GRAFITIS: FEMINISMO Y NEO-PACATOS
Por Atawallpa Oviedo Freire
Andrés “el mono” López ha vivido la mayoría de su vida en Guayaquil, y no conoce ni tiene el espíritu del quiteño, por lo que le vamos a contar la historia del grafiti en Quito. Como, asimismo, a un grupo de señoritos que han surgido en Quito, y recordarles también a los viejos curuchupas la historia de esta ciudad. Todos los cuales le quieren convertir a Quito en conservadora y monárquica, cuando siempre ha sido crítica y transformadora.
En los años noventa Quito fue la capital mundial del grafiti, así como lo oyen “capital mundial”. La bautizaron así, porque si bien no tuvo el eco de Mayo del 68 de París, no hay otra experiencia en el mundo en la cantidad y calidad de grafitis que surgieron en aquella época. Fue tal el boom que surgieron varios libros, reportajes en la prensa, la televisión, conferencias, etc. Personalmente, publiqué el ensayo más extenso que hubo “Culturas Subterráneas: El Graffiti”, y publiqué varios artículos en EL COMERCIO y el HOY.
Surgieron alrededor de 15 grupos los cuales periódicamente salían a hacer sus pintadas, con frases provocativas y cuestionadoras de muchos elementos de la vida política, social, cultural. Lo cual generó una gran atracción y expectativa en la mayoría de la población, por cuanto invitaban a la reflexión, a repensar la vida, a resentir la acción política, a admirar la belleza y el amor de otra manera, etc.
Evidentemente, que los pacatos en Quito siempre los ha habido y algunos criticaban todo ello, pero ante la abundancia de aprobación y valoración se quedaron callados. Utilizaban la consabida frase de las élites: “la muralla el papel del canalla”, y les respondíamos: “la muralla el papel de los de agallas”. Así, bautizamos a otro de nuestros libros.
La muralla era la imprenta del pueblo, como no habían las redes sociales salíamos a expresarnos en las paredes, pero lo hacíamos poéticamente y eso más que ira provocaba admiración y condescendencia. Era impresionante la cantidad de grafitis, que por donde uno iba se divertía leyendo los mensajes de la ciudad senti-pensante. Y no solo que se cuidaba el fondo sino la forma, eran elegantes.
Esto duro como alrededor de unos 8 años, empezando paulatinamente, llegando a su clímax y luego su caída. Después de los grafitis en forma de mensajes con palabras surgieron los tags que eran pinturas en muros, artistas que en vez de pintar en un lienzo decidieron hacer arte urbano. Habían lindos murales, incluso el municipio aprobó espacios para hacerlo.
Pero luego desaparecieron, y lo que se manifestó posteriormente y se mantiene hasta el momento es una serie de pintores de garabatos y de rayados que no son legibles para la mayoría de transeúntes, los que solo ven líneas cualquiera, que en su inmensa mayoría no gusta, no atrae, ni embellece a un muro ni a la ciudad.
Los quiteños siempre se han expresado a través de los muros, evidentemente con diferentes niveles y categorías. Se registra históricamente que Eugenio Espejo, considerado el primer periodista y prócer de la independencia, salía en las noches a dejar sus mensajes al pueblo para que se rebele ante la corona española. Evidentemente, los conservadores y monárquicos le descubrieron, y entre otros elementos le confinaron a prisión por el resto de su vida muriendo en la cárcel.
Pero sus mensajes no fueron en vano, retumbaron, se hicieron eco, y hubo una reacción popular que terminó con la independencia política de España. Pero luego eso fue trastocado. Casi siempre después de una revuelta los poderosos se reacomodan y continúan manteniendo el poder, como también sucedió con la revolución liberal y otras. No hubo tal independencia, por eso se acuñó la frase: “último día del despotismo y primero de lo mismo”. Pero hoy los patrioteros festejan la supuesta independencia para convencer a los incautos de que somos independientes.
Para nada independientes. El colonialismo se profundizó y hasta se amplificó, pues el colonialismo ontológico y epistémico se consolidó y ha ido barriendo todo lo autóctono y milenario de Kitu. La prueba es que ha surgido un grupillo de monárquicos, cuando Quito siempre ha sido rebelde, y es una vergüenza para el pueblo quiteño que haya surgido unos fachos en el Kitu milenario.
El patriarcado es un fenómeno traído por la monarquía, en Amerindia no había. Sistema éste, sistematizado e impuesto por los romanos a los europeos, luego ellos al mundo entero. En Amerindia hubo machismo, más no un sistema social o una sociedad construida en base a la categoría superiorista de lo masculino sobre lo femenino, como lo construyeron los pueblos de la media luna mediterránea, y que posteriormente se configuró en lo que los greco-romanos llamaron la civilización. Sistema que hasta hace solo 100 años tenía dominada a las mujeres, pero que han ido logrando cambios paulatinos.
Este último 8 de marzo 2020 han salido un grupo de mujeres a hacer hablar a las paredes de rebeldía, ante tanto feminicidio, violaciones, acosos. Pero han pegado el grito en el cielo los machonazis, con el sostén de Teleamazonas y del municipio del “Loro Homero” para tomarlas prisioneras a 9 feministas. Mientras todos los medios de comunicación informábamos de la marcha, Paul Coello de Teleamazonas se dedicó a perseguirlas y mediante twiter a denunciar a las “infiltradas”, que luego fueron tomadas prisioneras por el Municipio, y ahora obligadas a pagar altas sumas y a hacer trabajo comunitario.
No eran garabatos cualquiera eran mensajes por el derecho que les asiste a las mujeres a otra vida. Yo tengo una pequeña propiedad y los rayadores me dejan cualquier cosa, y evidentemente me molesta, pero otra cosa sería si me dejaran mensajes profundos, estaría feliz de que mi muro sirva para crear conciencia, para que la gente reaccione.
Las autoridades y la prensa deberían darle más importancia a los mensajes, a la intencionalidad de los propósitos, amplificar la conciencia sobre ello; pero lo que han enviado como mensaje es castigo, represión a las feminazis. Como consecuencia, los machos seguirán matando, violando, con el respaldo inconsciente e indirecto de una sociedad cómplice y encubridora que más les importa sus paredes limpias que la sangre derramada por muchas mujeres.
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