EL MARX QUE NO CONOCE LA IZQUIERDA
Por Atawallpa Oviedo Freire
El fracaso de la izquierda, entre otros elementos, se debe a que solo conoce y se guía por el joven-adulto-Marx, y no conoce y por ende no se orienta por el maduro- viejo Marx, quien en su etapa más lúcida dio un viraje a algunas de sus primarias visiones.
La izquierda básicamente se guía por aquel joven idealista que a sus 30 años escribió el Manifiesto Comunista y por el adulto que escribió El Capital alrededor de los 45 años, pero desconoce al maduro-Marx que con experiencia y sabiduría corrigió algunas de sus visiones ilusas, cuando estaba alrededor de sus 60 años. Y peor puede vislumbrar al viejo-Marx, que aunque no logró escribir un libro solo dejó algunas cartas y textos sueltos, pues una larga enfermedad de más de 10 años le consumió lentamente y le mató a los 65 años.
Quizás, si habría vivido el viejo- anciano Marx hubiera sido más lúcido y se habría desmarcado aún más del ingenuo y soñador joven-Marx que inventó la malhadada teoría de la “dictadura del proletariado”, que tanto daño ha hecho a la izquierda, a la revolución y al cambio. En su visión dialéctica -heredada de su maestro “idealista” Hegel- creía que la historia se desenvolvía por la lucha de clases, pero además, entre las sociedades “adelantadas” y “atrasadas”, como expresamente lo señala en su obra máxima “El Capital” cuando habla de “economías avanzadas” y “economías atrasadas”. De ahí, que los actuales marxistas (y también los neoliberales) siguen hablando de lo mismo, bajo el nombre de economías desarrolladas y economías subdesarrolladas.
La mayoría de
estudiosos de Marx y los marxistas practicantes, se han detenido principalmente
en el axioma de la lucha de clases como el “motor de la historia”, sin que
observen el colonialismo o el “babelismo” de Marx, sin embargo, de que el mismo
en sus últimos años de vida se dio cuenta de aquello y cambió algunos de sus
puntos de vista. Obviamente, no llegó a una descolonización o a una
“desbabelización”, pero dio unos primeros pasos hacia ello, aunque luego ya
murió y no pudo dar un giro mayor.
Con esto, tampoco queremos decir que el Marx-maduro haya llegado a negar
totalmente al Marx-joven, solo pretendemos resaltar sus cambios y cuestionar a
los marxistas que no han podido ir más allá de lo que él llegó y solo repiten
como catecismo el marxismo. Los marxistas profundos deberían intentar activar
lo que hubiese sido el Marx-viejo, o por lo menos conocer más del Marx-maduro
para salir del sectarismo y el dogmatismo medular que les envuelve.
El adulto-Marx decía en el Capital: “En todos los países civilizados el movimiento democrático aspira en última instancia a la dominación política por el proletariado, presupone, por ende, que exista un proletariado; que exista una burguesía dominante; que exista una industria que produzca al proletariado y que haya vuelto dominante a la burguesía. De todo esto no encontramos nada en Noruega ni en la Suiza de los primitivos cantones”. (El resaltado es nuestro)
Es decir, para Marx (y los marxistas de ayer y de hoy) la “cuestión nacional” de los pueblos primitivos o indígenas o antiguos, de Europa y de todo el mundo, se resolvía con su asimilación a la civilización, a la que también consideraba como una etapa superior o de avance a las anteriores, confluyendo con la visión linealista y progresiva de los fenómenos naturales y sociales. Concepción ésta, de la que también estaba de acuerdo la derecha europea, pues ambos compartían (y comparten) el principio futurista de superioridad sobre el pasado que maneja el “babelismo”.
La civilización, para Marx (y para la derecha), era exclusivamente la Europa capitalista e industrial, que había logrado desarrollar los medios de producción y que había creado el proletariado, “la clase más avanzada” que estaba predestinada por Marx a “dominar” el mundo, por ser la clase más consciente y más profunda en toda la historia de la humanidad.
Los civilizados, los industrializados, los proletarizados, eran para Marx los estereotipos del “hombre nuevo” y “superior”; consecuentemente, los campesinos, los artesanos, y demás no-proletarios, eran personas “atrasadas”, por ende, debían proletizarse a medida que avance la industrialización en todo el mundo, para que devengan en “avanzados”, o como se dice ahora, en “desarrollados”. En este sentido, todos los pueblos de la Tierra debían proceder a civilizarse, industrializarse, aburguesarse y proletizarse, para que devengan en sociedades “avanzadas”, “modernas”, “cultas”, “progresadas”, etc. Irónicamente, hoy en occidente, hay quienes recuperan las formas artesanales y las promocionan como una ventaja en la calidad del producto, especialmente quienes están cerca del ecologismo y de las terapias holistas.
Entonces, para el joven-adulto Marx, si en un país no había industria y no había burguesía, no había un proletariado que pueda derrotar al atraso que representaban las sociedades pre-capitalistas, y especialmente las sociedades no-civilizadas o bárbaras, que para Marx eran los pueblos indígenas o “primitivos”, incluidos los de Europa. Veía como irremediable y necesario la aparición del capitalismo, como un paso previo y obligado para poder construir el socialismo y luego el comunismo, por lo que fomentaba el civilizar y paralelamente construir el capitalismo en todo el mundo para que sea posible la sociedad proletaria, la mejor o las más avanzada de todas las que han existido y que existirán. Para Marx, el proletariado era el fin de la historia, como para Fukuyama era el capitalismo.
Para el adulto-Marx, la “cuestión nacional” no estaba principalmente en la lucha de clases sino en las diferencias epistémicas y científicas de los pueblos, que él las sintetizaba en el “desarrollo de las fuerzas productivas”. Era la tecnología la que determinaba quienes eran superiores e inferiores, mejores o peores… Todos ellos conceptos mecanicistas y cientificistas del “babelismo” endémico. De China, decía Marx que era una sociedad bárbara que sería modernizada y adelantada gracias a la penetración colonial de Europa. A la India, le consideraba un país estancado por la “preeminencia de comunidades rurales”, de “creencias místicas” y de “déspotas parasitarios”; y aspiraba que eso cambiaría, con la instalación del ferrocarril y la importación de textiles que estaba llevando a cabo la burguesía británica, a través de la invasión y el colonialismo que había impuesto. Decía: “El sistema ferroviario se convertirá por tanto en la India en un verdadero precursor de la industria moderna […]La industria moderna, llevada a la India por los ferrocarriles, destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las castas hindúes, ese principal obstáculo para el progreso y el poderío de la India»[1].
Y no solo que alababa la penetración del capitalismo sino del colonialismo europeo, pues para él era un acto de civilización de aquellos pueblos: «Los conquistadores bárbaros son conquistados por la civilización superior de los pueblos sojuzgados por ellos». Es decir, si bien criticaba la penetración de los países imperialistas europeos en el resto del mundo y por otro lado aplaudía la penetración del capitalismo, veía a todos ellos como hechos necesarios y positivos para que puedan incorporarse al progreso que estaba llevando Europa a través de la sociedad industrial y civilizada. Circunstancia, que por cierto, no ha cambiado hasta el día de hoy, pues lo siguen creyendo así las izquierdas y las derechas de todo el mundo.
El adulto-Marx criticaba la falta de independencia del Asia, pero al mismo creía que la penetración de la burguesía era el único camino para su progreso revolucionario, a través de la industrialización que estaba llevando a cabo el capitalismo por intermedio de los civilizados europeos: «Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos, dando pruebas de verdadera estupidez en la forma de imponer esos intereses. Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución«.
Y peor concepto, tenía del África y de la América indígena, a quienes consideraba que todavía seguían en estado natural o salvaje, por lo que estaban todavía aún más lejos de devenir proletarios. Para el joven-adulto-Marx, eran “pueblos sin historia” y a los cuales se refirió muy de paso en sus escritos, pues estaban “muy atrasados”. Ciertos pueblos de Europa eran atrasados, los de Asia eran mucho más atrasados, y los de África y Amerindia eran el atraso del atraso. Irónicamente, hoy estos pueblos son revalorizados en el propio occidente frente al cambio climático en curso y al caos de la sociedad artificial y consumista.
El Manifiesto Comunista, en el fondo es una apología del capitalismo, pues para el treintañero Marx el socialismo-comunismo solo podría surgir de sus cenizas. Para él, el auge del capitalismo y del “libre cambio” (palabras de Marx), era el proceso de absorción de formas “arcaicas” precedentes de producción a otras superiores. En definitiva, supuso que el socialismo global se desarrollaría incorporando a toda la periferia mundial al vehículo de la civilización capitalista y tecnólogica que era Europa, una típica actitud colonialista de la derecha pero también de la izquierda. Formado y consolidado el capitalismo mundial y a la par civilizados todos, es decir, europeizados globalmente, se estaría más cerca de una revolución proletaria a través del desarrollo de las fuerzas productivas como determinantes primordiales que delimitaban el curso obligado de la historia.
Los bárbaros y primitivos serían civilizados por la burguesía y paralelamente convertidos en proletarios, para crear la civilización proletaria mundial de matriz occidental. Tal como se refiere en los artículos de 1853, de como “sentar los fundamentos materiales de la sociedad occidental en Asia”. De ahí que vanagloriaba a Inglaterra, diciendo que cumplió una doble misión en la India, uno destructivo y otro renovador, esto es, la aniquilación “de la bárbara sociedad asiática” y la colocación de las “bases materiales de la sociedad occidental en Asia”.
Contradictoriamente, de alguna manera ya empezó a surgir el Marx-maduro y se dio cuenta de su equivocación, tal como lo reconoció en una carta a Engels del 14 de junio de 1853: “He proseguido esta guerra oculta en mi primer artículo sobre la India, en el que se presenta como revolucionaria la destrucción de la industria vernácula por Inglaterra. Esto les resultará muy shocking a los editorialistas de The New York Daily Tribune. Por lo demás, la administración británica en la India, en su conjunto, era cochina y sigue siéndolo hasta el presente”.
El otro ejemplo de su colonialismo civilizatorio, es cuando dice que la India pasó de un «despotismo asiático» a un «despotismo europeo cultivado». Acaso puede haber un “despotismo cultivado”, solo en la cabeza del joven-adulto-Marx podía existir aquello, lo que refleja el eurocentrismo de Marx, como de muchos marxistas actuales, así por ejemplo Zizek (de quien hablaremos en el siguiente artículo).
La India, para el Marx-adulto, debía agradecerle a la “espada británica” de que haya puesto los cimientos para edificar «la unidad política de la India», lo que hizo posible que pudiera lograr su independencia de la propia Inglaterra. Es decir, Gandhi debía haberles homenajeado a los británicos, pues si no fuera por ellos que los liberaron del atraso y de las creencias místicas, no habrían logrado independizarse de los “déspotas” hindúes ni de los británicos: «El ejército hindú, organizado y entrenado por los sargentos ingleses, es una condición sine qua non para que la India pueda conquistar su independencia y lo único capaz de evitar que el país se convierta en presa del primer conquistador extranjero».
Siguiendo esta perspectiva del Marx-adulto, los indios americanos tendrían que agradecer a los conquistadores europeos de que hayan traído el cristianismo para salvarles del pecado original, y a la izquierda por traer el marxismo para redimirlos de la derecha imperialista. O en palabras de Engels, que los “residuos de pueblos” tengan el derecho a una existencia nacional independiente, como la que tienen los pueblos dotados de “fuerza vital” y “viables”. De hecho, así lo siguen festejando hasta el día de hoy los cristianos y marxistas latinoamericanos.
El joven-adulto-Marx, no solo que despreció a los pueblos indígenas, a los campesinos, y en general a todos aquellos no-proletarizados, sino a la misma naturaleza y a la espiritualidad de los pueblos no-occidentales, como se puede leer en este pasaje de El Capital: «No debemos olvidar el bárbaro egoísmo que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba tranquilamente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades indecibles, el aniquilamiento de la población de grandes ciudades, sin prestar a todo esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza, y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en él su atención. No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, estática y vegetativa, que esa forma pasiva de existencia despertaba, de otra parte y por oposición, unas fuerzas destructivas salvajes, ciegas y desenfrenadas que convirtieron incluso el asesinato en un rito religioso en el Indostán. No debemos olvidar que esas pequeñas comunidades estaban contaminadas por las diferencias de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias exteriores en lugar de hacerle soberano de dichas circunstancias, que convirtieron su estado social que se desarrollaba por sí solo en un destino natural e inmutable, creando así un culto embrutecedor a la naturaleza, cuya degradación salta a la vista en el hecho de que el hombre, el soberano de la naturaleza, cayese de rodillas, adorando al mono Hanumán y a la vaca Sabbala.”
El joven-adulto-Marx, no solo que era un sobresaltado babelista sino que también era un iniciado ecocida, en cuanto para él vivir en el continuo de la naturaleza era un “culto embrutecedor” de pueblos “sin dignidad”. Pues le concebía a la naturaleza, tan solo como una fuerza productiva al servicio de “el hombre, el soberano de la naturaleza”. Los actuales eco-marxistas, han logrado encontrar unos pocos párrafos en sus innumerables escritos en el que Marx hace alguna defensa de la naturaleza, pero no porque la naturaleza tenga valor en sí mismo o sea un fin en sí mismo. Y peor, porque sea visto como un ser viviente o una fuerza proveedora de vida, y mucho menos porque sea considerado una entidad consciente y espiritual, pues esto ya es animismo si no es esoterismo, y a lo cual últimamente lo califican de “pachamamismo”.
Como vemos hasta aquí, el joven-adulto-Marx, era lo que en conceptos actuales se denomina: eurocentrista, neocolonialista, neodesarrollista, extractivista, modernizador del capitalismo, etc. Irónicamente, los marxistas-jóvenes actuales, en vez de comunalizar el territorio con cooperativas, asociaciones, colectivos, ecoaldeas, etc., se encuentran desmoronando el comunismo milenario al destruir las aldeas y comunidades indígenas, para que se vuelvan unidades de producción capitalista, con las que luego será posible construir su “utópico” socialismo, y “regresar” a un comunismo científico.
EL SABIO MARX
Afortunadamente, el Marx-maduro reaccionó, los escritos de 1869-70 ilustran este despertar. Este Marx ya no desvalorizaba a las colonias, ni repetía que las sociedades asiáticas estaban destinadas a copiar el patrón europeo. Es más, apoyó plenamente la independencia de la India y expresó su simpatía por la resistencia que llevaban. Lo mismo de China y le hacía un elogio a su lucha nacional.
Pero lo más
importante, es que el maduro-Marx tomó conciencia de que el saqueo colonial y
la introducción del capitalismo no llevaba automáticamente a una transformación
de esos pueblos. Que el colonialismo capitalista y la europeización
civilizatoria no lograba aumentar la productividad ni la proletarización sino
que reforzaba a la aristocracia, provocando la expulsión de los campesinos y la
concentración de la propiedad; por lo que abandonó su expectativa con la
expansión capitalista. Incluso, llegó a reemplazar el esquema unilineal de
desarrollo de las fuerzas productivas por una visión plurilineal de difusiones
múltiples. Se dio cuenta que la acumulación primitiva no necesariamente
generaba procesos de industrialización en un país sometido al despojo. Incluso,
consideró que para que haya una emancipación social tenía que haber ante todo
una eliminación de la opresión nacional.
El Marx-maduro, ya no veía al sistema comunal como algo reaccionario y la
necesidad de destruirlo superponiéndolo el capitalismo, por el contrario,
revalorizó la lucha nacional y hasta planteó la posibilidad de transiciones al
socialismo y hasta el comunismo desde formas comunales. En una carta enviada a
Vera Zasulich el 8 de marzo de 1881 (dos años antes de su muerte), admitió la
posibilidad de que Rusia podría obviar la etapa de desarrollo capitalista y
construir directamente el comunismo sobre la base de la propiedad comunal de la
tierra, en donde estaban «las condiciones normales para un desarrollo
espontáneo». Reconoció que la «comuna es el punto de apoyo de la
regeneración social de Rusia», aunque para pasar directamente a la etapa
socialista sin una fase capitalista precedente, «será preciso eliminar
primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes.»
Lamentablemente, los marxistas del siglo 20 y 21, solo se han quedado con el Marx dogmático de la juventud y el eurocentrista de la adultez, y no conocen al Marx sabio que comenzó a aparecer en sus últimos 10 años de vida. Lenin, Stalin, Mao y todos los marxistas, solo se han dejado influenciar por el Marx inexperto e ingenuo de la juventud, y por el Marx prejuicioso y despreciativo de los pueblos no-europeos en su adultez.
Los marxistas han seguido repitiendo las mismas equivocaciones de Marx, cuando él ya se había encargado de corregirlas, pero los marxistas hasta ahora no se han enterado de aquello y siguen repitiendo los mismos errores, y de ahí su fracaso tras fracaso. O como dice Kohan[2]: “el pensador debutante del Manifiesto estaba más atento a los procesos objetivos de la expansión capitalista y el autor maduro de El Capital resaltaba la gravitación subjetiva de la lucha nacional y social”. A lo que nosotros añadiríamos, que el sabio-Marx en su etapa final, superó al Manifiesto y a El Capital cuando entendió la importancia de la lucha anticolonial y del apoyó al sistema comunal[3].
Nos preguntamos, cuándo los marxistas contemporáneos despertarán al Marx-maduro en su accionar y su lucha, para evitar que la revolución industrial de nuestro tiempo que es la digital, acabe con toda la humanidad a través del cambio climático. Siguen actuando, como pensaba el joven-adulto Marx de que el crecimiento industrial no tenía límites, de que la prosperidad dependía del desarrollo ilimitado de la producción industrial. Sin entender que el crecimiento y el desarrollo ilimitado, es lo que nos está llevando a este callejón sin salida y en el que pronto ya no habrá retorno si seguimos a este ritmo desenfrenado. De esto, de alguna manera ya comenzó a darse cuenta el Marx-maduro cuando hizo algunas defensas de la naturaleza, y quizás el viejo-Marx habría sido más contundente con la crítica a la explotación de la naturaleza.
Los científicos vienen advirtiendo de la gravedad de la situación actual del planeta, pero ni los capitalistas ni los marxistas-jóvenes (o ingenuos –sería mejor decir-) lo admiten, y si lo aceptan no hacen algo profundo, todo es superficial y con el argumento de que ahí están los recursos económicos para salir de la pobreza. Cuando el asunto es más de fondo, pues, el joven-adulto Marx sólo tomaba en cuenta el aspecto económico de la opresión en la producción de plusvalía, en la relación de explotación del trabajo y de la propiedad privada, pero lo cual no determina obligatoriamente que desaparezca la opresión de los trabajadores, si es que esta no se la resuelve integralmente, esto es, la opresión patriarcal, racial, sexual, cultural, étnica, antropocéntrica, estatista, etc. Si no se solventa todo en conjunto, lo único que lograrán construir es un “capitalismo de estado”, tal como ha sucedido en muchos países y regiones.
En todo caso, lo único
seguro hasta ahora, es que no será la izquierda la que terminé con el
capitalismo sino será la propia naturaleza, en otras palabras, será el propio
capitalismo el que se autodestruirá por efectos del cambio climático, aunque
ello también signifique la extinción de toda o una parte de la humanidad. Hay
que entender bien el capitalismo, como decía el sup Galeano -tomando un concepto
de Elías Contreras-, de “que el capitalismo era un criminal y que la realidad
entera en el mundo era la escena del crimen y como tal debería ser estudiada y
analizada.[4]”
Las revoluciones socialistas solo han transformado una forma de opresión en otra,
pues los cambios políticos y económicos han sido insuficientes para destruir el
capitalismo. De esto, el Marx-maduro ya comenzó a comprenderlo en su posterior
crítica al colonialismo, aunque no avanzó a verlo en su totalidad, esto es,
como una crítica al antropocentrismo, al sexismo, al patriarcalismo, al
logocratismo, etc. Mientras el fin último de la sociedad sea el progreso a
costa de la naturaleza no-humana, no habrá terminación de la opresión en
ninguna de las formas. La sociedad industrial y tecnológica, desde su extremo
individualismo (capitalismo salvaje) hasta su extremo estatista (capitalismo de
estado) han continuado con la opresión de los trabajadores y de la naturaleza
no-humana.
Por tanto, el origen de todo está en la dependencia, en la que unos dirigen y otros ejecutan, y en el socialismo los trabajadores permanecen subordinados al Estado, principalmente al “partido de los trabajadores”. En consecuencia, la opresión sigue sujeta a la función social del progreso económico de los grupos que dirigen, sobre las inmensas mayorías que ejecutan. No hay diferencia real, entre trabajar para el patrón capitalista que trabajar para el patrón estatal, que en última instancia es al líder máximo del Comité Central.
Mientras el crecimiento de la economía o la economía en si mismo, esté en medio de la lucha por el poder la opresión será inevitable. La izquierda marxista, que sigue al ortodoxo joven-adulto Marx, no podrá construir otra sociedad si no derriba lo que da sustento a la opresión: la relación entre la lucha por el poder y la relación con las fuerzas productivas, en particular con la naturaleza. Si la izquierda sigue esclava del crecimiento de la producción, en vez de preocuparse de la emancipación integral de los seres humanos, lo único que conseguirá es que el socialismo sea prisionero de la economía, es decir, que se siga poniendo a los seres humanos al servicio del “progreso”, y no al revés. Lo que también vale decir, poniendo a la naturaleza al servicio del “desarrollo de las fuerzas productivas”, lo que implica nuestro suicidio colectivo.
Consecuentemente, no ha habido ninguna “dictadura del proletariado”, sino una plena dictadura del partido, esto es, del monarca de izquierda en el poder (Lenin, Stalin, Mao, Castro, Chávez, Evo, Correa), todo a nombre de la revolución y de los trabajadores. Ni ha habido ninguna supremacía del hombre sobre el capital, sino una supremacía del capital y del Estado sobre el ser humano y la naturaleza no-humana. Siguiendo al joven-adulto Marx nunca se producirá un “progreso” sino un regreso. Si el Marx-maduro y especialmente el viejo, hubieran escrito varios libros, quizás otra fuera la historia a contarse hoy en día.
Por lo tanto, de lo
que se trata es de terminar con toda forma de dependencia laboral de tipo
privada o estatal, para trabajar comunalmente o aldeanamente para sí mismos y
no para otros. Sistema de aldea o de autosuficiencia del que Marx renegaba en
primera instancia, pero que luego comenzó a valorarlo y con ello a hacerse
comunista de verdad. En “El Capital”, en su gran mayoría crítica al sistema comunal,
pero al mismo tiempo lo aprecia de alguna manera cuando las describe cómo
funcionan, tal como en este texto: «Esas antiquísimas y pequeñas entidades
comunitarias indias, por ejemplo, que en parte todavía perduran, se fundan en la posesión comunal del suelo,
en la asociación directa entre la agricultura y el artesanado y en una división
fija del trabajo, que sirve de plan y de esquema predeterminados cuando se
establecen nuevas entidades comunitarias. Constituyen conjuntos de producción autosuficientes, con una
superficie productiva que oscila entre cien acres y algunos miles. La masa
principal de los productos se produce con destino al autoconsumo directo de la
comunidad, no como mercancía y por tanto la producción misma es independiente
de la división del trabajo establecida en el conjunto de la sociedad india,
división que está mediada por el intercambio de mercancías. Sólo el excedente
de los productos se transforma en mercancía, e incluso en el caso de una parte
del mismo esa transformación no ocurre sino cuando llega a manos del estado, al
que desde tiempos inmemoriales afluye, bajo la forma de renta en especies,
determinada cantidad de tales productos. En distintas regiones de la India
existen formas distintas de la entidad
comunitaria”.
Y esto, es lo que hay que revalorizar y actualizar a los tiempos actuales.
Quizás el viejo-Marx, se habría dado cuenta de que eso era el “comunismo
científico”, de que éste no estaba en el futuro y habría pasado a potenciar a
este milenario sistema, sin necesidad de pasar por el capitalismo ni el
socialismo. Y esto, es lo que tienen que despertar los marxistas actuales, el
sentido comunal o aldeista para ir directamente a la construcción del
comunismo, pero no la del utópico joven-Marx que recreó en su cabeza la sociedad
ideal, sino, el de las naciones milenarias que el Marx-maduro comenzó a valorar
posteriormente, pero como ya no vivió el Marx-viejo no pudo ir más al fondo.
El error no es básicamente de Marx, sino de los marxistas, especialmente de Lenin, que se influenció principalmente del joven idealista Marx. Y desde Lenin, todos lo han repetido o han seguido su error, sin que hayan procedido a activar al Marx-maduro y vislumbrar al Marx-viejo y sabio. En su época, Marx no fue famoso ni popular, fue Lenin el que le hizo, pero se equivocó de Marx, si hubiera conocido al Marx-maduro quizás otra hubiera sido la situación actual de Rusia y demás países de la Unión Soviética y del mundo.
Algo difícil también para Lenin, pues los escritos del Marx-maduro de sus últimos años de vida, estaban dispersos y no se difundieron ampliamente en esa época, ni siquiera ahora. Pero, si Lenin habría sido capaz de ir más allá de Marx, hoy tendríamos un marxismo-leninismo realmente revolucionario y no el pequeño-burgués que constituye a todos los partidos comunistas en el mundo.
De esto, algo han entendido los eco-socialistas y los marxistas indigenistas, por lo que hay que aspirar que pronto se des-dogmaticen, des-colonicen, des-civilicen, y vayan mucho más profundo a lo que llegó el maduro-Marx. Para ello, deberían abrazar actualmente el decrecimiento, el bien común, el buen vivir, el autonomismo, la autosuficiencia comunal, la democracia horizontal, los movimientos de transición, las eco-aldeas, etc. Esto implica, limpiarse del socialismo del siglo 20, del progresismo, del desarrollo ilimitado, y de todo cuanto ha venido haciendo la izquierda marxista-juvenil-utopista-dictatorial-institucional[5]. Ahí podremos creer que habrá una auténtica y profunda revolución, en alianza y conexión con los tercerizados.
Seguir solo centrados en la bivalencia derecha/izquierda es una aberración. Al respecto Zibechi dice: “La polarización derecha-izquierda es falsa, no explica casi nada de lo que viene sucediendo en el mundo. Pero lo peor es que la izquierda se ha vuelto simétrica de la derecha en un punto clave: la obsesión por el poder.[6]”
Esto quiere decir, que hay otras polarizaciones más profundas y que están agrupadas en el modelo centro/periferia: colonialismo/alteridad, globalización/subalternidad, norte global/sur global, civilización/cultura, primer mundo/tercer mundo, crecimiento/decrecimiento, desarrollados/subdesarrollados, etc. El centrismo es toda forma de concentración, ya sea en el estado, en la propiedad, en una clase social, en el partido, en las potencias, etc. Conjunto de centrismos, que están envueltos en el paraguas del “babelismo”.
Por tanto, la alterativa (no: alternativa) está en las periferias, en los paradigmas del “cuarto mundo”, de los “salvajes”, de los “primitivos, de los “atrasados”, etc. Irónicamente, la des-eurocentrización se está dando más fuerte en Europa, que en el resto del mundo. Mientras, una parte de la población de los países del primer mundo están cansados de tanta artificialidad y anorexia social, por lo que están tratando de regresar a vivir en el campo y otros se han puesto a construir eco-aldeas y cooperativas integrales; paradójicamente, los del tercer mundo se encuentran destruyendo a sus ancestrales aldeas. Mientras unos van, otros regresan. Lo que van perdiendo los países “subdesarrollados”, la gente de los países “desarrollados” las están buscando. Esas son las paradojas de nuestro tiempo.
[1] Futuros resultados de la dominación británica en la India. New York Daily Tribune. 8 de agosto de 1853.
[2] Kohan, Néstor. 1998. Marx en su (Tercer) Mundo: hacia un socialismo no colonizado, Biblos, Buenos Aires.
[3] Marx, Karl. 1980. El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México.
[4] https://bit.ly/2pfqd1F
[5] “La izquierda es parte del problema, ya no la solución. Porque, en rigor, aunque ahora empiecen los deslindes, los progresismos son hechuras de la misma urdimbre. Miremos al PT de Lula. Niegan la corrupción que es evidente desde hace una década, cuando Frei Betto escribió La Mosca Azul luego de renunciar a su cargo en el primer gobierno Lula, cuando se destapó el escándalo del mensalao.” Raúl Zibechi, “Cuando la izquierda es el problema”, https://bit.ly/2TKoVYB
[6] Idem
Excelente artículo. En la práctica política comunista, cuando Lenín empieza a atacar el poder de los Soviets campesinos rusos e imponerle el poder del «Partido del Proletariado», las deficiencias teóricas de Marx se convierten en las destrucciones materiales de las comunidades, que Stalin continuará y completará.
No es casualidad que todos aquellos movimientos de fuertes raíces populares que intentan seguir sus propios caminos, sean sistemáticamente atacados y denostados tanto desde la derecha como de la izquierda. En estos ataques compartidos, revelan los criterios comunes que esconden en las profundidades de su pensamiento, tales como el «progreso», la «civilización», las «fuerzas productivas», etc. que tan bien se exponen en esta nota.