridad, por ejemplo, ahí está la Junta de Beneficencia, la que no existe en otra parte del Ecuador, la única ciudad que hace teletón para recaudar fondos para los pobres, la que tienen gran cantidad de grupos de damas filantrópicas, etc. No es casual, que sea la ciudad más desigual y con mayores conflictos de todo el Ecuador. Los más ricos y los más pobres del Ecuador viven en Guayaquil. Por ende, no es una eventualidad que esté viviendo la triste situación con el coronavirus.
Guayaquil resulta un caso aparte del Ecuador, es una ciudad que no se parece a otras ciudades, incluso de la misma costa. Personalmente, la sensación que he tenido cuando he estado en Guayaquil es de sentirme en otro país, algo que no me pasa en ninguna de las ciudades de Manabí y de El Oro que están cerca, incluso de algunos pueblos de Guayas y de Santa Elena. Guayaquil no es el común de lo que es el Ecuador, es otra realidad diferente.
La mentalidad populista de la mayoría de guayaquileños, ricos y pobres, pero que ha sido recreada o generada por los ricos, hace de esta ciudad la cuna de grupos conservadores, donde las iglesias y los grupos religiosos tienen gran presencia, y por ello ahí están los mayores grupos “pro-vida” o anti abortistas, y de otra serie de expresiones que generan o son consecuencia de los extremos de pobreza y riqueza. Por ello, es que figuras como Nebot o Lasso no calan en todo el Ecuador, pues el Ecuador no es Guayaquil. Y es por ello, que algunos guayaquileños reclaman la autonomía o el federalismo, por su mentalidad populista.
El coronavirus ha develado más claramente lo que es Guayaquil y en donde el “modelo exitoso” no ha resultado beneficioso ni para los ricos, pues han muerto algunos de ellos por el coronavirus. Con Guayaquil ha pasado algo similar a lo de Chile, país éste al que se le ponía como ejemplo del modelo neoliberal, y resultó que todo era una linda propaganda, y eso también ha pasado con Guayaquil y la publicidad socialcristiana, todo puro cuento para incautos. El modelo privatizador ahora les ha pasado factura, en donde el municipio entregó muchas obras a empresas privadas, el sistema de salud privatizado en su gran mayoría, y lo estatal ineficaz por la falta de equipamiento y por la disminución de personal por las políticas del “estado obeso”. Lo mismo que ha pasado en EEUU con Trump, al no haber un sistema de salud universal que cubra a la población, por también sus creencias neoliberales de privatizarlo todo. Con esto, no defendemos un estatismo que sería el otro extremo, creemos en un sistema auto sostenible y auto sustentable.
El CDES nos da terribles datos: “Las empresas médicas vinculadas a los convenios con el IESS están bajo el control de grupos económicos controlados por pocas familias, entre las que destacan: Carolina Eljuri de Neme y Walter Wright Durán Ballen de Hospital los Valles; Valverde la Clínica Kannedy; López-Ordóñez del Hospital Metropolitano; o Roberto Gilbert Febres-Cordero de la Clínica de Guayaquil. Todas estas familias con intereses en otras industrias de la economía como inmobiliaras, comunicaciones, comercializadoras, seguros. – Los ocho mayores prestadores privados de servios médicos representan el 1% del sector y, sin embargo, acapararon el 40% de los ingresos registrados en la Superintendencia de Compañías (para el 2012) correspondientes al mercado de servicios médicos y laboratorios. (El informe incluye un ranking de clínicas y hospitales privados). – Solamente en un muestro de cinco grupos económicos vinculados a clínicas y hospitales, para el 2014 se encontraron 14 filiales registradas en paraísos fiscales. Estos grupos económicos obtuvieron juntos ingresos mayores a los mil millones de dólares; en cambio pagaron 18 millones de dólares, esto es el 1.5% de sus ingresos.”
Guayaquil es la ciudad con extremos de miseria y de riqueza, en cantidad y calidad, que no se ve en el resto del Ecuador, a excepción de Esmeraldas, pero menor que Guayaquil. La periodista María Sol Borja da estos datos escalofriantes: “las zonas periféricas, con viviendas en condiciones precarias, incluso de hacinamiento, con poco acceso a servicios básicos: en el último censo 26% de los guayasenses no tenían acceso a agua potable y 53% no contaban con red de alcantarillado público—. Guayas es también la provincia con mayor cantidad de asentamientos ilegales (312 en 2,098 hectáreas). Además, más de 60% de la población no está afiliada a la seguridad social —según el último censo — lo que implica que, probablemente están en condiciones de subempleo; y 20% son limpiadores, asistentes domésticos, vendedores ambulantes o peones.”
Todo esto explica que es Guayaquil y lo que han hecho con ella los poderosos de esta ciudad, que la dirigen desde lo privado hasta lo público, y que la han convertido en una gran fundación de la caridad o junta de beneficencia, de la cual lucran y se aprovechan para poder estar lo más arriba. Saben que hay que ser “sabido” si no le comen los otros, es decir, “no hay que ser cojudo”. Esa es la cultura que han generado, donde el asunto no es un problema estructural sino de castas, entre los que son de categoría y la chusma. Es una cuestión de jerarquía racial, de inteligencia, de capacidades, de habilidades, entre los superiores y los inferiores. Por ende, los superiores ayudan a los inferiores para que no sean tan inferiores, pero los cuales no deben aspirar a llegar a su grupo (cholo alzado o igualado).
Como consecuencia, una psicología de buenos y malos, de mejores y peores, de desarrollados y subdesarrollados. Y en la que, los que reciben ayudas asistencialistas terminan dependientes y sintiéndose psicológicamente de que no pueden por sí mismos, de que deben siempre pedir ayuda, de que no tienen la misma capacidad que los otros, etc. Por eso, siempre están tendiendo la mano para recibir la caridad del Estado, de los gobiernos locales, de la iglesia, de la empresa privada, de las fundaciones, etc. Como consecuencia, Guayaquil reproduce infinitamente el mismo esquema y así jamás saldrá de la pobreza. Ahora se han movilizado las élites para “salvar vidas”, recaban recursos que pueden paliar de alguna manera la situación, apareciendo en el imaginario colectivo como salvadores y liberadores, y que en el caso de las próximas elecciones votarán por ellos. Dalo Bucaram también ha aparecido con una supuesta fundación y con su propio nombre, acaso es “cojudo”. Y así otros.
Por lo tanto, el asistencialismo, la caridad, la limosna, y toda forma de dependencia y de parche, no sirven mas que para perennizar en los privilegios a los mismos de siempre, y para que aparezcan más grupos que “ayudan”, surjan nuevos redentores y emancipadores que les prometen “algo” en la tierra, pero más que todo en el cielo junto a dios padre y a su lado derecho, que es mejor que el izquierdo.
Con ello, los ricos se hacen más ricos, y viceversa con los pobres. Una ciudad en otras condiciones, no tiene que tener organismos, ni fundaciones, ni nada para socorrer o jugar a la lotería, sino que debe tener instituciones que le permitan la auto subsistencia, el auto sostenimiento, la auto suficiencia, en forma individual y colectiva.
Karla
Morales, y otros, se inscriben en esto? Pretenden ser contrario a esto? Están construyendo
otro Guayaquil y Ecuador? Qué opina usted.