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Por Zeke Wilkinson

En épocas equinocciales, de equilibrio, donde el día y la noche duran lo mismo en TODO EL MUNDO, la humanidad comienza un proceso de metamorfosis, para esto es vital sintonizarnos en armonía con las frecuencias de este tiempo natural y transformarnos en la medicina que necesitamos.

Compartimos una circunstancia global casi sin precedentes, escuchamos y vemos noticias que giran en torno al mismo tema. El coronavirus ha llegado para recordarnos lo vulnerables que somos aunque pensemos que tenemos el control de lo que le sucede al planeta, la omnipotencia humana frente a la naturaleza ha llegado a un límite.

Una vez más la paradoja y la ironía nos envuelve, luego de grandes incendios forestales provocados intencionalmente por la ambición desmedida de unos pocos que controlan el devenir de la gran mayoría, que afectaron a los pulmones de la Tierra, este pequeño e invisible virus nos comienza a desarmar desde nuestros pulmones mismos. Cómo si se tratase de un equilibro cósmico, un hecho kármico. El coronavirus es a la humanidad lo que la humanidad es a la tierra.

Y en este proceso, donde la mayoría de los hombres y mujeres se recluyen en sus casas, la naturaleza comienza a regenerarse en un acto de autorregulación semejante a una purga. Los animales toman las calles de las ciudades desérticas, se acercan a las costas y se ven otros que se creían extintos, los ríos se limpian, el aire se purifica, el agujero de ozono decrece, la emisión de gases de efecto invernadero disminuyen considerablemente, el planeta comienza a cicatrizar luego de tanto daño generado por el consumo global basado en la extracción de la misma naturaleza.

Si abrimos nuestros ojos más allá de lo visible y tomamos estas circunstancias como abono para nuestro aprendizaje esta catástrofe mundial no habrá sido tan en vano. Guardados en los hogares como las semillas en la tierra es tiempo de comenzar a germinar.

Lo primero es darnos cuenta de las consecuencias negativas de nuestras acciones frente al medio ambiente y cómo se aminoran con el simple hecho de darle un respiro a esta utilización feroz y desmedida y comprender que si no armonizamos nuestra relación con la madre tierra esto puede ser mucho peor. Claro está que no depende únicamente de los cambios de concepción de la población en general, de nada sirve hacer un mea culpa y que las industrias y los mercados sigan funcionando como si nada.

¿Entonces, cómo hacemos para comenzar con este proceso de armonización?
Más simple de lo que parece, empezando por ver, pensar, sentir y tratar a la naturaleza como lo que realmente es: un ser vivo o mejor dicho un sistema vivo de seres vivos interrelacionados. Trascender la relación sujeto-objeto impuesta por el sistema global y obsoleto que nos ha llevado a la decadencia como especie integrante de este gran ecosistema.

Para recomponer esta relación el antídoto es la memoria. El camino y la visión vital, renovadora y armoniosa permanece viva en nuestros pueblos originarios, culturas ancestrales que mantienen ese respeto, reciprocidad y complemento con la naturaleza, esa es la única manera de “encajar”. La Pachamama es nuestra madre y curandera, para protegernos debemos protegerla, ocupar el verdadero rol como criadores y guardianes de vida.

Vista desde una perspectiva holística-ancestral la enfermedad es desequilibrio, para evitarla es necesario preservar el equilibrio, para eso tenemos muchas medicinas naturales para elevar nuestras defensas y prevenir el contagio de un virus que ocasionará un gran desequilibrio.

Además de las recomendaciones básicas de lavarse las manos con agua y jabón, no llevar las manos al rostro, ventilar los ambientes y estornudar en el pliegue del codo, les comparto una serie de medicinas naturales preventivas recomendadas por los sabios y sabias de la cultura milenaria Kallawaya del norte de Bolivia (médicos itinerantes de la cultura andina, quienes se desempeñaron como los médicos oficiales del Inca):

Una de sus principales medicinas es la energía del amanecer o Pachapakari: frente al sol naciente realizar respiraciones profundas y sentir su gran energía nutritiva, además es el primer paso en la armonización a los tiempos cíclicos de la naturaleza, como lo hacen en los campos aprovechando al máximo la energía del Tayta Inti (padre Sol). Además en cada momento del día o noche que lo creamos oportuno relajarnos, meditar y realizar oraciones, haciendo conscientes la relación activa con el espíritu de la madre tierra, tomando contacto con el fuego, el agua, la tierra y el aire.

La cebolla: uno de los principales alimentos antivirales, utilizarla preferentemente cruda, o también en infusión, otra manera de aprovechar su gran poder curativo es cortarla a la mitad y colocarla en diferentes lugares de la casa, de esta manera absorberá los virus y bacterias en el aire, dejándola unos días y luego desecharla idealmente en tierra, (es importante no comer las cebollas luego de que hayan entrado en contacto con estos agentes patógenos).

Alimentación sana, agroecológica a base de frutas, verduras y hortalizas incorporando además de la cebolla, ajo, remolacha y zanahoria crudas, cítricos, pimienta negra, papa y batata con cáscaras, hojas verdes (acelga, espinaca, rúcula, etc).

Infusiones de hierbas medicinales con propiedades antivirales: eucalipto, manzanilla, ajenjo, salvia, romero, tomillo, llantén, diente de león (2 a 3 tazas por día).

Jengibre o kion y cúrcuma, ambas raíces constituyen una de las mejores medicinas con altas propiedades antibacteriales y antivirales, la mejor manera de utilizarlos es en infusión, lo podemos rayar y hervirlo unos 10 minutos, dejarlo reposar y luego tomarlo.

Limón: alimento con gran poder alcalinizante, el zumo de 1 limón en ayunas es una de las medicinas más poderosas para aumentar las defensas.

Beber abundante líquido, preferentemente agua con limón (2 a 3 al por día)
Y finalmente, una gran técnica ancestral para limpiar los ambientes y principalmente el aire, el sahumo: Una gran abuelita decía: «De todo lo que producimos nosotros, los humanos, el humo es lo único que se disipa ante nuestros ojos, por eso invitamos al humo a nuestras casas, pues el humo se llevará todo lo que no forme parte de nosotros».

En general se utiliza coa, coca, cedro, salvia blanca o tabaco, incienso, romero, lavanda, etc.

Además de la limpieza del ambiente se utiliza para la limpieza de los cuerpos, bañándonos con el humo, la idea no es inhalarlo, sino purificarse con él, lavarse las manos en él. También sahumamos para prepararnos espiritualmente, para meditar, para poner de manifiesto el agradecimiento o para elevar el rezo pues el humo tiene un efecto propiciatorio sobre las intenciones y oraciones.

Al sahumar nos unimos a una tradición espiritual transmitida por incontables generaciones que se remontan tan atrás en el tiempo que ya nadie puede saber en qué época se inició. Sahumar nos permitirá adquirir sabiduría honrando las plantas y sus propiedades curativas. Es una modalidad de la purificación que invoca al espíritu de la planta para restablecer el equilibrio dentro de nosotros y con la naturaleza.

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Por Alteridad

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