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¿COMPETENCIA O COMPLEMENTACIÓN?

Por Carlos A. Wilkinson

“¿Hasta cuando seguiremos creyendo que hemos nacido
para el exterminio mutuo?
Eduardo Galeano

El cambio necesario desde una civilización individualista antropocéntrica hacia una en donde el ser humano sea visto como parte de la comunidad y la naturaleza, implica una cantidad de transformaciones en las creencias y formas de actuar de la población. Creer en la complementación y actuar de acuerdo con las reglas de conducta derivadas de esta visión, en lugar de creer en la competencia y actuar según dicho credo, es una de estas necesarias modificaciones.

Esto es así porque las creencias básicas en que se sustenta una civilización pueden ser mas o menos ciertas, pero su mayor importancia radica en que se traducen en normas, costumbres y prácticas de comportamiento, incorporadas y asumidas por la población. Son ellas las que consolidan dicha civilización en la cotidianidad, a la vez que refuerzan la credibilidad en sus creencias básicas.

Justamente una de las creencias básicas de la civilización actualmente dominante – supuestamente fundada en “incuestionables investigaciones científicas” de Darwin – es que la evolución del mundo es el fruto de la competencia entre contrarios, donde los mas fuertes y hábiles triunfan sobre los mas débiles e incapaces, marcando con esos triunfos el camino de la evolución y el progreso.

Al creer que el mundo funciona de esta manera, resulta muy coherente que la lucha entre opuestos, orientada al dominio o la eliminación del contrario, sea la regla de comportamiento general, que encuadra y guía la conducta humana. Una regla que se aplica tanto a las relaciones entre los seres humanos, mediante la implantación de la competencia como sistema social de vida, cuanto a la relación del ser humano con la naturaleza, mediante su indiscriminada e ilimitada “explotación”. No es casual, desde ya, que estas reglas y la creencia en que se sustenta, justifiquen el supuesto derecho de dominio del poderoso sobre el débil, y del que dispone de los recursos necesarios para modificar el medio, sobre la naturaleza. La legitimación de su accionar, que hoy obtiene el poder corporativo concentrado mundial, se apoya en esos supuestos derechos. “Identifica a quienes beneficia una norma y sabrás quien la sostiene” reza un antiguo principio sociológico.

Sin pretender entender el misterio del funcionamiento del universo, es necesario destacar, sin embargo, la parcialidad y limitación de la afirmación darwiniana. El papel central otorgado a la lucha de las partes de un sistema – ecológico o cósmico – sobre la variedad, cantidad y complejidad de relaciones entre ellas es una absoluta arbitrariedad; tal como se destaca en los estudios actuales mas serios sobre la naturaleza y el mismo universo en su conjunto.

Una creencia alternativa a ésta afirma, por el contrario, que la complementación entre las partes diversas, dispares, opuestas o antagónicas que constituyen un todo, es lo que posibilita no solo la existencia de ese todo, sino su desarrollo natural.

Obviamente, con esta visión y convicción sobre el modo en que está constituida la realidad, resulta muy coherente que la regla de conducta derivada sea la búsqueda de armonización y equilibrio entre las partes, así como la aceptación y el respeto por la diversidad de los componentes de la unidad a la que pertenecen. Estas reglas son aplicables tanto a la comunidad humana, mediante la construcción de consensos para beneficio común de sus integrantes, cuanto a la relación del ser humano con la naturaleza, mediante el respeto a sus diversos elementos y la articulación con ellos, como parte de un todo.

Quizás algunos ejemplos sobre aspectos concretos y cercanos donde jueguen estas creencias y sus maneras de actuar derivadas, nos ayuden a ver su profunda significación, su impacto sobre la vida cotidiana y las importantes consecuencias que tienen para la sociedad y el mundo actual y futuro.

Para empezar por algo obvio, cada un@ de nosotr@s es el producto de la relación sexual interpersonal entre una hembra y un macho. Si esta relación la vemos y valoramos como de complementación sexual interpersonal, una regla de conducta derivada será intensificar el respeto por la diversidad de ambas partes, a la vez que evitar todo tipo de violencia entre ellas y desarrollar maneras de fortalecer el equilibrio y la armonía de la pareja, como unidad comunitaria de base. Si, por el contrario, la vemos y valoramos como de lucha entre los sexos, la regla será la desintegración de las pareja como unidad social básica – cosa que está sucediendo en las sociedades llamadas desarrolladas – se considerará natural la violencia entre ambas personas, no se verá como muy grave la violación y nos encaminaremos, incluso, a la eliminación de la relación sexual interpersonal, para llegar a la concepción y gestación de los futuros seres humanos mediante la procreación artificial. Tal como puede notarse en este ejemplo, la creencia sobre la manera en que funciona la realidad, se traduce en reglas concretas sobre la forma en que debemos comportarnos en el mundo, generando fenómenos sociales distintos y horizontes socioculturales futuros absolutamente diferentes.

Para poner otro ejemplo, si observamos la agricultura, vemos que puede experimentarse, comprenderse y vivirse como la complementación entre la inmensa riqueza de la naturaleza y la experiencia e inteligencia humana para producir alimentos, o como una lucha por el dominio absoluto del ser humano sobre la tierra, con su consecuente explotación de ese “depósito de mercaderías”. Como consecuencia de estas dos formas de ver y valorar la realidad, nos podemos orientar hacia una agricultura familiar y comunitaria que cuide, mantenga, proteja e incluso se incorpore a los ciclos de la naturaleza, potenciándose mutuamente, o seguir el camino de una agricultura fundada en monocultivos transgénicos impregnados de agroquímicos, suplantando la naturaleza en lugar de complementarse con ella. El impacto de ambas posturas sobre la realidad mundial actual y futura, no exige ninguna explicación adicional.

Y así podríamos seguir poniendo ejemplos, sobre si vemos a la vivienda como una complementación del ser humano con su ambiente, o como una forma de imponer a este medio ambiente un negocio inmobiliario que lo destruye, o si vemos la empresa como un ámbito de lucha entre explotadores y explotados o como un espacio de complementación entre sus diversos componentes, de los cuales capital y trabajo son solo unos de ellos, y así sucesivamente.

De manera que revisar y superar lo que nos han hecho creer sobre la manera en que funciona el mundo y comenzar a modificar las costumbres y prácticas en las que priorizamos la competencia y la lucha sobre la complementación, el equilibrio y la armonía, se constituyen en uno de los aspectos centrales del camino que debemos seguir, para avanzar en el cambio civilizatorio que requiere urgentemente la humanidad.

Lic. Carlos A. Wilkinson

Por Alteridad

Un comentario en «La competencia o la lucha por exterminar a la humanidad»
  1. Excelente nota! Muy interesante el concepto de complementariedad en lugar del de competitividad. Hace tiempo que vengo entendiendo que la competencia es el condicionamiento más dañino que cargamos como humanidad. Un abrazo grande! Pablo.

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