Spread the love

TRABAJO EMOCIONAL EN EL CONFINAMIENTO

Por Rebeca Lavandera

Hoy me apetece compartiros una reflexión sobre mi primeros 10 días de esto que llamamos Confinamiento.

A lo largo de los días me han surgido múltiples emociones, desde la sorpresa inicial de no creértelo y tomártelo a risa, un poco de histeria en esa risa y de no querer darme cuenta de lo que sucede, restarle importancia porque en realidad parece algo bien serio. De ahí la expectativa de estar viviendo algo único e histórico y estar atenta como una niña de nuevo.

Me he observado mucho en la rebeldía, en una rebeldía que hacía mucho que no sentía, esa rebeldía de adolescente que desea cambiar al mundo, esa rebeldía tildada un poco con el miedo a un pueblo sometido a unas normas, que viene seguro por las experiencias que has escuchado y leído de otras guerras y regímenes donde obligaban a las personas, a ser, a estar, a comportarse de una determinada manera y si no lo hacías corrías riesgo de muerte o encierro.

He observado el enfado, mucho enfado, por no saber hacerlo mejor como humanidad, por estar ciegos y ciegas, por estar tan alejadas y alejados de nuestra verdadera naturaleza, mucho enfado, y una vez que va pasando el enfado eso se va convirtiendo en tristeza, en una tristeza muy profunda en mi corazón, tristeza de que no escuchamos lo que la madre tierra nos dice y seguimos pensando que ella misma es el enemigo, con virus, con eventos climáticos adversos, cuando en realidad nos lo da todo, todo lo que necesitamos, el problema es cuando queremos más de lo que necesitamos, la explotamos y la tratamos tan mal, pues la llevamos y por ende, nos llevamos, al desequilibrio pleno, a nivel planetario y a nivel individual.

También viví el necesitar ayudar, el necesitar ser un vehículo de ayuda para otras personas, pero ahí estaba incluida también una necesidad de ser vista y reconocida, y también una impotencia de estar aquí y no poder hacer cosas por otras personas, no poder aplicar todas las terapias que vengo estudiando y aprendiendo en los últimos años (Meditación, Reiki, Moon Mother y Terapia de Sonido), no poder llevarlas a los hospitales o lugares donde ahora mismo serían necesarias, y sentir que esa impotencia me puede y me consume, sentir que esa impotencia me llena de tristeza a su vez, porque no sepamos darnos cuenta de todas las cartas que tenemos para jugar en este desafío y sólo estamos jugando con una, porque el resto son inválidas a los ojos de los que tienen el poder, a los ojos de la medicina oficial implantada.

Y el miedo, el miedo tan presente, no el miedo a enfermar, porque no lo siento en mí, el miedo cuando observo a las personas rociando todo con lejía, limpiando todo a su alrededor, el miedo en esa psicosis de las personas cuando sienten que están amenazadas en todo su ser, que incluso en el aire ven una amenaza, que no pueden esconderse y protegerse de su amenaza, en un estado continuado de alerta y tomando decisiones importantes bajo ese estado de miedo y pánico.

El miedo a lo que vendrá, a que nada vuelva a ser como antes, ese miedo al cambio, sería la incertidumbre, si, la incertidumbre de lo que será y de las teorías de conspiraciones que ya circulan por el ambiente. El miedo a la violencia, porque en estados así tarde o temprano se desata la violencia y tenemos tanta violencia dentro con necesidad de salir que puede encontrar el camino fácilmente en este caldo de cultivo.

También he sentido el amor y la confianza, tuve muchos momentos en los que me sentí muy confiada, sentí que lo que podía hacer lo estaba haciendo, desde este lugar. También conecté muchos días con el agradecimiento por todo lo que está en armonía en este momento.

Pero es cierto que estas emociones las he tenido que trabajar, a través de la calma, de la observación, de la meditación, a través de decidir cuidarme y amarme por encima de todo lo que suceda.

En fin último, siento que lo que cada persona debe hacer es tratar de mantenerse en su centro, tratar de convertirse en la observadora de sus emociones, y no dejarse llevar por ellas en actos que luego puedan ser negativos para otras personas o para ella misma, tratar de darnos cuenta cuando llega la emoción qué sensaciones nos produce, qué pensamientos están asociados a ella, y luego liberarla, si es tristeza lloro, si es rabia grito, si es alegría me muevo, danzo, si es amor trato de amar a los que tenga a mi alrededor, hago cosas creativas y entrego, si es miedo, me protejo, si es impotencia, busco la forma en la que puedo llegar a hacer eso que me hace sentir impotente, no nos anclemos en la emoción, démonos cuenta, y a través de darnos cuenta, de observarla, liberarla, se integra en nosotras y nosotros y conseguimos volver a nuestro centro. Y sobre todo, recordar no tomar decisiones bajo emociones negativas.

Y todo esto porque una mente, un cuerpo y un alma que están en su centro son difíciles de manipular, son mas difíciles de enfermar, y consiguen conectar con el amor y con su verdadera naturaleza, consiguen conectar con la tierra y con la vida, toman decisiones en esa conexión y favorecen el crecimiento y desarrollo.

Aquí os comparto mi experiencia, espero que pueda servir.
Con este resumen y compartir llega a mí toda la comprensión de mi proceso y la disposición a vivirlo del mejor modo que pueda hacerlo.

Os envío un fuerte abrazo lleno de comprensión y amor.

.

Por Alteridad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *